Para empezar

El autillo

Hace meses que mi hijo y yo dejamos la casa de campo en la que vivíamos para irnos a un apartamento. Pese a perder el privilegio de vivir en plena naturaleza y de no tener vecinos cerca que nos molestasen, pese a ya no volver a ver más cómo el globo aerostático sobrevuela por encima de nuestras cabezas muchas mañanas, pese a todo ello, la exhuberante riqueza de la isla nos permite disfrutar aún de auténticos lujos en nuestro nuevo hogar. Uno de ellos es escuchar el canto del autillo, una pequeña ave rapaz nocturna que emite un sonido muy peculiar que se repite en intervalos de aproximadamente dos segundos. Cuando alguno de los dos lo escucha, todo se para, nos quedamos en silencio e intentamos averiguar en qué árbol se ha posado esa noche. A él le da un poco de miedo desde que vio en Youtube de qué animal se trataba. Disfruto de ese vínculo que se ha creado entre los tres. Es como si el autillo fuese ya alguien de la familia, aunque nunca vaya a presentarse a cenar a casa en esa distancia sana de saber que no siempre vivir juntos es lo mejor, que los roces hacen el cariño pero también el mal querer. Si en la infancia los padres se afanan en crear bonitos recuerdos para sus hijos espero que el autillo pueda ser uno de ellos y que su canto nos acompañe mucho tiempo.

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