Viaje a Sderot, la zona cero del horror de Hamás: "No tenemos tiempo para llorar a los muertos"

Dos camionetas con más de una decena de militantes entraron sembrando el pánico durante la trágica madrugada del sábado

Sangre, miedo, silencio y furia: Sderot despierta de la pesadilla de Hamás

Sangre, miedo, silencio y furia: Sderot despierta de la pesadilla de Hamás / Pablo Duer

Andrea López-Tomàs

Con la banda sonora de una guerra contra otros de fondo, un grupo de israelís libran su propia batalla. Mientras los tanques detonan artillería hacia la Franja de Gaza, el ajetreo por alargar su ayuda a otro judío más les hace ignorar el ruido. En algunas paredes de este centro comunitario reconvertido en sala de guerra, queda el impacto de uno de las decenas de cohetes que han tenido como objetivo esta ciudad israelí, situada a menos de un kilómetro de la frontera con Gaza. Nada parece indicar que Sderot, con sus calles floreadas y sus múltiples parques infantiles, se convirtió el sábado en la zona cero del terror de Hamás. Aunque la soledad de sus amplias avenidas, los restos de sangre en sus paradas de autobús y su comisaría de policía en ruinas dan algunos indicios del horror que ha cambiado a Israel para siempre.

Dos camionetas con más de una decena de militantes de Hamás entraron sembrando el pánico en Sderot durante la trágica madrugada del sábado. Tras matar a los civiles que estaban en la calle y aquellos que intentaban escapar en vehículos, se atrincheraron en la comisaría. Hasta bien entrada la noche se repitieron los sonidos de explosiones y disparos de armas mientras parte de los 35.000 habitantes de la ciudad sureña aguardaban en sus casas. Misiles portátiles, francotiradores y unidades de fuerzas especiales intentaron someter a los atacantes, pero fue en vano. Al menos 20 personas fueron asesinadas en Sderot, junto a 12 soldados, policías y bomberos que intentaron detener la barbarie. 

Am Yisrael Jai, el pueblo de Israel vive

Cinco días después de la agresión, la ciudad yace desierta. La opulenta comisaría de policía está deshecha en escombros, después de que el Ejército israelí decidiera demolerla con los milicianos de Hamás dentro. Pero, en Sderot, nadie quiere hablar de aquel día. Ya lo han hecho suficiente durante las primeras jornadas. Ahora que el Ejército israelí ha controlado la seguridad en la zona fronteriza con Hamás, consideran que ya habrá tiempo para asimilar el ayer más oscuro de sus vidas. Sólo les importa el hoy. "Hoy, en Sderot, tenemos a gente venida de todo el país dispuesta a ayudar", cuenta Avia, una trabajadora social oriunda de la ciudad. "Tenemos esta idea del 'Am Yisrael Jai' [el pueblo de Israel vive], por el que los judíos nos ayudamos los unos a los otros", reconoce a este diario enmedio del caos del centro de voluntarios.

"Cuando ocurren situaciones de emergencia, como guerras o el coronavirus, apartamos todas las disputas que tenemos y vamos a una todos juntos", explica esta religiosa, que estaba en casa cuando los milicianos de Hamás irrumpieron en su ciudad. "El mensaje para todo el mundo es ir a una porque solo tenemos un objetivo", añade. Ese objetivo es recuperarse. Por eso, ignoran los zumbidos en el aire cada vez que uno de los tanques del Ejército israelí dispara contra la Franja de Gaza en la primera línea de defensa, a solo unos metros del centro comunitario. "Hemos nacido para ayudar a nuestros vecinos, a nuestros hermanos, a nuestro país", insiste esta mujer vestida con una mitzapah, el pañuelo que usan las mujeres judías ortodoxas casadas, en cumplimiento de un código de modestia y recato, que requiere que cubran su cabello en público.

Sentimiento de asfixia

Ya llegarán también los reproches y las investigaciones oficiales a un Ejército que tardó 20 horas en sacar a los atacantes de sus calles. Ahora, el alcalde de Sderot, Alon Davidi, sólo pide al Gobierno que evacue a sus ciudadanos, como han hecho en el resto de ciudades fronterizas afectadas. "Además, hemos recibido un presupuesto relativamente muy, muy bajo del Estado para llevar a cabo la evacuación", denuncia Yaron Sasson, portavoz del ayuntamiento, a El Periódico, de Prensa Ibérica. "Davidi ha exigido al Gobierno que, como mínimo, nos den presupuestos adicionales para alimentar a toda persona que esté aquí y no es parte de las fuerzas de rescate", añade. 

Todas esas personas son muchas. Ciudadanos venidos de diferentes partes de Israel con ganas de ayudar. Para aquellas que son de Sderot, visitar a ese lugar y dejarse empapar por la solidaridad de su pueblo les hace olvidar un sentimiento que las asfixia desde el sábado. "No nos sentimos seguros", explica Gitit Zamir Butra, directora del Centro de Defensa Internacional del municipio de Sderot. "Sientes todo el tiempo que necesitas cerrar la puerta y estar en silencio; tenemos cohetes continuamente", cuenta. "No podemos lamentarnos, no podemos llorar a las personas que fueron asesinadas o secuestradas; no tenemos tiempo para eso", dice Nayer Davidi, hija del alcalde, entregada a la coordinación de los voluntarios.

"Ahora necesitamos sobrevivir y eso es lo que estamos haciendo", constata. Ajena a los sonidos de los tanques, Davidi, como cualquier persona en este escenario caritativo de la batalla, defiende su amor por su país. "Israel es el país más humanitario del mundo porque les damos agua, electricidad y alimentos a aquellos que nos matan", subraya la joven de 25 años. Lo que quiere la gente de Sderot es vivir una vida que nunca habían tenido, ni siquiera antes del trágico sábado. A menos de un kilómetro de la Franja, siempre han sido objetivo de los cohetes de las milicias palestinas, como los siete que han caído este jueves y han provocado seis heridos. "Los cohetes tienen que parar para siempre, no por tres meses ni por tres años, para siempre", señala Sasson. 

El portavoz del municipio habla por el pueblo. "Si el Ejército y el Estado pretenden llevar a cabo una operación a gran escala en la Franja, debe ser una operación continua, una operación larga, no una operación limitada, para realmente terminarlo de una vez por todas como debe ser", afirma con contundencia. Muchas de las personas de Sderot, como Nayer Davidi, ya han vuelto a casa. Otras, la mayoría, como Avia, nunca se han ido. "Mucha gente dijo mi casa es mi casa, la casa es mi defensa, es el lugar que me importa", concluye. Sin dejarse llevar por las emociones, se marcha a atender a sus vecinos, absorbido en su proyecto colectivo por el hoy.

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