Drama de una docente por culpa de la vivienda: «Despedirme de mi familia cada domingo es brutal»

Cinco profesoras cuentan su caso respecto a la vivienda en Ibiza: algunas ante la perspectiva de tener que aceptar una plaza en la isla el próximo curso, otras exponiendo su realidad tras la mudanza

Claudia Sintes en una protesta de docentes en Ibiza

Claudia Sintes en una protesta de docentes en Ibiza / Toni Escobar

Isaac Vaquer

Isaac Vaquer

La falta de profesores es un problema en las Pitiusas. Este curso se inició con un déficit de más de un centenar de docentes. El problema fundamental: la vivienda. Trasladarse a trabajar a Ibiza implica alquilar una casa a un precio desorbitado o una habitación también muy cara. Si bien muchas ofertas en portales de vivienda son específicas para profesores, generalmente son para el periodo de invierno, con el objetivo de tenerlas libres en verano para dedicarlas al alquiler turístico.

El profesor, en Ibiza, es un ser trashumante, que vive durante el curso en un la isla y regresa con su familia en la época estival, con todos sus enseres a cuestas. Como un caracol, debe llevarse su casa consigo en junio para traerla de regreso en septiembre. Una realidad que no es nueva, pero que se ha hecho especialmente patente tras el reciente proceso de estabilización del profesorado en Balears, que ha llevado a prácticamente todos los opositores aprobados de Mallorca y Menorca a obtener plaza en las Pitiusas.

Vivir en Mallorca y volar a Ibiza como la opción más barata

Marta Ocaña quedó la número 13 de los 75 candidatos, por lo que le dieron la plaza definitiva. Después de tres años de sacrificio y esfuerzo, cuando por fin la ha conseguido se encuentra con nuevos obstáculos. La plaza está en Santa Eulària des Riu. Obtenerla en Ibiza es más un castigo que un premio. «No puedo permitirme un alquiler en Ibiza, tengo una hipoteca en Mallorca y toda una vida hecha en esta isla. He llegado a decir: ojalá no hubiera aprobado».

Su conocimiento de la situación no viene sólo de los medios de comunicación. Ha hablado con compañeros de Mallorca que están en prácticas en Ibiza. «Sé de gente que está yendo varios días por semana en avión porque le sale más rentable que pagar alojamiento», explica.

Ante esta situación, ve como única alternativa optar a una media jornada e ir y venir varios días a la semana. Ya ha hecho cálculos. El alquiler de una habitación en una vivienda compartida costaría, con suerte, entre 600 y 700 euros. Viajar tres veces por semana entre Mallorca y Ibiza: de 450 a 500 euros. «Es una impotencia muy grande. Claro, la gente me dice: eres joven, no tienes ataduras familiares. Pero tengo una vida aquí. Mi pareja está en Mallorca y tengo un perro». Sabe que, si ya es difícil encontrar alojamiento en Ibiza, la cosa se complica todavía más con mascota.

Para ella será la única alternativa. «¿Renunciar a la plaza? Ni me lo planteo, antes prefiero el trajín de ir y volver en avión. He luchado por este trabajo, era mi sueño y ahora no puedo renunciar a él, aunque se haya convertido en una pesadilla». La perspectiva de los próximos años le genera «ansiedad y noches sin dormir». Se consuela pensando que, al haber recibido la plaza definitiva, empieza a contar el plazo para regresar. Si la hubieran destinado a Ibiza sin plaza el panorama sería peor. Ahora tendrá que esperar mínimo dos años para poder optar a un concurso de traslados. Asegura que volverá a Mallorca en cuanto pueda.

A la espera de las comisiones de servicios para quedarse en casa

La mejor nota de Balears en la oposición de la especialidad de Audición y Lenguaje también es una de las condenadas a trasladarse de isla. Silvia Coll aprobó las oposiciones el año pasado, pero, a pesar de su buena nota, supuso que no le tocaría plaza. En su especialidad no hay mucha oferta y el proceso de estabilización no jugaba a su favor.

Silvia Coll, en la pizarra, durante una clase

Silvia Coll, en la pizarra, durante las clases que ejerce en Mallorca / DI

Cuál no fue su sorpresa cuando le dieron plaza. Al comprobarlo, llegó el mazazo, su destino para consolidar el puesto era Ibiza, el instituto Balàfia. Con un bebé de 18 meses y viviendo en Mallorca lo ve inviable: «Mi marido tiene en Mallorca su negocio, es inviable que la familia se traslade allí».

Para ella es una injusticia que este proceso de estabilización no sólo haya aumentado la competencia, sino que les haya relegado a los últimos: «Toda la gente que ha optado a plaza por estabilización se ha quedado en Mallorca y los opositores ¡hale!, a partir». Llegar a su objetivo le ha costado a Silvia cinco años. «Te has preparado para unos exámenes, con todo el esfuerzo que ello conlleva, y que haya gente a la que le regalan la plaza es frustrante», denuncia.

Su esperanza es poder optar a una de las comisiones de servicios que ha anunciado la conselleria de Educación. «Se supone que me la deberían dar, porque se dará preferencia a las personas con cargas familiares», especula. Si no obtuviera comisión, optaría de todos modos a su plaza: «Llevo años trabajando para esto y renunciar a ello sería tirar estos años a la basura. Pero a nivel familiar y psicológico sería muy duro. Mi hijo ha sufrido un problema de salud importante, dejarlo solo sería muy duro».

Cuando ser interino tiene más ventajas que ser funcionario

Melani Subirats todavía tiene la esperanza de que se «alineen los astros» y en la adjudicación definitiva obtenga plaza en Menorca o incluso que la pongan en expectativa (aprobada, pero a la espera de una plaza). De momento, su destino provisional es Ibiza y no lo considera una opción. Ella es de las estabilizadas, pero sin premio

Aprobó la oposición en 2021, a la primera. Venía de haber sido profesora de idiomas en una academia durante una década y sacó la segunda mejor nota de Menorca. Sin embargo, toda la experiencia educativa fuera del sistema reglado no le sumaba puntos: «Esa fue la primera injusticia que me encontré. Como el 40% de la nota son los méritos y se considera que no tengo experiencia pasé de la segunda a la sexta». Había cinco plazas, así que se quedó fuera por 0,2 puntos.

Entró como interina y, para su sorpresa, empezaron a llamarla desde aquel año. Podía ejercer y hacerlo en Menorca. En idiomas las cosas se movían bastante. Cuando salió el proceso de estabilización decidió apuntarse y a pesar de que no daba un duro por obtener una de las plazas, la consiguió. Quedó a la espera y la ubicaron provisionalmente en un centro delante de su casa, era por un año.

Tocó optar a la plaza definitiva. No esperaba repetir suerte, pero al menos sí que le tocase plaza en Menorca. Con las listas llegó el jarro de agua fría: Ibiza y como apoyo de Lengua. Una de las últimas opciones que había puesto entre las 300 que marcó en una especialidad que no es la suya. Lo sorprendente es que asegura que corrigió esas opciones y ha presentado un recurso. Esa es la alineación de los astros.

Se plantea renuncia al funcionariado si se ve obligada a trasladarse a Ibiza. «Si soy interina ya he visto que tengo plazas en Inglés o en Francés en Menorca, porque puedo optar a las plazas de institutos y de la Escuela Oficial de Idiomas. En cambio, como funcionaria sólo puedo hacer Inglés y, visto lo visto, tendría que desplazarme a Ibiza o a Mallorca». Le duele, por el esfuerzo que le costó la oposición, pero el precio de ser funcionaria es demasiado elevado. Con una hipoteca en Menorca y pareja, trabajar en Ibiza es un sacrificio demasiado grande.

El problema de la vivienda en Ibiza y sus múltiples caras

Cuando llegó a Ibiza, Julia Dasí aceptaba las pegas del destino. No tenía ataduras familiares y vino como profesora al instituto Quartò de Portmany en septiembre de 2020. Encontró un piso de temporada. Ningún problema. Si la cosa se torcía siempre podía irse a vivir a Valencia. Ese primer año conoció a un chico, el que se convertiría en el padre de su hijo. Sin embargo, «las cosas no salieron bien». Julia decidió separarse de su pareja, pero no era posible. La vivienda los unía. «No podíamos dejar de vivir juntos porque no encontrábamos otra vivienda. No sé si él tenía opción, pero fueron unos meses muy complicados. No encontré nada que pudiese pagar», recuerda. Fueron meses complicados «de discusiones continuas entre dos personas que realmente no querían vivir juntas».

Julia Dasí en una de sus excursiones por Ibiza

Julia Dasí en una de sus excursiones por Ibiza / DI

Una realidad que se produce a pesar de reconocer que los profesores tienen un buen sueldo, pero tras un año mirando no encontraba nada por debajo de los 1.500 euros. Eso, sumado a las cargas de una madre soltera, era una condena a final de mes.

Dice que la vivienda puede que la acabe obligando a volver a Valencia: «Si en algún momento quiero comprar una vivienda, por los 300.000 euros que aquí se paga por un piso normal, en Valencia tengo una casa de tres plantas con piscina. Es una pasada».

Volver a casa con la familia sólo los fines de semana

Claudia Sintes se desplazó el año pasado expresamente a Mallorca para hacer las oposiciones. Sacó plaza y la destinaron a Cala Ratjada. No era la mejor opción, pero la asumía. Sin embargo, cuando tocó la adjudicación definitiva la ubicaron en Ibiza.

«Tengo a mi marido y mis dos hijos en Menorca. Estamos pagando dos viviendas y es muy duro», expone. La doble insularidad es un drama para ella. Hay quien se plantea viajar desde Mallorca, desde Menorca es inviable. Los dos vuelos necesarios para llegar Ibiza hacen imposible estar aquí a primera hora. Ya hacerlo una vez a la semana es todo un periplo: «tengo que coger cuatro aviones para poder ver a mi familia cada semana». «Nadie se preocupa de casos como el mío, no recibimos ayuda económica ni psicológica. No hacen nada y ahora nos prometen unas comisiones de servicios sin garantías. No sabemos si podremos volver a casa porque ocultan cuántas plazas ofrecerán», denuncia.

Esta fue la situación que le llevó a perder un día de su fin de semana para protestar en Ibiza por esta situación: «Los domingos las despedidas son brutales. Cuando no lloro yo, llora mi hija, si no es mi hijo. No tengo ni días de libre disposición porque soy funcionaria en prácticas. Me he perdido el cumpleaños de mi hija y ya sé que no podré celebrar con mi familia el mío. Es muy duro».

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