Opinión | En corto

Palabrería edulcorante

Una palabra-fetiche es aquella que puesta al lado de algo lo hace mejor. El prestigio de una palabra-fetiche depende de la amplitud de los dominios con los que emparenta. Por ejemplo, «híbrido», que hoy es fetiche en cosa de automoción, emparenta con fusión, mestizaje y transversal (cabeza de serie a su vez del mundo de lo «trans»). La familia de lo «sostenible» es también muy amplia y, aunque su dominio principal sea el mundo de la empresa, se mete en nuestra vida a través de lo reciclable y el ahorro. El prestigio de estas dos palabras-fetiche viene a su vez, por vía vertical, de la lucha contra el cambio climático, una causa universal no discutible. Mientras respiramos esas virutas léxicas de efecto placebo, el cambio de marras no se deja impresionar por los fetiches y sigue a su aire, ante lo cual no queda otra que disimular, llamando «buen tiempo» a un dramático aumento de las temperaturas.

Suscríbete para seguir leyendo