Turismo

Los hoteles de Ibiza admiten que ser sostenible únicamente es rentable a largo plazo

Los hoteleros reconocen en la primera mesa de trabajo de las jornadas de sostenibilidad, celebradas en Platja d’en Bossa, que el turismo crea «un impacto que hay que minimizar» y que la apuesta por la sostenibilidad tiene, sobre todo, réditos inmateriales

Los participantes en la mesa redonda celebrada en un hotel de Platja d’en Bossa.

Los participantes en la mesa redonda celebrada en un hotel de Platja d’en Bossa. / Vicent Marí

«No es tan fácil ser verde», decía la rana Gustavo, aquella creación de Jim Herson. Y ayer lo confirmó la decena de hoteleros que participó en la primera mesa de trabajo de las jornadas de sostenibilidad promovidas por Palladium Hotel Group y ECO-ONE, celebradas en un establecimiento de lujo de la cadena con un formato extraño: los invitados contaron sus historias sentados en sofás y sin público. La principal conclusión: que ser sostenible, además de no ser fácil, da caché a la empresa, pero poco más. Su rentabilidad debe medirse, coinciden todos, en los resultados inmateriales. En lo económico, la rentabilidad se logra (no siempre) a largo plazo, muy largo plazo, y por retornos que, de nuevo, suelen ser inmateriales.

Esta última palabra es justo la que emplea Roberto González, responsable de protección y responsabilidad ambiental de Vibra Hotels, para definir esa otra manera de sacar rédito a la apuesta por la sostenibilidad: «Hay otro tipo de rentabilidad, la inmaterial».

Rentable pero...

La anfitriona, Gloria Juste, que es corporate director of Social Responsibility/Sustainability de Palladium Hotel Group, cree que «sí es rentable». Aunque esa afirmación es muy alambicada: «Se hace un esfuerzo, pero los impactos logrados hacen que compense». Entiéndase «esfuerzo» como gasto, el dinero que se invierte. Económicamente, reconoce que no todos los proyectos tienen una rentabilidad (económica, de retorno del dinero) garantizada: «Pero bastantes iniciativas la tienen».

Chatarrero de la sostenibilidad

Marc Rahola Matutes, CEO & Founder de OD Group, que se define como «chatarrero de la sostenibilidad», huye de lo prosaico (la rentabilidad económica) y se abraza a la poética (y su justicia): «Hay cosas que no se pueden medir. Lo importante es crear un impacto positivo». Y menciona a continuación los 566.000 almendros que ha plantado entre Lleida y Zaragoza o las lámparas de material reciclado de sus hoteles. Se define chatarrero de la sostenibilidad porque, por ejemplo, restaura edificios en desuso o abandonados para «regenerar su valor». «No hacemos greenwashing. Para nosotros sale de manera bastante natural», afirma. También navega entre la prosa y la lírica Marta Cardoso, directora de Sostenibilidad de Six Senses: «Unos proyectos de sostenibilidad tienen retorno, otros los hacemos por amor».

Matthieu Thiam, director de Can Salia, de Intercorp Hospitality Group, también cree que la rentabilidad se consigue a largo plazo, y pone el ejemplo de la bahía de Portmany: vistas las fotos de cómo era hace medio siglo y de cómo es ahora, o se empieza a cuidar todo o en pocas décadas no quedará nada, advierte. Y sin nada no hay negocio hotelero. Ese es el beneficio inmaterial al que aluden todos, como Raquel Andreu, directora General de Aguas de Ibiza: «Se puede sacar rentabilidad desde otro punto de vista». La intangible, la de un mundo y un futuro mejor... también para los negocios.

«Hay proyectos que no son posibles, que quedan bien en el papel, pero la realidad luego es otra. Hay que estudiarlos bien».

Jaboncitos

Más materialista (y realista) es Paola Sastre, directora de operaciones de Sirenis Hotels & Resorts: «Hay proyectos que no son posibles, que quedan bien en el papel, pero la realidad luego es otra. Hay que estudiarlos bien». En su cadena apostaron por un proyecto «que fuera real»: la reducción de residuos grasos. Una empresa les filtra el aceite de las freidoras, lo que les permite alargar su vida «dos o tres semanas más». Y al cabo de ese tiempo lo convierten en jaboncitos olorosos que regalan a quienes se hospedan en sus establecimientos. Han logrado así ahorrar un 18% de aceite y reducir un 48% sus residuos, además de quedar de maravilla con sus clientes. En Can Salia van a hacer también jabones, pero con los posos del café.

Matthieu Thiam, el director de Can Salia, reconoce que el turismo «deja huella», razón por la que su empresa decidió «minimizarlo». Para ello, cuando renovaron el hotel en 2020 revistieron toda la fachada con cinco centímetros de un material que la aísla térmicamente el edificio, el Sate.

Un filón de sostenibilidad

En el lujoso Aguas de Ibiza, incluso tuvieron suerte. Cuando empezaron su construcción se toparon con un filón de sostenibilidad, tal como contó Raquel Andreu, su directora general: «Encontramos un pozo de agua dulce debajo del hotel. Se decidió usarlo para hacer un uso más apto de los recursos. Empleamos esa agua en un circuito cerrado de climatización y luego la devolvemos al manantial. El calor que generan las plantas frigoríficas sirve para calentar las piscinas».

«Los grandes consumidores de agua no son los hoteleros, sino las villas»

Manuel Sendino, gerente de la Federación Empresarial Hotelera de Eivissa y Formentera, se caracteriza por su prudencia y por ser un descreído: «Tengo la impresión de estar en una secta. Esto empieza a ser un poco obsesivo». Se refería a la sostenibilidad. Hace sólo unos días, su jefa, la presidenta de los hoteleros, Ana Godillo, ya dijo que sí a la sostenibilidad, pero sin imposiciones y cada uno a su ritmo. De hecho, pide que el plan de circularidad del Govern «no sea obligatorio».

El gerente de los hoteleros  destacó lo dicho en la mesa redonda por Alvar Lipszyc, director y propietario de Hacienda Na Xamena, a quien el Consistorio tardó diez años en facilitarle los contenedores para el reciclado: «Esto [de la sostenibilidad] es complicado. Hay un discurso público adaptado a lo políticamente correcto y nadie se atreve a contradecirlo». Él tampoco dijo más al respecto, pero lo que piensa quedó claro: «La sostenibildiad es algo que siempre ha estado en el ADN del hotelero. Siempre se ha hecho». 

Sendino elogió, eso sí, el esfuerzo de Vibra Hotels —contado por su responsable de protección y responsabilidad ambiental, Roberto González— de triar incluso los residuos que generan los clientes en las habitaciones. La cadena emplea a un centro social de empleo, con el que el primer año (2022) ya ha logrado reciclar 12 toneladas. Este ya van por las 25 toneladas de 832 habitaciones de cinco hoteles. 

Sendino también puso sobre la mesa un dato para aclarar que el sector hotelero no es el Darth Vader de esta película: la alcaldesa de Santa Eulària, Carmen Ferrer, les expuso hace unos días unos datos que demuestran que «los grandes consumidores de agua no son los hoteleros, sino las villas. En términos por persona, su consumo es sideral. Me revuelve que tengamos tantas medidas para ahorrar hasta la última gota de agua y luego se permitan esos consumos [de las villas] tan fuera de rango».

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