Lo que está por venir

«Lo peor que pueden hacer ahora las fuerzas de izquierda es buscar culpables en esta jungla

de ideologías pisoteadas que entre todos han construido»

Resulta enternecedor el preacuerdo programático que firmaron en la Comunidad Valenciana el Partido Popular y Vox para dejar por escrito su extrema complicidad ante la que promete ser una legislatura salpicada de sobresaltos y de claras intenciones camufladas de buenas intenciones. En aquel inolvidable preacuerdo se escribían cosas como estas: «Libertad, para que todos podamos elegir», «desarrollo económico, para reducir gasto innecesario e impulsar la economía», «señas de identidad para defender y recuperar nuestras señas de identidad», cosas que no dicen nada porque nada quieren decir y solo buscan sumar palabras bien sonantes que resultan tiernas de vocación y de enunciado.

Leer acuerdos de este calado provoca un cierto rubor y una dosis atenta de indignación, porque está bien que piensen que somos tontos, pero una cosa es pensarlo y otra evidenciarlo en unos cuantos puntos que son el máximo nivel de inconcreción política y que sin embargo encierran la más diligente concreción política.

Pero en la esfera política nada surge por azar y todo es una reacción, desmedida, a otros argumentos que desde eufemismos que se fueron diluyendo pretendían tomar los cielos por asalto y desde el grito independentista fueron dando gasolina a esa España que en el odio a España lo justifica todo, sin entender que se odia y se ama al mismo tiempo y en un mismo y exclusivo arpegio.

Así pues, las cosas están como están y lo peor que pueden hacer ahora las fuerzas de izquierda es buscar culpables en esta jungla de ideologías pisoteadas que entre todos han construido. Es cierto que queda algo menos de un mes para las elecciones del 23 de julio, pero inevitablemente el cambio de ciclo comenzó el 28M cuando el voto masivo a la ultraderecha escenificó el espejismo por el que miles de ciudadanos transitan, sin entender que la realidad es perfectamente tozuda y siempre se impone con su peor disfraz. Lo que tenga que venir vendrá y sin duda arrasará elementos de identidad, desahogará libertades contradictoriamente presas en esa supuesta libertad, levantará el veto a los que siempre fueron intocables y hará una vez más de la igualdad un sueño arrasado e imposible de alcanzar. Es tentador caer en la trampa que viene calculada y es perfectamente visible y desaparecer del tablero; sin embargo, tocará argumentar y en un estruendo que no se hará esperar hacer el cálculo de todo lo que hemos perdido en un trámite de modernidad casposa y pertrechada de banderas y rituales litúrgicos.

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