Opinión

Las cenas de empresa

Las cenas de empresa podrían ser un género literario o incluso cinematográfico. Cuántas cosas pueden pasar cuando el negocio y el ocio se unen con dos copas de más. Ese chico que te dijo que le gustabas envalentonado por la graduación de sus cervezas y que nunca más te volvió a dirigir la palabra. Ese chiste malo que contaron que te hizo escupirle en la cara a tu subdirector el cubata de ron con cola que te estabas bebiendo en ese preciso instante. El baile que te marcaste con el compañero más veterano de la oficina en el que acabasteis rodeados por el resto de colegas dando palmas. Las cenas de empresa podrían ser una ciencia matemática inexacta donde uno más uno no siempre son dos. Mesas largas infinitas para hacer la ola o mesas redondas donde en ‘petit comité’ se descubre a las personas más allá de sus mecánicas de trabajo y afloran sus pasiones, vergüenzas y miedos. Los fumadores hacen sus corrillos fuera del local abrazados al abrigo, porque si hay algún invitado que no falla a esta cita es el frío. Te pones tus mejores galas para quitarte el gris de la oficina y te pintas los labios de rojo para decir que esta boca es mía, pero lo que salga este día de ella es solo el fruto de la alegría de compartir un año más en esta gran familia.

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