Opinión

Pastillas para mentir

Hasta hace poco, es probable que, si se hubiese hecho una encuesta entre la población ibicenca acerca del personaje de la isla que merece mayor reprobación, Francisca Sánchez Ordoñez, también conocida como Paquita Marsán, reina del urbanismo pirata, se hubiera llevado el premio gordo. Ahora ya no lo tengo tan claro. Desde que la Unión Deportiva Ibiza ascendió a segunda división y recibió la cesión en exclusiva del estadio de Can Misses, su presidente, Amadeo Salvo, parece empeñado en recortar distancias. Su insistencia en autorretratarse como el gallo más altanero del corral, sin duda, tiene que ver y ahora media isla debate sobre el asunto, incluidos aquellos que no tienen el menor interés por el fútbol. El ibicenco es paciente y hasta indolente, pero la prepotencia es el mejor antídoto para despertarle del letargo.

Un ejemplo: teñir de azul eléctrico los muros antaño grises y discretos del recinto deportivo, para que se avisten desde media ciudad. El tono ni siquiera coincide con el de la camiseta que lucen sus futbolistas, más discreto y pastel. Y sobreimpresa sobre dicho color, la marca del club, en lo alto de las paredes, con machacona insistencia. Así, ya de paso, la tiene que digerir a diario, desde el modesto campo de al lado, el Club Deportivo Ibiza, después de haber tenido que abandonar el recinto principal.

Hay numerosos ejemplos de estadios de fútbol en el mundo compartidos por varios clubes, incluso cuando son rivales antagónicos. Los más famosos son Maracaná, en Río de Janeiro, donde juegan el Flamengo y el Fluminense; el Giuseppe Meazza de Milán, más conocido como San Siro, donde ejercen como locales tanto el AC Milan como el Inter, y el Olímpico de Roma, que también comparten Roma y Lazio. Los dos primeros pertenecen a los ayuntamientos de estas ciudades y el tercero al Comité Olímpico Italiano.

En el exterior de estas infraestructuras, dada su titularidad pública, se respira una sana asepsia, puesto que no han sido embadurnadas con los colores y marcas de los clubes que las utilizan. Es la misma filosofía que debería haber imperado en Can Misses, porque, aunque la UD Ibiza lo tenga en cesión por un periodo determinado de tiempo, se trata de un edificio municipal y no de una colosal valla publicitaria.

Que Ibiza tenga un equipo que milita en la segunda división constituye un hito extraordinario y la entidad merece el apoyo de las instituciones locales, ya que las exigencias del fútbol profesional, a todos los niveles, son difíciles de cumplir y requieren de grandes inversiones. Sin embargo, una vez se reciben estos apoyos, lo suyo es corresponder con un mínimo de generosidad.

Justo lo contrario a lo que ha ocurrido estos días con la polémica entre la UD Ibiza y el CD Ibiza, cuando el segundo no ha podido disputar su partido de Copa del Rey frente al Betis, vigente campeón, en el estadio de Can Misses. De esta manera habrían podido disfrutar del encuentro más de 6.000 aficionados, en lugar de los 1.500 que se pudieron encajar en Can Misses 3. Resulta imposible saber si en esta cuestión tiene más razón Amadeo Salvo, que dice que el presidente del CD Ibiza, Antonio Palma, toma pastillas para mentir, o éste último, que emplea otras palabras gruesas. Los dos se empeñan en polarizar a la sociedad ibicenca y politizar el asunto, hasta el extremo de que ahora a alguien le podría parecer que la UD es el equipo de los socialistas y el CD el de los populares. Tampoco contribuye a ello que el alcalde no acuda al partido en representación de la ciudad o que el portavoz popular se dedique a avivar la polémica con gasolina censurando una cesión que es habitual en otros lugares del país, mientras luego se dedica a pedir entradas gratis, según le acusa Salvo.

Ambos presidentes se han enzarzado en lo que parece más una batalla de egos que una negociación deportiva. El resultado es el nefasto papel que hemos desempeñado como isla, al celebrarse un evento deportivo de la máxima categoría en un campo de tercera, teniendo al lado un estadio vacío. Pueden seguir enviando a la prensa evangelios enteros o dedicar sermones tan dilatados como los de Fidel Castro a los aficionados. Al ciudadano nos seguirá pareciendo incomprensible que sean incapaces de alcanzar un acuerdo sobre algo tan elemental. Ni el CD Ibiza puede aspirar a que prácticamente le regalen el uso del estadio ni la UD Ibiza pretender cobrar hasta un suplemento por el papel higiénico de los lavabos. Menudo ejemplo para los chavales que aspiran a jugar en estos clubes.

Resulta paradójico que, cuando por fin Ibiza tiene un club en segunda división, su presidente consiga que una parte de los aficionados acaben renegando de su equipo y hasta puedan llegar a alegrarse si desciende.

@xescuprats

Suscríbete para seguir leyendo