Perspectiva de género - Situación de las cuidadoras en régimen interno de Ibiza

Cuidadoras en régimen interno en Ibiza: «Somos los migrantes quienes tapamos los huecos y nos comemos lo malo»

Karen Hernández, venezolana de 28 años, explica en el Casal d’Igualtat su experiencia como interna al cargo de una pareja de mayores en Ibiza

De izquierda a derecha: Maria Duran, Karen Hernández, Andrea Cowper y Giulia Sensini.

De izquierda a derecha: Maria Duran, Karen Hernández, Andrea Cowper y Giulia Sensini. / JA. RIERA.

Toni Escandell Tur

Toni Escandell Tur

«Sufrí ansiedad, me costaba dormir y tuvieron que darme Trankimazin. A nivel emocional, todo aquello fue abrumador. Te estropea la salud». Es el testimonio de Karen Hernández, de 28 años, que ejerció durante tres años de cuidadora en régimen interno en Ibiza. Sin contrato y sin seguro. Nació en Venezuela y en septiembre de 2019 llegó a la isla tras pasar casi un mes en Madrid. En menos de un mes encontró trabajo como interna al cargo de un matrimonio de la tercera edad en situación de dependencia, siendo especialmente delicado el estado de salud de una de estas dos personas.

Hernández intervino ayer en la presentación del estudio ‘Entre cuatro paredes’, de la organización Hybris, que tuvo lugar en el Casal d’Igualtat de Vila. El objetivo de la investigación era analizar la situación de las trabajadoras de este sector y proponer recomendaciones de mejora. La joven habló de su experiencia como cuidadora y como partícipe de este estudio, con el que se mostró agradecida: «Me siento feliz y orgullosa de formar parte de esto y de poder alzar mi voz, porque hay muchas otras personas que no tienen hoy la oportunidad de contar su caso desde mi perspectiva porque aún están atadas». Sin embargo, el camino no ha sido nada fácil. Consiguió su empleo a través de Cruz Roja y la carga de trabajo era muy elevada: «Cuando eres interna, estás siempre disponible. Incluso si pasa algo de noche te llaman a ti, porque eres la persona que está allí y te tocan la puerta». Trabajaba seis días a la semana: «El domingo lo tenía libre, pero si no me iba de la casa, algo [de trabajo] tenía que hacer». Hernández contó que no libraba los días festivos y que tampoco le pagaban más por trabajarlos. También ha recibido, como el resto de cuidadoras del estudio, el apoyo de Cáritas y Metges del Món.

«Cuando nosotras llegamos aquí, vemos esto como la única salida y cuesta decir: ‘Hasta aquí’»

Karen Hernández

— Cuidadora interna durante tres años

Para conseguir los papeles, los migrantes deben haber residido tres años en España, algo que ya ha cumplido Hernández, aunque continúa en situación administrativa irregular. Y es que hay otros requisitos nada fáciles de conseguir. «Solicité asilo político aunque no me lo concedieron, pero por un tiempo tuve permiso de trabajo, aunque trabajar durante el covid fue muy duro», relató esta joven venezolana. «Se trabajaba más y si pasaba algo parecía que era mi responsabilidad y no de los familiares que iban entrando en la casa», añadió la joven. Con todo, concluyó: «No nos dan el apoyo necesario y los derechos que merecemos». «Somos los migrantes quienes estamos tapando los huecos y nos comemos lo malo. Y no nos dan un poco de lo bueno, al menos en algunos derechos».

Cómo no, todo aquello tuvo consecuencias en su salud mental: «Estuve medicada con ansiolíticos y tranquilizantes, también fui al psicólogo de la Seguridad Social». De hecho, consiguió una tarjeta para poder estar durante un tiempo, en horas libres, en la piscina de es Viver para poder desconectar del trabajo.

Esta joven vive en Ibiza con su novio, que es de Colombia y ya ha conseguido la nacionalidad española. Como muchos, viven en sus propias carnes el problema de la vivienda en Ibiza y alguna vez han pensado en abandonar la isla por ello. Ahora comparten piso en Vila con otras dos personas.

Ahora Hernández trabaja en negro por horas como limpiadora: «Tengo poco trabajo, pero más calidad de vida. No quiero volver a pasar por lo mismo». Finalmente, celebró haber podido salir de aquella situación: «Cuando nosotras llegamos aquí [a España], vemos esto como la única opción para salir adelante y cuesta dar el paso de salir y decir: ‘Hasta aquí’».

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