Coses nostres | Las casetas disonantes de sa Cala

La bahía de Sant Vicent se halla flanqueada por dos pequeños conjuntos de casetas varadero que apenas destacan ya en un paisaje de hoteles y casas de lujo

Varaderos de sa Cala fotografiados desde el mar.

Varaderos de sa Cala fotografiados desde el mar. / Cristina Amanda Tur

Cristina Amanda Tur

Cristina Amanda Tur

Que Ibiza es una isla de contrastes es una aseveración tan cierta como manida. Y son muchos tanto sus notas disonantes como sus puntos de vista. Desde sa Punta des Tremol, cerrando por Migjorn, hasta la meseta de sa Punta Grossa, al nordeste, en la bahía de arenas regeneradas de sa Cala pasan desapercibidos dos pequeños conjuntos de casetas varadero que aún conservan su original función. En realidad, si por un lado la construcción brutalista que domina el paisaje cuando se observa el litoral desde el barco empequeñece el encanto de lo auténtico que transmiten los varaderos, porque parece ocultarlos, también es cierto que cuando la vista los descubre, destacan precisamente por ese contraste con el cemento más moderno.

El primer grupo de casetas se halla justo bajo la gran roca conocida como Tremol. El segundo conjunto, más visible y más grande, se encuentra en la ladera de sa Punta Grossa, bajo la carretera a la urbanización que domina la meseta, en la que grandes casas de lujo en el talud conviven con alguna obra inacabada —también de lujo— cuyos promotores se vieron implicados en una trama que les obligó a detener la edificación. Ibiza, una isla de contrastes, en la que construir en laderas y acantilados es tan habitual como arriesgado; en la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera, de la urbanización de sa Punta Grossa y de su pendiente, se señala su «dudosa seguridad». De hecho, sobre los tejados de alguna de las casetas del extremo noreste de la playa pueden verse grandes pedruscos que se han desprendido de la ladera. El efecto Porroig —tras el derrumbre en el acantilado que ha sepultado seis varaderos a mediados de enero— prácticamente obliga a observar desde otro punto de vista todos esos conjuntos de casetas construidas antaño a resguardo de una ladera, a los pies de mesetas y acantilados.

Estética y función

Las casetas varadero de sa Cala sobreviven en un enclave básicamente turístico manteniendo no sólo su estética sino también la función para la que fueron levantadas, en tiempos en que la playa no era de arena y en la que los que los niños del pueblo aún cruzaban por el camino que hoy es carretera para que el farero, que también era maestro, les diera clases. Hoy, el antiguo faro de sa Punta Grossa—también llamada cap des Llamp– es una ruina sobre un acantilado; los varaderos lo han sobrevivido. Esos varaderos que acogieron los llaüts que hicieron la ruta de sa Cala a Vila, cuando viajar por mar era más sencillo que hacerlo por tierra en carro; y quizás acogiera también alguno que, cuando no se dedicaba a la pesca, se dedicaba al contrabando.

Respecto a la estética, se caracterizan asimismo las casetas de sa Cala por la uniformidad de sus puertas de listones de madera, un detalle que contribuye a mantener su imagen de autenticidad frente al mundo que les rodea. Están barnizadas en distintos tonos y distintas fechas, una variación en la igualdad que aún las hace más reales, menos postal folclórica. Y entre los travesaños se vislumbran algunas barcas. Contrariamente a lo que ha sucedido en otros conjuntos de varadors de la isla, como el de Port des Torrent, las entradas de las casetas de sa Cala conservan sus raíles y sus rampas y no se han convertido en terrazas para instalar hamacas, mesas y sillas. Los varadors son la tradición frente a la urbanización salvaje, con el peligro de convertirse en simple folclore, en terrazas de domingo o de acabar sepultadas.

Varadors a resguardo

A menudo, para la construcción de las casetas de las barcas se aprovecharon acantilados y laderas, donde esas construcciones quedaban más resguardadas. Sin embargo, esta decisión antaño sensata hoy se ha convertido en la debilidad de muchas de ellas, que se hallan a los pies de escarpaduras excesivamente urbanizadas y modificadas. En sa Cala, un hundimiento como el de Porroig es improbable, pero los desprendimientos de piedras no son raros. 

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