Vox, una crisis que beneficia al PP

«En el análisis que hacen los populares de los resultados del 23J empiezan a ver a Vox más como un obstáculo que moviliza al electorado de la izquierda que como una muleta para favorecer un gobierno del PP»

El terremoto interno de Vox, provocado por la dimisión de Iván Espinosa de los Monteros, uno de los fundadores del partido ultraderechista junto con Santiago Abascal, y portavoz parlamentario en la anterior legislatura, abre un escenario de incertidumbre no solo para el futuro de esa formación, también para el conjunto de las derechas y puede que por tanto para todo el escenario político español. Muchas son las incógnitas que plantea esa nueva situación y que quedan por despejar. La principal, saber si Vox ha entrado en un proceso de descomposición como el que llevó a la desaparición de Ciudadanos o si la victoria del ala ultracatólica frente a la neoliberal reforzará las expectativas electorales de un partido que el 23J perdió 19 diputados y más de 600.000 votos. Con la respuesta a ese interrogante, que podría conocerse con relativa rapidez, se sabrá si Vox se consolida o, como parece más probable, si será el PP el que se verá fortalecido al aglutinar de nuevo bajo sus siglas a prácticamente todos los votantes de las derechas.

Paradójicamente, la tormenta interna ha estallado justo en el momento en que la extrema derecha tiene más poder institucional en comunidades y ayuntamientos por sus alianzas con el PP. Una situación idéntica a la que vivió el partido que lideraba Albert Rivera. En el caso de Ciudadanos fue la errónea estrategia de Rivera la que le llevó a su irrelevancia electoral, en el caso de Vox, que engordó con la crisis catalana y la debilidad del PP, lo que ha contribuido a su descenso en las urnas es el hecho de que esos dos factores se hayan amortiguado o incluso desaparecido y que muchos de sus electores hayan vuelto al partido de Alberto Núñez Feijóo.

Con todo, uno de los elementos que ha sorprendido de esta crisis es descubrir que en la ultraderecha, que defiende con tanta solidez sus postulados anti-igualitarios, anti-feministas, anti-autonómicos, anti-inmigración, anti-cambio climático y un largo etcétera de planteamientos reaccionarios y regresivos, también existen sectores. Hasta ahora parecían un bloque de granito, sin matiz alguno en la defensa de su ideología, aunque como en todos los partidos se dieran batallas por el poder. Porque el dimisionario Espinosa de los Monteros no se desvió nunca de esos planteamientos, aunque los formulara con menos agresividad. Él era, sin duda, la cara amable de Vox, sin que eso presuponga que fuera más blando que, por ejemplo, Jorge Buxadé, el vicepresidente de Acción Política, que se ha proclamado ganador de la contienda interna. No se puede decir que Buxadé sea amable. Este antiguo falangista se expresa siempre con radicalidad y acompaña sus palabras con una mirada desafiante. Más allá de que en lo económico Espinosa de los Monteros sea más liberal y el sector ganador más autárquico, no parece que entre ellos haya grandes diferencias ideológicas sino distintos estilos, quizás distintas estrategias.

Con la dimisión de Espinosa de los Monteros el PP no solo ha perdido un interlocutor, que podía haber sido ministro de Feijóo de haber conseguido gobernar, sino que ahora los populares se ven en manos del sector ultramontano de la ultraderecha, que les puede complicar aún más la gobernación en las cuatro autonomías y más de un centenar y medio de ayuntamientos en los que comparten gobierno con Vox. Temen en Génova que ahora les exijan más cesiones en asuntos tan delicados como los referentes a la violencia de género, cuya existencia niegan los ultras, o en inmigración. Y eso en un momento en que en el análisis que hacen los populares de los resultados del 23J empiezan a ver a Vox más como un obstáculo que moviliza al electorado de la izquierda que como una muleta para favorecer un gobierno del PP.

Así las cosas, dirigentes populares comienzan a arrepentirse de haberles cedido tanto poder institucional. Especialmente porque en este momento de incertidumbre, cuando los resultados del 23J les han dejado sin posibilidades de gobernar, salvo sorpresas, y aún no se sabe si Pedro Sánchez conseguirá ser investido o si se repetirán las elecciones, los populares podrían haber jugado con otras bazas y haber sido menos generosos con Vox en el número e importancia de los cargos y en las cesiones ideológicas. Más que nada porque en un escenario de repetición electoral, el que más le convendría ahora a Feijóo, el PP podría imponerse con una mayoría suficiente para formar gobierno si consiguiera atraer a votantes de Vox y el partido de Abascal, el líder que ha consentido el ascenso de Buxadé, quedara arrinconado en la insignificancia.

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