Torcaces en Ibiza: la plaga que diezma la vendimia

Las bodegas hacen un llamamiento para que la Administración se enfrente a la proliferación de estas aves

Las bandadas de estas aves han llegado a devorar el último mes hasta el 40% de la uva de Can Llaudis

Viñedo del vino Terrazas del Norte, en Sant Joan, protegido por redes. | OJO DE IBIZA

Viñedo del vino Terrazas del Norte, en Sant Joan, protegido por redes. | OJO DE IBIZA / Josep Àngel Costa

Aunque las redes antipájaros son bienvenidas como una salvación ante las torcaces y sirven para pequeños cultivos, resultan inviables para viñedos de cierta extensión. Tras probar diversas herramientas para combatir a estas palomas, como cañonazos de gas, todo tipo de espantapájaros o cetrería, los vitivinicultores no ven una salida sin una intervención firme de la Administración.

«Deberían tomar en serio esta plaga y no esperar a que sea demasiado tarde, como pasó con las serpientes», advierte Antoni Costa, de la bodega Can Maymó. «Es un bicho muy listo. Aquí no tiene ningún depredador natural y se multiplica cada año», apostilla.

Costa empezó el lunes a vendimiar la moscatel de grano menudo, la más temprana, y calcula que este año perderá entre el 25 y el 30% de la uva por la voracidad de estas aves. Sus vides se reparten en Sant Mateu, Santa Gertrudis y Corona, algunas de ellas en pendiente sobre colinas. Así que la opción de cubrirlas con redes para estas fechas se le complica sobremanera.

«Tenemos nueve hectáreas. Taparlas y destaparlas por 15 días, con la mano de obra, supone unos gastos inasumibles». Además, la inversión significaría incrementar cada año el precio del vino, otra opción que descarta. «Los caldos de Ibiza son buenos, pero entonces dejarían de ser competitivos cuando hay otros a precios irrisorios en el supermercado», indica.

Una bandada de torcaces en una finca de cereales.

Una bandada de torcaces en una finca de cereales. / D.I.

La enóloga Laura García fue pionera en el uso de estas redes antipájaros en la isla. Desembarcó hace una década para poner en marcha Ojo de Ibiza, el proyecto del productor ecológico Dieter Meier. En el sector vitivinícola, este suizo ganó su renombre por su bodega en Mendoza (Argentina), donde produce un millón de botellas anuales. Para el resto del mundo, es más conocido por haber sido el líder de Yello, uno de los grandes precursores de la música electrónica. De ahí su amor por Ibiza.

Impacto nunca visto

«Yo trabajo por otras zonas y nunca había visto un impacto como el que generan las torcaces aquí», apunta García. Cuando fue a vendimiar las primeras vides que plantó en Sant Joan, se encontró con que estaban esquilmadas. Desde 2016, trae redes cada año desde Francia.

«Al principio era viable, porque solo eran tres hectáreas, pero este año ya estamos en 12 y cubrirlo todo es demasiado costoso». Aun así, colocan esta protección en un 90% de sus viñedos, pero «es una locura». Eso sí, «las torcaces no pasan, son muy efectivas».

«Hacemos esta inversión porque estamos iniciando el proyecto y ahora lo damos todo, porque no podíamos permitir echar a perder un trabajo de diez años por culpa de los pájaros», subraya. La enóloga estima que el gasto que suponen las redes y su instalación encarece el kilo de la uva en 10 o 12 céntimos de euro, de manera que se sitúa en 1,12, cuando en la Península cuesta «0,50 céntimos bien pagados». «Tenemos algo de margen porque son vinos de cierto nivel y era indispensable que la uva fuera sana, pero si se aplica a un vino de tres euros, el impacto sería brutal», precisa.

A pesar de que estas redes han permitido que Ojo de Ibiza salga adelante, García tiene claro que no son más que «un parche cortoplacista» y que debe buscar una alternativa. No solo por el dispendio extra que supone, que, desde el año pasado, se suma al sobrecoste de traer a una cuadrilla de fuera para la vendimia.

Viñedo del vino Terrazas del Norte, en Sant Joan, protegido por redes. | OJO DE IBIZA

Racimos devorados por las torcaces. / V.Marí

Además, las redes le crean un dilema como explotación ecológica. Estas mallas son de quita y pon y hay que comprar cada año solo para proteger la uva desde que ha enverado hasta que se recoge en su momento óptimo. «Este año, serán unos 10 días», precisa. Una vez instaladas, ya no pueden entrar maquinaria.

Demasiada extensión para las redes

Stella González

Can Llaudis, por su latitud más al sur, suele ser la cosecha más tempranera de Balears. Este año, empezaron el 24 de julio y acabaron el 28. Pese a la calidad que prometen los caldos, no tienen buenas noticias. «Hemos perdido un 40% de las uvas. Es muy triste estar todo el año trabajando y que las torcaces lo devoren todo», lamenta González.

Hay otra razón que agrava este malestar, ya que las consecuencias podrían haber sido mucho menores de no haberse topado con las trabas burocráticas. A principios de mayo, Can Rich solicitó el permiso al Consell para que los cazadores pudieran disparar a las torcaces en sus viñedos, una medida excepcional para combatir la plaga en la que colaboran voluntarios de la Federación Balear de Caza.

La autorización del Consell para la finca de Buscastell llegó el 4 de julio y se acompaña del uso de los cañones de gas. En el caso de Can Llaudis, al encontrarse en el Parque Natural, se tenía que derivar la solicitud a la conselleria de Medio Ambiente del Govern. La respuesta no llegó hasta el 4 de julio, dos meses después. «Ya se habían zampado casi todo».

Pese a que, en la práctica, las torcaces son una plaga, están protegidas por una veda hasta el 28 de julio . «Como el reglamento depende de la Unión Europa, no es fácil solucionarlo, pero si se consideraran especie invasora en las Pitiusas y pudiera cazarse todo el año, no se reproducirían con tanta facilidad», subraya González. Los vitivinicultores son solo una víctima más, porque estas aves «son una amenaza para todo el sector primario de Ibiza». Los estragos que están causando a los cultivos de cereal son incluso más devastadores.

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