Arqueología en Ibiza: Las ofrendas a la diosa Tanit

El MAEF revela los secretos de los rituales a la diosa púnica en el santuario de es Culleram a través de un taller de terracotas

En la cueva de Sant Vicent se hallaron más de 600 piezas enteras y miles de cabezas de exvotos que presidían el ritual

Vídeo: Así ha sido el taller de Terracota en Ibiza

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

Josep Àngel Costa

La dactiloscopia no solo sirve para encontrar criminales. El estudio de las huellas dactilares permitió atribuir la autoría de ‘La bella Principessa’ a Leonardo Da Vinci en 2009. El cuadro se había subastado diez años antes por solo 17.500 euros. Su valor se multiplicó hasta los 120 millones al revelarse que era obra del genio florentino.

En Ibiza, la policía científica también intentó contribuir con estas técnicas para ahondar en las investigaciones arqueológicas de los centenares de terracotas halladas en el santuario púnico de es Culleram. Estas cerámicas, ofrecidas como exvotos a la diosa Tanit, se creaban en serie y, en su interior, quedaban marcas al presionar la arcilla sobre los moldes.

«La superficie era muy rugosa y no era adecuada para recoger las huellas dactilares», detalla la restauradora del Museu Arqueològic d'Eivissa i Formentera (MAEF), Helena Jiménez. Sin embargo, aquel intento acabó resultando de gran utilidad. Los investigadores detectaron que los dedos eran muy pequeños, así que las manos que trabajaron aquellas piezas eran de mujeres o de niños.

La explicación de Jiménez sorprende a las 25 personas que participan en el taller de terracotas que acaba de empezar en el Museo Monográfico de es Puig des Molins. Se trata de una de las actividades organizadas para conmemorar el centenario del descubrimiento de una placa que fue trascendental para comprender la importancia ritual de es Culleram.

La placa de bronce de es Culleram la descubrió un vecino de sa Cala, Pep Marí, ‘Figueretes’, en 1923

«Para nuestra señora Tinnit, la poderosa», rezan los caracteres inscritos sobre aquella pieza de bronce. Un vecino de Sant Vicent de sa Cala, Pep Marí, Figueretes, fue el responsable de ese hallazgo fortuito en 1923.

Aunque el santuario había sido descubierto en 1907, la placa permitió conocer que Tanit era la deidad que tutelaba la cueva y que allí existiría un grupo de sacerdotes a su servicio. A estos religiosos se compraban las terracotas que luego se ofrecían a la diosa, acompañada de un sacrificio.

El rito

Aunque sobre la civilización fenicio-púnica pesa el estigma de los sacrificios humanos, una leyenda negra ampliamente difundida por la propaganda del archienemigo romano, Jiménez aclara que en es Culleram solo se encontraron restos animales.

Las técnicas de elaboración de los exvotos por parte de los púnicos en Ibiza solo pueden conocerse a través de deducciones, porque no se han encontrado pistas de sus talleres. En cambio, se conoce que los romanos, griegos y egipcios, que legaron más información, llegaban a utilizara esclavos para la alfarería.

«Así que vamos a hacer un pequeño experimento, porque trabajamos con hipótesis sobre cómo trabajaban el barro», subraya Jiménez. Los 25 participantes en la jornada ya están listos para moldear figuras idénticas a las que los púnicos dedicaban a Tanit. Así, gracias a un taller de artesanía, todos ellos pueden hacerse una idea de la cosmovisión de los antiguos habitantes de Ibosim.

De hecho, algunas costumbres que siguen vigentes indican que, en muchos aspectos, no hemos cambiado tanto. Pagar para el exvoto de Tanit en es Culleram, como hacían los devotos en los siglos IV o III a.C. «es como las velas que se venden ahora en la iglesia», compara Jiménez.

Piezas únicas en el mundo

«Los diarios de las primeras excavaciones de la Sociedad Arqueológica Ebusitana en es Culleram muestran que era un yacimiento superagradecido, porque, a cada golpe que daban con el pico, salían figuritas o las cabecitas que se les habían desprendido», destaca la arqueóloga y conservadora del MAEF, Maria Bofill. En la cueva de Sant Vicent extrajeron más de 600 piezas enteras y miles de testas.

Las terracotas de es Culleram son piezas únicas en el mundo porque se elaboraban para la diosa Tanit en el entrono del propio santuario

Todas ellas son únicas en el mundo porque, aunque se encuentren exvotos con similitudes en el resto del mundo fenicio-púnico, se elaboraban específicamente para la diosa Tanit en el entorno del propio santuario. No se ha encontrado este tipo de terratoca en ningún otro punto de la isla. Igualmente, los dedos pequeños en el interior de las cerámicas nos dan más pistas. «Era un trabajo familiar que no solo se limitaba a los artesanos, sino que se podía hacer en serie rápidamente», apunta la arqueóloga y técnica de didáctica del MAEF, Carmen Mezquida.

Para la preparación de la arcilla y el horneado se requería más fuerza, por lo que se reservaría a los hombres, mientras que aplastar el barro en el molde era tarea fácil para las mujeres y los pequeños. «En la antigüedad era común que los oficios pasaran de padres a hijos, así que aquellos niños se convertirían en alfareros al crecer», aclara Mezquida.

Aunque se ha encontrado una ingente cantidad de terracotas en es Culleram, su tipología se limita a 26 clases, de momento. Para ello, ha tenido un papel clave las investigación de María Eugenia Aubet, en 1969, posteriormente ampliada por Mari Cruz Marín Ceballos. A través de una comparativa de los tocados, peinados, o motivos decorativos en el pecho o el vestido, similar al juego de ‘Quién es Quién’, han diferenciado estas matrices de Tanit.

Ofrenda y deidad

Los moldes se gastaban con el tiempo, así que algunos exvotos «son un auténtico adefesio», bromea Jiménez. Es el caso de una pieza que tachan como «la de la rinoplastia», porque su nariz parace hecha con prisas y con un pellizco de arcilla añadido.

De todas maneras, todas tenían carácter sagrado, porque son una ofrenda a una deidad y, a su vez, representan a la propia diosa. Por ello, no se les daba una segunda vida, sino que se depositaban en un pozo el sancta sanctorum del santuario, al fondo de la cueva. Allí también se dejarían las cenizas de las vísceras de las cabras, ovejas, cerdos o palomas sacrificados que compraban a los religiosos, en función de lo quisiera gastar quien hacía la ofrenda. También se criaban específicamente para el santuario. En cambio, la carne del animal no se quemaba, sino que se repartía con el sacerdote.

Suscríbete para seguir leyendo