Raquel González Dunford: «Las mujeres tienen un mayor conocimiento medicinal de las plantas»

La tesis ‘Etnobotánica y Biodiversidad cultivada en Ibiza’, de la que es autora la ibicenca Raquel González Dunford, ha servido, de momento, para dar a conocer la existencia de seis variedades de vides pitiusas desconocidas hasta ahora por la ciencia

Raquel González, en la sede de Diario de Ibiza.

Raquel González, en la sede de Diario de Ibiza. / Marcelo Sastre

José Miguel L. Romero

José Miguel L. Romero

La ibicenca Raquel González Dunford ha desvelado en un estudio la existencia en las Pitiüses de seis variedades desconocidas de vides, si bien los payeses «las conocían desde siempre». Ese trabajo forma parte de su tesis, ‘Etnobotánica y Biodiversidad cultivada en Eivissa’, en la que además ahonda en el conocimiento de las plantas medicinales: «Las generaciones más jóvenes no lo estamos aprovechando». 

Profesora de Jardinería y Agricultura en el instituto Algarb (antes lo fue de Agricultura en Can Marines), Raquel González Dunford acaba de publicar un estudio que revela la existencia en las Pitiusas de 21 perfiles genéticos diferentes de viñas, de los cuales media docena no se habían caracterizado nunca. Y ese estudio es sólo una parte de la tesis de su doctorado en Biodiversidad Vegetal. Titulada ‘Etnobotánica y Biodiversidad cultivada en Ibiza’, abarca los conocimientos que la ibicenca tiene gracias a sus dos carreras. González es licenciada en Ciencias Ambientales e ingeniera técnica Agrícola, especializada en hortofruticultura y jardinería.

«Aún tenemos muy buen conocimiento de las plantas que nos rodean, sobre todo las personas que tienen más de 60 años»

La idea de su tesis comenzó cuando la contrataron en Ibiza «para montar el banco de variedades locales», al que siguió «un proyecto pequeñito de recuperación de la viña local». «Yo —cuenta— iba recuperando variedades locales (de todo; empezamos con hortícolas, como el pimiento blanco, el tomate penjat...) y hablaba con los agricultores. Mientras recogía la semilla me di cuenta de que había mucha información que no se utilizaba para lo que estábamos haciendo. Tenía el gusanillo de investigar un poco más, así que, en paralelo, pues esa información no entraba en los proyectos, contacté con mis profesores de la Universidad (Joan Vallès, de la Universitat de Barcelona, y Teresa Garnatje, del Instituto Botánico de Barcelona) para hacer una tesis de, en principio, variedades locales». Ambos le propusieron, finalmente, ampliarla a plantas no cultivadas.

Diferentes tipos de Monestrell estudiados por Raquel González. | D.I

Diferentes tipos de Monestrell estudiados por Raquel González. | D.I / José Miguel L. Romero

Y así lo hizo: «En la parte de Etnobotánica incluyo las plantas que se usan para cocinar, para construir herramientas, para útiles para el campo o la casa. Cualquier uso que le demos, incluso religioso o mágico». Ha entrevistado a 101 personas «para recoger todo su conocimiento sobre las plantas de Ibiza, de cómo se usan». Las viñas (como esas seis variedades no caracterizadas hasta ahora) entran en el capítulo de la Biodiversidad cultivada, que son las plantas alimentarias.

De la tesis, hasta ahora se han publicado dos artículos sobre las viñas, lo más avanzado de la investigación. Queda por publicar un artículo sobre etnobotánica general y otro sobre biodiversidad cultivada.

Respecto a la parte de la etnobotánica, Rodríguez ha llegado a una conclusión: «Aún tenemos muy buen conocimiento de las plantas que nos rodean, sobre todo las personas que tienen más de 60 años. Hay casos de gente joven que sabe, pero, por regla general, es desde los 60 cuando todavía hay muy buen conocimiento de cómo se usan las plantas. Está muy bien si se compara con otros lugares de Balears y de Cataluña».

‘Cascall’, col, aceite

Por ejemplo, habla del antiguo uso del cascall (adormidera), de «potentes virtudes analgésicas», como se indica en la ‘Enciclopèdia d’Ibiza i Formentera’: bastaba un vaho de su cocción para resolver un dolor de muelas, si bien algunos lo han empleado para peligrosos usos recreativos (su cultivo está penado por la ley, pues «del látex de sus cápsulas se obtienen opio y morfina, y de esta, la heroína», se indica en ese compendio pitiuso). «Hay mucha gente con mucho conocimiento. Las generaciones más jóvenes no lo estamos aprovechando. La tesis, en ese sentido, quiere recoger ese conocimiento. Cristòfol Guerau de Arellano [biólogo] y Néstor Torres [botánico] hicieron trabajos de etnobotánica. Yo hago una aportación más».

Las mujeres, asegura González, «son las que tienen un mayor conocimiento medicinal de las plantas, más que los hombres. Ellos suelen saber más sobre el huerto». La ingeniera explica, por ejemplo, lo que recomendaban para aquellas mujeres que, tras tener un hijo, daban el pecho y este se les inflamaba (mastitis): «Tenían muy claro que había que coger hojas de col y colocarlas en el pecho para bajar la inflamación, o masajearlos con un peine y aceite de oliva». ¿Y eso es eficaz? «Sí, sí, yo lo he probado. Va bien», afirma.

Hasta no hace mucho, esos conocimientos los usaban reconocidos curanderos ibicencos, como na Pouassa, de Jesús, o Sastre, de Buscastell. «Me sentaba en una silla del porxo de su casa, medio a oscuras, y desde atrás me cogía de los brazos y estiraba para arriba. Si los pulgares no coincidían, significaba que tenía ventre caigut. Y luego me pasaba a una habitación, me tumbaba encima y venga friegas con alcohol en el abdomen», cuenta a este diario una mujer a la que trató na Pouassa hace unos 40 años. «Había unas mujeres que ejercían de curanderas, pero no las he podido entrevistar porque ya no estaban vivas. Mucha gente me habló de una de la zona de Sant Miquel que iba a ayudar a los partos, a los que acudía con un cistelló d’herbes. Pero los hijos no se acordaban ya de qué llevaba en ese cesto. Esas cosas se van perdiendo», señala Rodríguez. Para la regla, cuando dolía, «uno de los remedios era añadir un poquito de ruda al vino. También es abortiva a partir de cierta cantidad. Pero en la receta tradicional de las herbes eivissenques se pone un poquito». La ruda se usaba, además de para regular la menstruación y como método abortivo, para acabar con la solitaria. Mejor eviten rozarla cuando caminen por el campo.

Viñas «únicas»

En cuanto a las viñas, González hizo un estudio genético y otro morfológico, tras los que comprobó que había seis tipos «que sólo se encuentran en Ibiza». Se trata de Colló de gall, Grec, Maçanet, VIEIV015-Maçanet, Morzacà y Vermelleta. «Las hemos comparado con una base de datos que contiene 8.000 perfiles genéticos de viñas de todo el mundo», explica. Resultado: eran únicas. Durante dos años visitó una docena de parcelas de viñas, entrevistó a 15 payeses y realizó mediciones de sus hojas, floración, racimos y uvas «para hacer la parte ampelográfica» (una descripción de las vides). Luego, de las hojas extrajo material de ADN para el análisis genético y así proceder a la comparación.

Las seis variedades descubiertas «están muy al borde de perderse, pues son antiguas, algunas con más de 40 y 50 años»

Uno de los resultados más llamativos fue la detección de la existencia de «mutaciones somáticas, como la del cultivo llamado Beba (el Palop local), que tenía color de piel blanca y rosada para dos accesiones», el Palop blanc, y otra para el Palop vermell. También ha identificado diez nombres de accesiones de viñas como nuevos sinónimos. Entre ellas, «las cuatro de Monestrell, tres de Ibiza y una de Formentera, han sido identificadas como los mismos genotipos del cultivo Llora. Sant Jaume y Santa Margalida son sinónimos del cultivo Santa Magdalena», se explica en su trabajo, realizado «desde un punto de vista diferente a la mayoría de estudios similares llevados a cabo en Europa, ya que utiliza entrevistas etnobotánicas para seleccionar muestras en parcelas con la idea de recuperar cultivos que no están documentados oficialmente y también para recopilar información que pueda ayudar a identificar los cultivos y su origen».

Las aún no encontradas

Las doce parcelas con vides analizadas están en el sur de Ibiza, la mayoría en Sant Josep (9); otra está en Puig d’en Valls, y otras dos, en Formentera: «Lo ideal sería hacer un estudio de las dos islas al completo. Hay media docena de variedades que nos han nombrado los agricultores y que no hemos encontrado. Y estoy segura de que están». Haberlas, haylas, cree. Por ejemplo, está convencida de que hay más de la variedad Monestrell: «Los agricultores diferenciaban súper bien las tres variedades encontradas, pero nos nombraron otras. El misterio que hay que resolver es saber si son diferentes o no».

Ingeniería genética

De Monestrell y Grec, «hay cultivos grandes» en las Pitiusas: «El 75% de las parras de Ibiza son de Monestrell. Las puntuales son las de Colló de gall (he encontrado sólo cuatro plantas), Grec, Maçanet, VIEIV015-Maçanet, Morzacà y Vermelleta. Están muy al borde de perderse, pues son plantas antiguas, algunas con más de 40 y 50 años».

Al respecto, considera que «es importante tener este material genético conservado para ir haciendo adaptaciones y mejoras mediante ingeniería genética», lo que facilitaría, a su juicio, su supervivencia, algo que también podría conseguirse mediante microvinificación, la elaboración de vino a pequeña escala: «Para las bodegas sería interesante hacerlo con esas variedades nuevas que hemos encontrado, pues supondría una diferenciación para el producto local». In vino veritas, y quizás la salvación de esas seis peculiares viñas.

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Si bien los seis nuevos genotipos que no habían sido publicados hasta ahora «no estaban registrados en ninguna base de datos, los agricultores conocían esas variedades de toda la vida», subraya Rodríguez, a quien le gustaría saber su origen: «Por genética hemos comprobado qué relación tienen con otras variedades. Sale que una parte tiene una fuerte de relación con variedades francesas y griegas. Pero es que los fenicios entraron también por Francia, por Marsella. Hay conexiones que tenemos que estudiar». 

Uno de los resultados que más le asombró fue que al analizar el monestrell, comprobó que realmente «era una variedad que se llama Llora. No era el monestrell normal». Recuerda que un ‘pagès’ ya le había advertido de que el monestrell que él había visto fuera de la isla no era como el de aquí: «Sin quererlo, me había dado la pista. Luego comprobé que tenía razón». 

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