Opinión

Mear fuera del tiesto

«Ver algo en una pantalla, en la mayoría de los casos,

no crea tendencias sino concienciación»

Nunca antes la línea que separa la realidad de lo impostado había sido tan delgada y borrosa. Vivimos tiempos extraños en los que es difícil distinguir entre las personas y sus personajes/avatares, entre las noticias y exclusivas, y las campañas de publicidad o las estrategias para hacer caja; y, por supuesto, entre los amigos y los seguidores.

La telerrealidad, cada vez más orquestada y manipulada a través de guion y castings disparatados, ha alcanzado picos de surrealismo tales, que ríete tú de Buñuel. Y las plataformas y videojuegos que te permiten convertirte o ‘disfrazarte’ de otra persona, están a la orden del día.

En 2020, la empresa Case24 publicó un estudio que aseguraba que hasta el 81% de los usuarios de redes sociales retocan sus selfies antes de publicarlos y, un año después, la Universidad de Londres añadió que el 90% de las mujeres busca filtros para sus fotos. Hasta tal punto ha llegado esta suerte de ‘psicosis’ colectiva, que la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) ha confirmado que es una de las causas de que la edad media de los pacientes que se realizan algún retoque, haya bajado de los 35 a los 20 años en una década.

Partiendo de estos ‘lodos’ es fácil pensar que los ciudadanos andan un poco despistados a la hora de discriminar lo que es ‘auténtico’ y lo que no, en según qué contextos. Pero de ahí a insinuar que el respetable podría no saber distinguir entre la realidad y la ficción, así llamada en un programa de televisión, me parece simplemente mear fuera del tiesto.

Y sin embargo, la asociación ultracatólica Abogados Cristianos no ha dudado en solicitar a la Comisión de los Mercados y la Competencia (CNMC) que cancele la emisión de ‘Escándalo: relato de una obsesión’, una serie que el pasado miércoles estrenó Telecinco, porque, según ellos, «blanquea» y muestra la pederastia desde un ángulo «romántico».

La producción de Mediaset cuenta la historia de una mujer de 42 años que se enamora y mantiene una relación nada platónica con un chaval de 15. Y es esa diferencia de edad la que ha hecho que esta fundación conservadora haya puesto el grito en el cielo. Al parecer, la sociedad española no es lo suficientemente madura para ver una trama semejante sin que se «normalicen» estas historias.

Para empezar, es cuanto menos irónico, que una organización que tiene como referente a la Iglesia católica tenga la osadía de pronunciarse sobre la pederastia, teniendo en cuenta los asuntos pendientes que tiene dicha institución sobre abusos a menores por parte de religiosos en España y en el resto del mundo.

Pero es que, además, la denuncia es un poco de risa. El cine, la literatura, la música y el arte han abordado durante siglos relaciones en las que la diferencia de edad era tangible, con muchos y diferentes propósitos. Muchas veces provocar, pero también reflejar, concienciar e incluso denunciar, siempre bajo la premisa de que la historia en muchos casos era ficción.

Siguiendo la lógica de estos ‘iluminados’ no debería haber existido la perturbadora ‘Lolita’ de Kubrik, ni tampoco ‘El Graduado’, con Dustin Hoffman y la memorable señora Robinson. Pero, además, por el mismo motivo tampoco tendrían que hacerse películas sobre guerras, genocidios, terrorismo, esclavitud, asesinatos, violaciones, violencia de género, explotación sexual, o la pena de muerte. Ni ninguna manifestación artística que refleje el horror, aunque solo sea para que no vuelva a repetirse.

Defender que incluir una relación entre un adulto y un adolescente en un programa de televisión puede «blanquear» este tipo de relaciones es simplista, paternalista y obtuso. Presupone lo peor del ser humano y cuestiona su capacidad para discernir entre lo que está bien y lo que está mal.

Habría que explicarles a estos señores, que ver algo en una pantalla, sea grande o pequeña, en la mayoría de los casos, no crea tendencias, sino concienciación. Es anacrónico y alarmante que todavía quede en España un reducto de una sociedad caduca, que se sigue creyendo el adalid de la moral del país y que no dude en exigir de forma pública la censura o la eliminación de cualquier tipo de contenidos.

A todos ellos hay que dejarles muy claro que al igual que la belleza, en muchos casos la depravación y la suciedad también están en los ojos del que mira. Y que las ficciones, ficciones son. Todo lo demás es pura estrategia. Una forma más de ‘aparentar’ y de hacer ruido en este mundo impostado.

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