Cultivos de más valor agrícola a cambio de parques solares en suelo rústico

Agricultura mejora la instrucción para emitir los informes para instalaciones fotovoltaicas en suelo rústico y determina que los cultivos compensatorios se deben concertar con agricultores profesionales. De momento, se han compensado 173 hectáreas

Una instalación de placas fotovoltaicas ubicada en Son Reus. | PERE JOAN OLIVER

Una instalación de placas fotovoltaicas ubicada en Son Reus. | PERE JOAN OLIVER / Rosa Ferriolrosa ferriol. palma

Rosa Ferriol

Buscar un equilibro entre el fomento de las energías renovables y el mantenimiento de la producción agrícola es la misión de la conselleria de Agricultura, que es pionera en el Estado porque es la única comunidad donde el departamento de política agraria debe informar de manera preceptiva y vinculante cuando los parques fotovoltaicos ocupen más de cuatro hectáreas. Entre el periodo 2019 y 2022, el departamento ha autorizado en suelo rústico catorce parques solares que suman 205,6 hectáreas que se han compensado con los denominados «agrocompromisos» para impulsar cultivos en 173 hectáreas.

Los parques fotovoltaicos de más de cuatro hectáreas solo se autorizan sin compensación en terrenos de bajo valor agrario, donde el aprovechamiento agrario es limitado. Se calcula que este tipo de suelo supone un 17% de la superficie de las islas. En los terrenos con valor agrario intermedio, para obtener la autorización debe haber una compensación con cultivos profesionales con un margen bruto de explotación similar al ocupado por la instalación energética.

Este enero la conselleria ha actualizado los criterios y esta compensación para autorizar instalaciones fotovoltaicas obliga a los promotores a firmar este «agrocompromiso» solo con explotaciones profesionales. «Esto es muy importante para la payesía», enfatiza el director general de Agricultura, Fernando Fernández. Y es que será el payés quien decida qué tipo de plantación le interesa. Otra modificación, prosigue, tiene que ver con la forma de calcular la compensación que ahora se hace con criterios de margen bruto económico de las explotaciones para favorecer que las compensaciones sean sobre cultivos de más valor. Hasta ahora, la superficie de compensación se equiparaba por hectáreas. Una tercera modificación es que las medidas de complementariedad o compensación se ha incorporado al plan de vigilancia ambiental de la Comisión Balear de Medio Ambiente. Una cuarta mejora es la creación del registro de agrocompromisos que está en el Servicio de Agricultura.

Así, el agricultor se compromete a explotar estos cultivos compensatorios por el mismo tiempo que dure la concesión del parque fotovoltaico, que suele ser de 25 años y será la comisión de medio ambiente la que supervisará dicha continuidad.

«Las islas son pioneras por haber logrado establecer un mecanismo técnico para delimitar dónde ubicamos los proyectos de parques que se presentan», explica Fernández, que remarca «el peso» que tiene la conselleria de Agricultura sobre la decisión tomada, algo que no ocurre en el resto de comunidades.

«La instrucción funciona», celebra el director general, que calcula que se suele dar un informe positivo a entre un 55 y un 60% de los proyectos, un 30% suele contar con uno desfavorable, mientras que en un porcentaje que ronda el 15 o el 20% es el promotor el que desiste. «En estos dos años hemos logrado firmar compromisos por casi 180 hectáreas que supone el 85% de las superficies que se han utilizado para ubicar parques fotovoltaicos. Por ahora es una buena forma de complementariedad».

A partir de un estudio de la UIB, la conselleria ha clasificado los suelos en seis categorías. Los niveles 1 y 2 son de alto valor agrario donde no se pueden instalar parques solares a excepción de que sean proyectos innovadores como sería el caso de invernaderos con placas solares. Los de valor intermedio (3, 4 y 5) requieren un proyecto de compensación o complementariedad de usos mientras que los de bajo valor agrario (nivel 6), que suponen entorno al 17% de la superficie de las islas, son aptos si cuentan con el visto bueno de la comisión balear de Medio Ambiente. La UIB continúa este estudio con el fin de elaborar una cartografía de suelos que será una «herramienta básica» a la hora de determinar en qué suelos se pueden ubicar determinadas instalaciones. Estará listo en 2024.

«El complemento de las placas permite que la finca sea viable»

Jaume Pocoví y Toni Seguí son dos payeses que gestionan cultivos compensatorios financiados por empresas promotoras de parques fotovoltaicos. Hablan sin rodeos a la hora de valorar sus experiencias: «El complemento de las placas hace que la finca sea viable». «La agricultura no es el mejor negocio de la vida», admite Seguí, que pone el foco en que el uso del terreno para producción energética permite sacar adelante la explotación sin tener que venderla. «No es fácil vivir de nuestro trabajo. El complemento de las placas fotovoltaicas me permite que la finca sea viable de mantener. Me permite seguir adelante», añade Pocoví. Son otras voces, positivas en este caso, de agricultores que enfatizan que los parques fotovoltaicos pueden representar un importante complemento de renta a los profesionales del campo. Es verdad que hay otra cara de la moneda: la de payeses expulsados de sus fincas que gestionaban hasta ahora porque van a convertirse en parques solares.

La historia de Pocoví se remonta a 2005, cuando tras fallecer su padre vio peligrar la finca de toda su vida porque quedó dividida en tres partes y uno de los hermanos quería venderla. En 2008 le llegó la oportunidad de instalar un parque fotovoltaico, lo que le permitió comprar la parte que se vendía.

Seguí aprovechará el parque fotovoltaico, que se dividirá en distintas partes, para hacer la rotación de animales y así aprovechar al máximo los pastoreos regenerativos.

Suscríbete para seguir leyendo