Punta Arabí: El mercado que se inspiró en Goa

El Hippy Market cumple medio siglo de vida con una fiesta en el día de mayor afluencia de toda la temporada

En 1973, Lucio Moreira, el vendedor más veterano, propuso al Club Punta Arabí montar un mercadillo al estilo de los que vio en India

La diferencia entre subsistir y sobrevivir va mucho más allá de unos matices. Los padres de Victoria Caminos empezaron a vender artesanía en Punta Arabí como subsistencia. Para asegurarse la supervivencia, primero tuvieron que huir de la dictadura militar en Argentina.

Ella empezó a corretear por las callejuelas del Club Punta Arabí con solo ocho años y ahora es la secretaria de la Asociación de vendedores del Hippy Market. El próximo mes de septiembre cumple 50, los mismos que ahora celebra el mercadillo de es Canar. «Me pasaba todo el día guerreando con el resto de hijos de vendedores por las casitas del club y colándonos en la piscina», rememora Caminos.

Del suelo al puesto

Entonces, no todos contaban con un puesto de venta, con mesas y expositores. «Mi madre sí que tenía unos percheritos, porque vendía ropa. Pero recuerdo muchos artesanos en el suelo, con sus cosas sobre pareos, y muchas rastas. Era parecido, pero más alternativo, mientras que ahora, aunque se mantiene el mismo espíritu, todos estamos dados de alta como autónomos», apunta en su puesto de joyería.

Zona de restauración.

Zona de restauración. / MARIA MOLINA

Pocos años antes de que llegara la familia de Caminos a Ibiza, el flamante mercado era aún más alternativo. En Punta Arabí ahora solo queda uno de la decena de vendedores que, en 1973, participó en la primera temporada del Hippy Market. Ahora se llegan a concentrar medio millar.

Imbuido por el espíritu de la época, Lucio Moreira, originario de Río de Janeiro, se aventuró a conocer mundo y llegó a Goa, la Meca hippy de India. Después recaló en Ibiza y propuso al director del hotel Club Punta Arabí montar en sus callejuelas y jardines un mercadillo similar a los que conoció en la antigua colonia portuguesa, con jóvenes ofreciendo su artesanía.

La eclosión

«El director era un señor alemán que sabía hablar doce idiomas. ¡Doce y a la vez!», explica Moreira, aún sorprendido. «Se quedó encantando con la idea y nació el mercadillo». Entonces, el brasileño contaba solo con 24 años.

La decena de vendedores se «triplicó y cuadriplicó» en tan solo cuatro años». Pero su rápida eclosión con el boom turístico también acarreó algunos problemas de convivencia.

«Mucha gente quería venir a vender, hasta el punto que hubo peleas para entrar. Incluso había gente que venía a dormir dos días antes para asegurarse un sitio», explica Moreira. «Luego se organizó y, en la octava temporada, ya se empezó a adjudicar un lugar para cada uno».

En sus primera etapa, el carioca trabajaba el cuero para confeccionar ropa, después se pasó a la artesanía con alambre y ahora hace collares y pulseras a mano con el nombre del cliente. Le acompaña, desde hace 15 años, su hija Ananda.

hippy Market Punta Arabí.

Hippy Market Punta Arabí. / Sergio G. Canizares

Frente a ellos, bajo el porche de una de las edificaciones del club, se encuentra Joan Tur, Fluxà, con los productos que elabora su empresa familiar: hierbas, licores, dulces de guindilla o sales aromatizadas. Esta temporada añade su nueva creación, salsas «muy potentes» elaboradas con chile habanero o carolina reaper, la variedad más picante del mundo.

Ambiente familiar

Fluxà lleva 16 años vendiendo sus especialidades en es Canar y otros mercados. «La gracia de este sitio es que, como tiene un bosque dentro, es como si estuvieras trabajando en un jardín», valora. También le gusta que, entre los visitantes de Punta Arabí, aún abunda el turismo familiar y se ven muchos niños.

Uno de las imágenes más fotografiadas del mercadillo no es un puesto de artesanía. La furgoneta azul y blanca de Bonanza es uno de los grandes iconos de esta cita. En su interior, Lina Serra sirve a los clientes de Punta Arabí desde hace 13 años, pero de pequeña ya estaba familiarizada con los helados, granizados y horchata de la pastelería.

La furgoneta de los helados

El fundador de Bonanza, el mallorquín Guillermo Santandreu, adquirió el vehículo en 1968 para convertirla en punto de venta ambulante. «Cuando de pequeña bajaba los domingos a Vila con la familia, siempre pasábamos por el puesto de Bonanza, que solía estar cerca del Teatro Pereyra. ¡El helado era el mejor momento del día!», evoca.

Es frecuente que, cada verano, Serra conozca a algún visitante que se sorprende al reencontrarse con la furgoneta. El momento que más le emocionó fue el verano pasado, con el hijo de unos antiguos vendedores del mercadillo.

Uno de los vendidores del mercadillo.

Leo Moreira, el vendedor más veterano de Punta Arabí. / J.A.C.

«Era un joven que ahora vive en Suiza y que hacía 28 años que no venía a Ibiza. Se quedó alucinando cuando se encontró con que aún estaba aquí el mismo puesto de Bonanza». En estos reencuentros, algún cliente le ha llegada a confesar que, de niño, esperaba bajo la ventanilla a que cayera algún helado para agenciárselo.

Para celebrar el 50 aniversario del mercadillo, el Club Punta Arabí, en colaboración con la asociación de vendedores, ha preparado toda una jornada con espectáculos, sesiones de dj y actuaciones en vivo, todas ellas marcadas por la estética hippie que marcó su origen. Pero, paseando por sus callejuelas, aún abunda la inspiración psicodélica.

El dilema

Es el caso del puesto de camisetas 1984, donde suena el ‘Dark Side of The Moon’ de Pink Floyd. Entre los diseños de Àlex Moratalla, no faltan impresiones de Jim Morrisson, Bob Marley o Jimi Hendrix. En 1984, con 25 años, visitó Ibiza por primera vez, de camino a Formentera, pero no se establecería hasta 1988, su primer año como vendedor en Punta Arabí.

Había regentado una librería en Barcelona y, cuando a conoció a su mujer, le habían ofrecido un buen trabajo en el sector librero. «Estábamos en un momento en que nos planteamos llevar una vida como personas formales o nos íbamos a Ibiza. Al final, tomamos la decisión buena».

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