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“Las personas con cáncer siguen teniendo su lado sexual”

Ana Lombardía es psicóloga y sexóloga especializada en sexualidad y afectividad, terapia sexual y pareja. Además, trabaja con pacientes oncológicos porque considera que es muy necesario darles las herramientas suficientes cuando se enfrentan a una enfermedad que, para ellos, es totalmente desconocida

La psicóloga y sexóloga Ana Lombardía.

La psicóloga y sexóloga Ana Lombardía. / APAAC

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“Las personas con cáncer siguen teniendo su lado sexual, que muchas veces se ve condicionado por los tratamientos y durante el periodo de recuperación”, argumenta. Por ello, dice que es importante poder trabajar con ellos para que puedan reconstruir su vida sexual en base a otras normas, condiciones, pero que puedan seguir disfrutando y reconciliarse con su cuerpo.

¿Cómo definimos sexualidad?

Es una cosa muy amplia. Normalmente lo primero que pensamos es en tener un orgasmo, pero es mucho más. Es conectar con la otra persona, contigo mismo. Tiene que ver con el placer, con el disfrute. Va más allá de la parte genital. Tiene que ver con la piel, con la mirada, con la complicidad, con una sonrisa… Entonces, cuando estamos en un proceso oncológico necesitamos conocer realmente qué es la sexualidad para no limitarnos a una única forma de sexualidad.

¿Cómo afecta el tratamiento durante la enfermedad a las relaciones sexuales?

Por un lado, si estás enfermo y estás en pleno tratamiento, es normal que la sexualidad quede en un segundo plano. Eso tiene que estar claro. Por otro, hay personas que sí tienen ese deseo, pero su cuerpo no responde porque los tratamientos son agresivos y repercuten en el estado de ánimo, dan náuseas, que la piel esté peor, que las mujeres lubriquen menos… hay muchos factores que influyen en la sexualidad y que tener relaciones sea más complicado. Nuestro cuerpo no va a responder de la misma manera.

¿Qué es importante trabajar en esta situación?

Cuando hay alguien que tiene poco deseo, no le da importancia. Es un problema cuando tienes pareja y la otra persona sí que lo tiene. Ahí te entra el miedo. Lo que tenemos que hacer, a veces, es intervenir con la pareja, también, y explicarle las circunstancias en las que se encuentra la pareja. Y también con el afectado para decirle que ahora los remordimientos no son la prioridad y no pasa nada en absoluto. Es un poco crudo, pero hay que trabajar mucho la adaptación y quitar esa responsabilidad hacia la pareja.

Es normal que el paciente pierda el apetito sexual, ya que tampoco se ve ni se siente a gusto consigo mismo. ¿Hasta qué punto es contraproducente “forzar” esa situación?

Totalmente contraproducente. El deseo sexual no se puede forzar, no se negocia. A veces tratamos de argumentarlo, pero no es así. El deseo sexual lo tenemos o no. Si yo acabo accediendo a tener relaciones sin quererlo, al final voy a tener relaciones sin deseo, sin excitación. Lo que le estoy diciendo así a mi cuerpo es que el sexo no me gusta y le voy a mandar un mensaje: no quiero hacerlo más. Esto pasa durante el cáncer y en otras etapas de la vida. También hay parejas que llevan 20 años que quieren tener la misma sexualidad que al principio y tienen que entender que eso no va a ser así, no porque sea peor, sino porque será diferente. Esta situación genera mucha frustración así que hay que adaptarse a los diferentes ciclos vitales que cada uno va teniendo.

En ese sentido, ¿hasta qué punto es importante hacer entender a la pareja lo que el paciente vive?

Es primordial. La sexualidad cuando estamos en pareja es cosa de dos y la pareja tiene que colaborar. Además, está comprobado que cuando los pacientes tienen apoyo de la pareja, familia, el pronóstico mejora. Es importante que la otra parte se involucre, pero hay que entender también que la otra parte no está preparada tampoco para recibir este tipo de noticias

Según su experiencia, ¿qué lleva peor el paciente en este asunto, el aspecto psicológico o el cambio físico?

No diferencio la parte psicológica-emocional de la física porque van unidas. A veces a nivel de divulgación las diferenciamos para tratar de entenderlas, pero es necesario entender que van vinculadas. Si a mi me duele, por ejemplo, la mama porque me han hecho una intervención, va a ir unido a mi aspecto emocional. Hay personas que tratan de hacer ver al resto que no pasa nada, que no sufren, que no tienen dolor… Vivimos en una sociedad en la que no se permite el malestar; no se nos permite ponernos enfermos, sufrir… El llanto, la tristeza, el enfado son emociones que molestan al resto porque no saben gestionarlas. Entonces, si no me permito demostrar que estoy mal, mi cabeza va a tratar de seguir hacia adelante a un ritmo que mi cuerpo no va a poder seguir.

¿El apetito sexual vuelve una vez finaliza el tratamiento o es un mito?

Cada caso es un mundo, pero por lo general los tratamientos dejan secuelas, por lo que el hecho de acabar con ello no significa que esté todo resuelto. Para empezar porque hay secuelas físicas que hay que trabajar y hasta que no van desapareciendo no se retoma la vida sexual de antes. Muchas veces, incluso, no va a ser la misma de antes porque tú no eres la misma persona ni tu cuerpo es el mismo. También hay que tener en cuenta la parte más emocional porque, aunque sabes que te han dado el alta, tienes que seguir acudiendo a revisiones por si remite. El miedo no se te va del cuerpo así como así; llevas mucho tiempo conviviendo con la angustia y va a seguir ahí un tiempo más.

¿Por qué considera que hablar de sexualidad, en general, y asociado al cáncer, en particular, sigue siendo un tema tabú?

A los enfermos, por lo general, se los infantiliza. Parece que como estás enfermo ese es tu único rasgo, todo lo demás desaparece, principalmente la parte sexual. Y como el cáncer es una enfermedad grave en la que te puedes morir, el médico está más pendiente de eso, que es lógico, que del resto de cosas que también son importantes. Como lo principal está cubierto, el resto pasa a segundo plano. Lo importante es que sepan a quién derivar esas situaciones.

A raíz de lo que dice, ¿qué profesionales entran a dar apoyo de forma complementaria?

A nivel de Seguridad Social hay muy poco. Hay psicooncólogas, sexólogas, fisioterapeutas de suelo pélvico… que pueden ayudar mucho. Y también contar con las asociaciones, como la vuestra, que pueden tener contactos. Pero es cierto que son los pacientes quienes tienen que moverse, es difícil conseguir esto desde la salud pública.

¿Qué beneficios tiene mantener relaciones sexuales durante el tratamiento? ¿Y contras?

Pues si te apetece todo pros y si no, todo contras. Lo importante es que cambiemos la forma de sexualidad que estábamos teniendo. Igual ahora solo necesitas que te hagan mimos y te den un abrazo. Parece que cuando dejo de lado una sexualidad genital no hay más, y no es así. Lo que está claro es que las relaciones sexuales, del tipo que sean, producen una serie de hormonas que aumentan el bienestar, que hacen que nos sintamos mejor.

¿Puede haber dolor durante las relaciones sexuales a causa del tratamiento? ¿Qué recomienda hacer en caso afirmativo?

En el caso de las mujeres, que suelen tener molestias en el momento de la penetración vaginal, muchas veces los propios tratamientos hacen que haya un poco de atrofia en los tejidos, que haya más sequedad, que la piel esté más tirante. Y ahí lo que suele funcionar bien, aparte de los lubricantes, es el tratamiento con una buena fisio de suelo pélvico. Pero también tener en cuenta que se puede realizar otro tipo de sexualidad. En los hombres igual, que a lo mejor no sienten ese dolor, pero tienen más dificultad a tener una erección. Aquí lo mismo, no necesitamos una erección, sino que te lo pases bien. Se trata de buscar nuevas zonas erógenas y poder seguir disfrutando.

¿Por qué recomienda que los pacientes acudan a profesionales como usted, en el caso de la sexualidad, y a otros para problemas derivados de la enfermedad?

La gente suele venir nerviosa, pero eso dura cinco minutos. La vergüenza se va en cuanto das con alguien que te hace sentir cómodo. Pero siempre merece la pena porque los resultados se empiezan a notar desde la primera cita. Solo el hecho de hablarlo y que alguien normalice y valide lo que estás sintiendo, ya es el 80% del trabajo. Luego además te dan pautas y los recursos necesarios para poder hablar de ello.