¡Te lo dije, Harry!

Es domingo, y huele a higueras al sol y a piscina. Y a elecciones, permanentemente en nuestros oídos y nuestras retinas, en un bombardeo incesante de candidatos prometiendo el Cielo en la Tierra si les confiamos nuestro voto. De hecho, tengo miedo de ir a un chiringuito y encontrarme Pedro Sánchez, tras su periplo por todas las televisiones, lloriqueando y dándome la turra con todo lo bien que ha hecho por España.

Verano por fin, y dicen que es la época del año en la que más divorcios se gestan, por lo de convivir y pasar más tiempo juntos; yo no puedo dejar de acordarme de Tamara, flamante marquesa de Griñón, que, a contracorriente y deseosa de pasar por el altar a cualquier precio, se ha comprado un marido de saldo que no viene con garantía de devolución y que nos va a dar días de gloria. Todos lo sabemos, incluso ella, y dan ganas de decirle «no lo hagas» antes y «te lo dije» después, como a las amigas que te piden consejo pero no se lo das, porque no va a cambiar nada y encima acabas partiendo peras. Como no somos amigas, y por si acaso: «no lo hagas, Tamara».

Que es lo que todos pensamos también cuando el príncipe pelirrojo de Inglaterra se empeñó en juntarse con la actriz divorciada, «racializada y empoderada» (mi corrector chirría), que parece que al final le va a sacar hasta los ojos después de dejarlo como un pelele y fuera de la familia real. «Te lo dije, Harry».

Sin embargo, y justo al contrario, hay muchas parejas que comienzan su andadura estos días en los ayuntamientos y comunidades autónomas, en los que un tímido PP y un convencido Vox se están dando por fin la mano, ajenos los cuchicheos de las vecinas cotillas de Sumar y del PSOE. Porque para poder criticar hay que estar muy limpio de pecados, y los sanchistas que juraron no dormir si se encamaban con los independentistas (lo dijiste, presidente), lo han vuelto a hacer en municipios y diputaciones. Así que pocas lecciones de moral ahí.

A ver lo que duran estos idilios veraniegos, porque en vacaciones todos viajamos con la muda limpia, las ganas de agradar y la palabra bonita, pero la convivencia trae consigo los reproches y el desgaste, y pasados cuatro años las parejas se han tomado la medida y lo que antes eran «cosillas» se convierten en «esas manías tuyas».

Aún nos quedan tres semanas de campaña, así que tengan paciencia y elijan un candidato bueno y solvente, porque si metemos la pata otra vez este divorcio nos va a costar un dineral, y me temo que lo pagamos a escote entre todos, excepto el novio.

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