Obituario: Muere Antonio Marí Calbet

Antonio Marí Calbet: el último insularista ibicenco

La vida de Antonio Marí Calbet, digna de una película de acción, le llevó a ejercer de médico en plena guerra de independencia del Congo belga antes de regresar a Ibiza, donde fue presidente del entonces Consell pitiuso entre 1987 y 1999

De joven, subido a una Vespa. | ARCHIVO FAMILIAR

De joven, subido a una Vespa. | ARCHIVO FAMILIAR / Joan Lluís Ferrer

Hay lobos con piel de cordero pero también hay corderos con piel de lobo. Antonio Marí Calbet (Ibiza, 1932-2023) era de esas personas cuya sola presencia imponía respeto y hasta temor. Incluso en su madurez, era un hombre fornido y de facciones duras que bien podría haber pasado por un galán de Hollywood a punto de jubilarse o por un coronel retirado de pasado aventurero, porque aventuras sí hubo en su vida. Nada más empezar a hablar, su rostro severo y aparentemente malhumorado confirmaba un carácter indómito, imponente e incontrolable. Incluso cuando estaba de buen humor su conversación semejaba una bronca en toda regla. La verdad es que amedrentaba a cualquiera que no supiera que esa era, sencillamente, su forma de hablar. Ahora bien, cuando realmente estaba enfadado, más valía quitarse de enmedio, porque hay políticos en las islas que aún recuerdan cómo le agarró de las solapas para aclarar alguna diferencia.

Con su hermano Alonso, fallecido en 2019. | ARCHIVO FAMILIAR

Con su hermano Alonso, fallecido en 2019. | ARCHIVO FAMILIAR / Joan Lluís Ferrer

‘El hijo del trueno’, le llamó el fallecido periodista José Manuel Piña en uno de sus memorables retratos hace ya años. En realidad, cuando lograba reír bajo su mostacho asomaban esos dos dientecillos separados que le daban un aire de pillastre y delataban un interior mucho más humano del que reflejaba su fachada.

Marí Calbet, en una entrevista con Diario de Ibiza, cuando dejó el cargo de presidente del Consell. | J. A. RIERA

Marí Calbet, de joven, subido a una Vespa. / Archivo familiar

Hoy en día, pocos saben quién fue Antonio Marí Calbet, pero hace treinta años era imposible no saberlo, pues ha sido el político ibicenco, como presidente del Consell entre 1987 y 1999, que más ha hecho valer a esta institución y que más la ha defendido frente al secular centralismo mallorquín, imperecedero enemigo de la autonomía pitiusa. No fue la suya una política de pose o disimulo, como lo demuestran algunos episodios que ilustran su modus operandi. Cuando un conseller de Hacienda del Govern balear que presidía Gabriel Cañellas (con el que siempre congenió) se resistía a transferir cierta cantidad al Consell, Marí Calbet aprovechó un trayecto en barca a Formentera para acorralarle contra la borda mientras le acercaba su rostro iracundo y le advertía: «O me das el dinero que te pido o te tiro al mar ahora mismo». Le solía funcionar. Si así se empleaba con los suyos, es fácil adivinar cómo se las gastaba con la oposición. «Es una babosa asquerosa», dijo una vez de un diputado socialista del Parlament. «Permítame que le diga que no tiene usted ni puta idea de lo que está diciendo», le disparó una vez al portavoz del PSOE en el Consell en un pleno. De su boca no brotaban flores, precisamente.

En el hospital de Gemena, destrozado por un temporal. | ARCHIVO FAMILIAR

En el hospital de Gemena, destrozado por un temporal. | ARCHIVO FAMILIAR / Joan Lluís Ferrer

Ahora bien, su gestión pudo haber sido muy ibicenquista, pero también fue bajo su mandato cuando se desmadró la construcción en el suelo rústico y el turismo basura de Sant Antoni vivió su máximo auge. Marí Calbet como presidente; José Serra Escandell como alcalde de Sant Josep y Vicent Guasch como alcalde de Santa Eulària protagonizaron una expansión urbanística como jamás se había visto en la isla de Ibiza y, juntos, impulsaron la mayor oleada de cemento y asfalto de la historia local. No había proyecto urbanístico que no le pareciera bien a Marí Calbet y su equipo, incluyendo la urbanización de sa Sal Rossa o el campo de golf de Cala d’Hort, paraje natural que máxima importancia ambiental. «Aquello solo es un erial», comentó en un debate público.

Con dos monjas, en un poblado del Congo. | ARCHIVO FAMILIAR

Con dos monjas, en un poblado del Congo. | ARCHIVO FAMILIAR / Joan Lluís Ferrer

Toni Busquets entró en política por casualidad, como suele suceder siempre. Ejerciendo de médico ginecólogo recibió la oferta de entrar en la lista del Consell. «Tranquilo. Si ganas, en realidad no tendrás que hacer nada», le dijeron. Y, embaucado de esta manera, acabó de responsabilidades hasta las orejas.

La etapa en el Congo

Pero la política solo ocupó la recta final de su vida activa. Su trayectoria como médico en el Congo belga coincidiendo con la independencia de esta colonia africana daría para una novela. Allí se dedicaba a vacunar a la población indígena dentro de un programa de la OMS y a menudo tenía que competir con los brujos y hechiceros de las tribus: «Les dije que no los quería ver por el hospital y que no dieran nada a los enfermos. Si yo iba a las siete de la mañana, ellos ya habían ido a las seis», recuerda en sus memorias, ‘Antoni Marí Calbet. Memòries d’un polític eivissenc’, publicadas por Genial Edicions Culturals en 2002.

Cuando estallaron las revueltas indígenas en el proceso de independencia congoleño, el ambiente era bélico y todos los occidentales temían por su vida. La casa de Marí Calbet y su esposa, Maryse Renneson (indiscutible puntal en su vida y fallecida este mismo año), era un verdadero arsenal: «Nos habíamos armado de tal manera que levantabas una cortina y caía un fusil, movías otra cosa y salía otra arma, pero era normal. Mientras teníamos a las mujeres y a los niños en la casa, decíamos: «A nosotros nos matarán, pero moriremos matando si es necesario», explicaba entonces.

Con su pequeña hija Beatriz y con Maryse embarazada tuvieron que salir atropelladamente al aeropuerto para tratar de coger un avión y huir de un país envuelto en el más absoluto desorden, donde los blancos eran el objetivo natural.

En plena huida y entre múltiples peripecias que podrían haber costado la vida a toda la familia, Marí Calbet su cruzó en el aeropuerto con el líder izquierdista Patrice Lumumba, que en esos momentos se disputaba el gobierno del país con el derechista Joseph Kasavubu. La reacción del ibicenco no fue precisamente cortés, pues «aproveché para lanzarle un escupitajo», afirma en el libro. «Reacciones que uno tiene. Estábamos alterados, porque había habido muertes y violaciones a tutiplén y, aunque a ti no te haya pasado nada, te afecta», justificaba.

Ya de regreso a Ibiza y, tras una etapa profesional como médico en la isla, terminó metido en política hasta el cuello. No, ser presidente del Consell no era algo superfluo, como le habían dicho. Pero incluso hubo un momento en que Marí Calbet pudo haber sido presidente del Govern balear. ¿Realmente hubo posibilidades de ello? Sucedió cuando en 1996, tras el tormentoso cese de Gabriel Cañellas, Cristòfol Soler fue depuesto del cargo a los pocos meses por sus propios diputados. Se acabaría eligiendo como sucesor a Jaume Matas, pero antes se le ofreció el cargo a Marí Calbet.

«Hubo una reunión y me dijeron: tú. Y yo respondí: ¿yo? Yo soy el presidente del Consell de Ibiza y Formentera, que es lo que me interesa y no quiero saber nada del Govern», explicaba. Pero, además, él sabía que un ibicenco nunca podrá ser presidente del Govern: «Les dije: tened en cuenta una cosa: un menorquín o un ibicenco, como sea alguien muy especial, os lo comeréis y no le dejaréis vivir».

En una época como la actual, en que el Consell amenaza con convertirse en una mera sucursal de Mallorca, con competencias cada vez más menguadas, Marí Calbet ha sido el político que mejor ha defendido el autogobierno de la institución.

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