Leticia, Shakira e Irina

Este verano, con las elecciones, no ha habido apenas espacio para las noticias de sociedad o cotilleo, que suelen ser las más leídas, aunque luego nadie lo reconozca. Con ellas sucede lo mismo que con los programas del corazón o con las revistas en las que se nos muestra la enésima boda del siglo, que nadie presume de estar al día pero todos sabemos de qué se habla. Este año, los políticos han ocupado el difícil hueco de la ausencia de noticias en los medios de comunicación. Después de los sanfermines hasta finales de agosto, se entraba en un desierto sin novedades que había que rellenar a toda costa.

Otras veces se nos hablaba de la tomatina, de las verbenas o de las recomendaciones para los golpes de calor, que yo antes creía innecesarias, quizá porque me he criado en una comunidad en la que en verano no se bajaba de cuarenta grados. Ahora, cuando veo a corredores luciendo su ropa de colorines a las tres de la tarde, o a personas poniendo el aire acondicionado a quince grados para dormir con manta, me doy cuenta de que no nos extinguimos por alguna razón que desconozco. A pesar de que este verano los periódicos vienen cargados de debates, también se cuela esa información que todos leemos a escondidas, como la de los abdominales de la reina Leticia, de Shakira y de Beyoncé, noticia claramente necesaria e intelectual en esta época de ingesta hipercalórica de tercios de cerveza y patatas fritas. Leí la noticia en la Caleta, esa playa de Cádiz en que las señoras del barrio se bajan con la silla, igual que aquí, en Extremadura, solo que al lado del mar. En corrillos, pasan la tarde jugando al bingo, a las cartas y al parchís, fresquitas con sus mambos, hablando de todo un poco y comiendo de todo un mucho. Al anochecer, recogen sus cosas y se vuelven a su casa, hasta el día siguiente.

Para entonces, Shakira, la reina, Irina o Beyoncé habrán terminado su rutina de abdominales, y empezarán la serie de planchas, o la clase de yoga a treinta y cinco grados para eliminar toxinas. En la Caleta, o en las calles de nuestros pueblos, las señoras que se visten con ropa amplia para disimular, no necesitan salas acondicionadas para sudar, ni rutinas de ejercicios. Su única rutina es vivir, dejar pasar los años, sin pelearse con ellos, rodeada de quienes quieren, cuidando a las amigas, y disfrutando de cada segundo sobre la tierra. De vez en cuando, también hojean las revistas o ven los programas del corazón, y se lamentan de estar mucho menos estilizadas, aunque en su infinita sabiduría, se abren una cervecita, comen un poco de queso y cantan las cuarenta o línea, en esas playas populares o en las calles extremeñas, donde no se lucha contra el tiempo, ni el paso de los años es enemigo de estas mujeres mucho más sanas y felices.

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