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Una nueva vida en Ibiza como granjeras en la pandemia

Lina Ferrer y su hija Neus Costa aprovecharon el confinamiento para consolidar y ampliar su explotación de gallinas. La madre buscaba un nuevo modo de vida en el campo para dejar su negocio de hostelería

Una nueva vida en Ibiza como granjeras en la pandemia

Una nueva vida en Ibiza como granjeras en la pandemia

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Una nueva vida en Ibiza como granjeras en la pandemia Josep Àngel Costa

Tras veinte años trabajando de cara al público, Lina Ferrer quería abandonar el estrés de su negocio en Sant Josep y, junto a su familia, decidieron convertir su corral de gallinas en Can Porró en la Granja des Fornàs. Su nuevo proyecto empresarial se topó con la pandemia del covid nada más ponerse en marcha, pero,  a su vez, provocó que su hija regresara para acabar sus estudios desde casa y ayudara a expandir el negocio.

Lina Ferrer jamás imaginó que acabaría trabajando en el campo. De adolescente, se le hacía poco atractiva la vida en Can Porró, la finca familiar en la vénda des Fornàs. «Me sentía lejos de mis amigos, de la civilización y de la parada de bus si quería ir a Vila. Solo pensaba en irme», confiesa.

Las gallinas tienen un ciclo productivo de dos años. | V. MARÍ

Se trasladó muy joven a Sant Josep, con 21 años, donde ella y su marido son los propietarios de la cafetería y pastelería Sa Talaia. «He estado 20 años trabajando de cara al público y estaba cansada de la hostelería, necesitaba vivir sin la presión de que llegue una avalancha de gente en un momento», recuerda. Tras 25 años en Sant Josep, se trasladó a Can Porró con su familia y empezaron a adquirir más gallinas, hasta desarrollar un nuevo proyecto de vida.

Proyecto familiar

«Como estudiaba Veterinaria y Ciencia y Producción Animal en Lleida, entre mi madre, mi padre y yo, pensamos que sería una buena idea montar una granja de gallinas ponedoras», recuerda Neus Costa, la hija. «Ya teníamos animales, ovejas, cabras y cerdos, pero no de esta magnitud».

Una nueva vida como granjeras en la pandemia | J.A.C.

Han tardado más de dos años desde que surgió la idea hasta que han cumplido toda la tramitación burocrática, proyectos de ingeniería y demás requisitos. El gallinero se convirtió en una explotación, la Granja des Fornàs, para comercializar huevos payeses. Lina empezaba a cumplir su sueño de contar con una alternativa para dejar de trabajar en la cafetería, que alquilaron. Pero enseguida irrumpió la pandemia y, a mediados de marzo, se decretaba el estado de alarma, cuando Neus seguía viviendo en Lleida. «Me horroricé solo de pensar que debía quedarme encerrada en un piso en la ciudad y me vine en seguida a Ibiza. Aquí tenía todo el campo».

Una nueva vida como granjeras en la pandemia | V. M.

«Mucha gente piensa que, por llevar un número en la cáscara, vienen de fuera y no son huevos payeses, pero sí que lo son»

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Consolidación

Así que pudo dedicarse a cuidar de la granja presencialmente, con su madre, mientras seguía con sus estudios a distancia. «Hemos crecido durante la pandemia, no ha sido un freno, sino todo lo contrario», apunta Lina. «La alimentación ha sido la única actividad que se ha movido sin restricciones y la gente tiene más conciencia de los productos ibicencos».

Una nueva vida como granjeras en la pandemia

Su negocio no solo se empezó a consolidar durante la crisis del covid, sino que, tras el verano pasado, ampliaron su explotación con una nueva compra de 350 gallinas ponedoras, hasta sumar 850. Cuentan con cuatro naves, una para cada tanda de aves que ha llegado, en diferentes etapas, a Can Porró. «Así siempre garantizamos un suministro constante, porque el ciclo productivo de las gallinas es de dos años». Mientras, para llegar a dar huevos con un calibre apto para la comercialización, las aves deben alcanzar los siete meses.

No obstante, también corretean libres por las feixes, donde el marido de Lina, que compatibiliza su trabajo en una empresa de perforaciones con la atención a la granja, planta el forraje para el resto de animales de la finca. Las gallinas también aprovechan para picotear entre hierbas, gusanos, naranjas o olivas que caen de los frutales. El resto de su alimentación es un pienso de soja, maíz, trigo y vitaminas.

Comercialización. Seis puntos de venta para poner en marcha la explotación

La Granja des Fornàs produce unos 620 huevos diarios y llegará a 700 en verano. Ahora cuenta con seis puntos de venta, Can Ros, pastelería y cafetería Sa Talaia, Ca n’Espanyol (en Jesús), Carnicería Can Pep Pere y dos puestos del Mercat Nou.

La producción actual de la Granja des Fornàs es de unos 600 huevos diarios, que podrá aumentar en cerca de los 700, cuando la última tanda de ponedoras, aún demasiado jóvenes, entre en su fase más rentable. En Can Porró también cuentan con la maquinaria para clasificar y etiquetar los huevos, una garantía.

«Mucha gente piensa que, por llevar un número en la cáscara, ya no son huevos payeses y que vienen de fuera», advierte Neus. «Si te das de alta como centro clasificador, debes poner el sello que te indica la procedencia, la provincia y el municipio, pero no dejan de ser payeses».

Ella ahora está a punto de finalizar su carrera y no descarta ampliar la explotación con más gallinas y ganadería de razas locales, ya que ejerce de veterinaria de la Federación de razas autóctonas (Fepira). «Como he estudiado Producción Animal, me gustaría asesorar a la gente que también quiera poner en marcha una explotación ganadera», confiesa.

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