Opinión

La temperatura de la hipocresía

Diecisiete grados, oiga. Ni dieciocho ni veinte. Diecisiete grados es la temperatura a la que una rica heredera de nombre compuesto nos recomienda poner la calefacción de nuestras casas, porque son «pequeñas acciones» con las que poder ayudar a los ucranianos. No ha detallado en cuál de sus casas, porque no será lo mismo si está en Belice que en Santander, la verdad. Tampoco ha dicho nada sobre si eso beneficia a sus cientos de trabajadores prejubilados como juguetes inútiles; imagino que porque eso es más acción y menos gesto, visto lo visto.

A esas declaraciones ahorrativas se ha sumado el nunca suficientemente bien ponderado Borrell, que asegura que así usaremos menos gas ruso y evitaremos que Putin siga financiando la guerra en Ucrania.

Estas cosillas me recuerdan a los famosos, que desde sus yates quemando gasolina a chorros nos hablan de cuidar el medio ambiente, o a Su Persona usando el avión de todos hasta para ir de concierto mientras nos pide a los demás que cojamos el transporte público.

Pero ellos miran y pontifican desde las alturas, dando consejos sobre cómo los demás tenemos que vivir en la mayor austeridad posible, privándonos de todo lo posible para que ellos puedan seguir gastando a todo trapo.

A lo mejor si sus políticas fueran otras no tendríamos una total dependencia de las energías de otros países, ni de sus productos, que resultan ser básicos. Que es inviable ser autosuficientes, pero también es incomprensible haber delimitado la producción de algunos alimentos en base a cuotas de mercado que nos supeditan a otras economías.

Tengan por seguro que cuando las élites empiezan con una matraca, nunca es casual y hay un objetivo; nos bombardean a través de los medios, entramos al trapo y les compramos el relato, y ya no hay salida. Parece que al menos han parado de pasear a la sobreactuada Greta y sus premoniciones sobre el fin del mundo, lo cual es un enorme alivio, al menos para nuestros ojos y oídos.

Ahora toca la dependencia energética, y algunos medios hasta te explican cómo usar linternas para gastar menos luz y reducir la factura. ¿De qué mente retorcida salen algunos reportajes que parecen dignos de la España de la posguerra?

¿No habría sido más lógico estudiar la viabilidad de las nuevas fuentes de producción de energía antes de cortar de raíz las que sí funcionaban? Es como pretender convertir a toda la humanidad en vegana sabiendo que no hay lechugas para todos pero sacrificando antes toda especie comestible (es una exageración, pero me han entendido, seguro).

Algunos países como Polonia han tomado las riendas de la situación eliminando el IVA en los alimentos, y con fuertes bajadas en gasolina, calefacción y electricidad, porque tienen la absurda idea de que esta iniciativa dejará la mayor cantidad de dinero en las carteras de los polacos, que podrán consumir y generar trabajo y riqueza. Imagino que aquí en España habrá alguna mente pensante planeando darnos un bono de descuento o alguna subvención estatal, que es lo que tanto se estila en las políticas de izquierdas: Papá Estado sufragando las necesidades de unos hijos cada vez más arruinados y dependientes.

Piensen qué modelo de país prefieren. Pero piensen a oscuras, que este lunes el kilovatio vuelve a marcar un (otro) récord histórico.

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