Se calcula que para obtener un gramo y medio de tinte se precisaban unos 10.000 caracolas, un sacrificado esfuerzo que no sólo explica que la púrpura fuera un producto caro que los romanos destinaban a las vestimentas de cierta élite, sino también que en algunas zonas del Mediterráneo las poblaciones de las especies de moluscos que se usaban para dar color a la ropa fueran llevadas prácticamente a la desaparición.

De hecho, se plantea la posibilidad de que la sobreexplotación de la especie Murex brandaris explique que se haya encontrado aún en la factoría que debió existir en sa Caleta en época tardopúnica y altoimperial romana, que probablemente dejó de funcionar antes del fin del siglo I, pero no haya sido hallada en los concheros del Canal d'en Martí (Pou des Lleó), donde se mantuvo la industria de la púrpura desde esas fechas hasta el Bajo Imperio y el fin del imperio romano de Occidente. Por qué acabó la industria de la púrpura es otra de las preguntas que se plantean los expertos y que podría tener su respuesta en un descenso de las poblaciones purpurígenas.