A pie de isla

La enciclopèdia d'Eivissa i Formentera

Andrés Ferrer Taberner

Andrés Ferrer Taberner

En mis correrías por la isla siempre tengo a mano la Enciclopèdia d´Ibiza i Formentera, una obra de obligada compañía allá donde vaya y me cuele cual sargantana hambrienta de curiosidad.

Sí, de necesaria compañía, tanto o más que portar agua y fotoprotector bajo el abrasador sol en verano, toda vez que es vitualla cultural de mucho provecho si se consume con apetito de conocimiento durante años, pues hace viajero al turista, residente al viajero y nativo al residente. O sea, que equipara al lector asiduo de cualquier procedencia en todo un pitiuso consciente sabedor de su entorno (es decir, ‘geolocalizado’ social y culturalmente), casi al nivel de un Isidor Macabich, ahí es nada. Así que nunca daremos suficientemente las gracias por esta gran obra editorial, esto es, a Felip Cirer Costa, su director, y a cada uno de los 348 colaboradores que la han hecho posible. ¡Bravo por ellos! (en las islas les aplaudimos todos, las lagartijas las primeras, a su modo, batiendo las colas contra las piedras).

Que sí, que con ella bajo el brazo hasta tendrías derecho a votar y todo −moralmente al menos− en las próximas elecciones locales, aunque no estés censado ni te apellides Tur ni Marí. ¿Que acaso no te ganas también el poder depositar tu voto moral en las elecciones presidenciales norteamericanas si te sabes al dedillo la historia y la geografía de ese pueblo, así como si lees los poemas de Walt Whitman, los relatos de Poe o has visto desde niño diez veces lo mejor de su cine clásico? Pues igual aquí si te zambulles a menudo en las páginas de esta enciclopedia, sobre todo si trenzas tus consultas con lecturas monográficas sobre las islas de hondo calado. ¿Cómo no habría de votar quien pueda explicar, por poner un ejemplo, qué son ses feixes, o sepa identificar en la costa los freus?

Yo es separarme unos metros no más de nuestra enciclopedia y cursar de golpe un síncope de interrogantes demandándome respuestas ya. Me pasa entonces lo que a esos turistas japoneses que, perdiendo de vista apenas unos instantes a su guía en medio de la catedral de Burgos −nada menos−, de repente les entra el ansia por comprender de una vez por todas lo del arco arbotante, o saber lo que es una bóveda de crucería.

Pues haz cuenta, yo lo mismo, caramba. Cuanto más camino, veo, huelo y toco en las islas más necesitado estoy de recurrir a nuestra querida enciclopedia. Pero al hacerlo, va y resulta que sucede como con la ciencia, que al responder a una pregunta aparecen, desafiantes, otras cien. ¿Pero sabes qué? Pues que nuestra enciclopedia también tiene respuesta para estas y para las que se tercien detrás, ¡puede con todas!

Ojalá hubiera sido editada ya cuando llegué por primera vez a las Pitiusas hace décadas. Cuántas de las preguntas que me formulé habrían obtenido respuesta entonces. Aun así hice lo que pude, compré libros y revistas de temática ibicenca, además de conversar con personas puestas en eso que el escritor Vicente Valero y otros denominan «ibicencología». Con el tiempo, mi biblioteca creció, un largo estante tan a rebosar de paisaje ibicenco que parece rezumar leche de higuera.

Pero lo que más me ayudó fue la edición, años más tarde, de la citada enciclopedia, una extraordinaria agrupación de saberes cosidos entre sí hasta formar un impresionante tapiz. El proyecto había nacido en 1989 por acuerdo unánime del pleno del Consell de Ibiza y Formentera del 26 de junio. Isidor Macabich, el archiduque Luis Salvador de Austria y Víctor Navarro, entre otros estudiosos de las Pitiusas del pasado, se hubiesen sentido felices de vivir tan histórico día. Con un total de catorce volúmenes, creo recordar que el último se publicó en 2018.

Además de la versión en papel, existe la digital, razón por la que puedo consultarla cómodamente en el móvil a toda hora en mis excursiones. Si no fuera así, necesitaría un pollino esforzado para acarrearla entera, pues mi mochila huiría corriendo nada más ver al tropel de tochos de que consta, echándosele encima. Así que con esta obra hago una excepción, ya que los libros me gusta palparlos en carne y hueso: en papel, que es su persona; tocar para leer. Me place también que la tinta impregne hasta los cimientos la arquitectura misma de las palabras. Me pasa, me temo, lo que al protagonista de la magnífica película noruega ‘La peor persona del mundo’, que declara haber crecido en una época en la que, sin móviles y sin internet, la cultura se transmitía a través de los objetos, manoseándolos a placer, hojeando y coleccionando libros y revistas, o escogiendo discos de música con los dedos antes de escucharlos. Confieso, no obstante, que mi predilección obedece a una simple cuestión generacional; lo previsible a cierta edad ya de naturalezas carnales envejecidas.

En papel, o enlatado en pantallas digitales, lo importante es que con esta enciclopedia se ha logrado secuenciar, por decirlo así, todo el genoma cultural, histórico, natural, paisajístico y socioeconómico de las Pitiusas. Imposible lograr más.

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