Opinión | El púlpito
Propósitos
El año nuevo siempre comienza con propósitos llenos de esperanza: hacer deporte, comer mejor, gastar menos, visitar a seres queridos, mantener las amistades, realizar más viajes y un largo etcétera. En todos ellos, aunque duren poco, hay un deseo de ser verdaderamente felices. De alguna forma reconocemos que siempre tenemos algo que cambiar o mejorar y, por tanto, sabemos que no somos perfectos. Al formularlos, nos soñamos mejores, nos descubrimos en alguna parte incompletos. Nos sabemos en camino y evolutivos. Podemos mejorar aunque la certeza empírica año tras año nos confirme que, en muchas de las ocasiones, tan solo nos mantenemos en la idea de vivirlos pero ni los comenzamos. Pero eso no nos incapacita para querer seguir proponiéndolos, ya que por ello se llaman propósitos y no mandamientos. Es una alegría no dejar de hacer algún propósito que nos mantenga con esta convicción: tengo derecho al cambio y no importa el tiempo que sea capaz de llevarlo a cabo porque siempre lo puedo volver a intentar. Lo contrario es la quietud, el no cambio, la resignación negativa, el no deseo de mejora o el pensamiento pesimista que te hace creer que ya nada puedes cambiar. No son pocos los que viven encerrados en amarguras y quejas eternas, en críticas feroces y desgastadas, en cuchilleos e ironías contra el resto. Por desgracia abundan aquellos que viven una vida así, llenos de heridas e intentando herir a los demás. Quizás la única fuerza que les queda sea la palabra y, por ello mismo, tan solo afectan en tanto y en cuanto los demás queramos dejarles afectar. Frente a toda esa ola de queja y pesimismo, de crítica y negatividad, propongo el gran propósito de hacer oídos sordos. Frente a los que no creen que las cosas se pueden cambiar, o que la vida puede ser reconducida cada día, propongo una gran sonrisa. Frente a los que especulan sobre la vida de los otros, vendiendo recetas que ellos no compran, propongo mirar hacia otro lado. Frente a los que se levantan jueces del hermano, propongo la gran sentencia del silencio. Que cada día cuente, como tú quieras que cuente. Que nadie te proponga el no cambio, el pesimismo y el qué dirán como modelo de vida. Proponte el gran propósito de intentar ser mejor cada día. Porque tienes derecho y porque por muchas veces que te equivoques, siempre cuentas con todo un Dios que te vuelve a lanzar el guante de recomenzar de nuevo. Solo nos define el amor por el que hemos sido creados, que nos sostiene y que nos llama hijos. Solo nos define el perdón de Aquel que nos ha salvado. Feliz 2023.
Daniel Martín | Sacerdote
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