Arte&letras

Llorenç Villalonga y el ciclo de Bearn

y el ciclo de Bearn

y el ciclo de Bearn / Por Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Si nos interesa la buena literatura, mejor es ocuparnos de las obras que lo merecen que prestar atención a sus autores, especímenes no siempre ejemplares. A Ibiza no ha llegado la gresca que en círculos mallorquines supuestamente ilustrados ha despertado y despierta la figura de Llorenç Villalonga, el creador del extraordinario ciclo y mito de Bearn (‘Mort de dama’, ‘L’hereva de Donya Obdúlia’, ‘La novel·la de Palmira’ y ‘Bearn o La sala de les nines’). No digo que el talante de un autor no deje huellas en su obra. Las deja. Pero lo que importa, a fin de cuentas, es la calidad de su trabajo. Lo que chirría en Villalonga es que hoy sea uno de los escritores en lengua catalana de mayor prestigio, siendo que combatió ferozmente el catalanismo desde su militancia fascista y cuando lo que buscaba era triunfar en castellano, cosa que no consiguió. Cuando presentó al premio Nadal su obra mayor, ‘Bearn’, fue Sánchez Ferlosio con ‘El Jarama’ quien se llevó el gato al agua. El éxito le llega, paradójicamente, cuando su versión catalana, en 1961, obtiene el Premio de la Crítica. También obtendrá el Nacional de Literatura, el Josep Pla y el Narcís Oller.

Es cierto que Villalonga tuvo en su momento un talante manifiestamente reaccionario, antirrepublicano y fascista. Lo proclama con descaro: «Nos cabe el orgullo a mi hermano Miguel y a mí, de haber representado siempre la resistencia anticatalanista en Mallorca». Pero ¿podemos afirmar por ello que el fascio está presente en su obra? El benedictino Josep Massot i Muntaner, historiador y estudioso imparcial y riguroso, analiza el falangismo y franquismo del escritor, sus zonas oscuras, y que yo sepa, no habla en ningún caso del fascismo literario de Villalonga. Su obra va por otros derroteros. Lo que sí encontramos en personajes como don Toni, senyor de Bearn, alter ego del autor, es un conservador a ultranza, pero también volteriano, racionalista, escéptico, sarcástico, cínico, iconoclasta, provocador, y según Porcel que se confiesa discípulo suyo, un ser amoral. En todo caso, lo que sí incomoda en Villalonga es que así como Bernanos, que en principio está del lado de los nacionales, carga virulento contra ellos cuando comprueba las salvajadas que cometen – «en Mallorca se mata como se tala»-, y huye de la isla, Villalonga, con más tragaderas, se refugia en Binissalem, hace mutis y se siente cómodo en el bando de los vencedores.

Dicho esto, si tuviéramos que dar alguna referencia biográfica de Villalonga con peso en su obra, subrayaría su condición de ilustrado y de lector impenitente –Proust, Poe, Flaubert, Galdós, Voltaire, etc) y, sobre todo, su labor como psiquiatra y subdirector hasta su jubilación en 1967 en la Clínica Mental de Jesús, (Manicomio Provincial), un trabajo que le ayudaría no poco a perfilar la personalidad de sus personajes.

Villalonga suma más de 50 títulos entre novelas y obras de teatro, -‘Un estiu a Mallorca’, ‘Silvia Ocampo’, ‘La gran Batuda’, ‘El lledoner de la clastra’, ‘Les fures’, ‘La Virreyna’, ‘El misantrop’, ‘Andrea Victrix’,‘ L’àngel rebel’, ‘Aquil·les o l’impossible’, ‘Desbarats’, etc-, pero su mayor logro son ‘Mort de dama’ y B’earn o La sala de les nines.’ La primera,es una caricatura paródica, satírica y esperpéntica –«en estil volterià i valleinclanesc», dirá Villalonga- de la alta sociedad mallorquina, magistralmente representada por la majestuosa y agonizante doña Obdúlia y toda una relea de personajes de la casposa aristrocracia isleña, que el autor critica con ferocidad. La novela levantó ampollas en las élites de la isla que amenazaron con tirar al autor al mar. Espriu dice que en ‘Mort de dama’, Villalonga «dóna fe notarial , a la manera d’un petit Proust, de la desaparió d’una societat i d’una época, substituïts per uns altres temps i una altra gent, probablement pitjjors». El retrato de doña Obdúlia y el de Aina Cohen, poetisa que vuela bajo, son inolvidables, magistrales Pero la saga sigue. El mundo que tiene la muerte anunciada en ‘Mort de dama’, desaparece definitivamente en ‘Bearn’, obra que se anticipa con similar argumento -la decadencia de un mundo- al ‘Gatopardo’ de Giusseppe Tomasi di Lampedussa.

‘Bearn, memorias de don Toni, senyor de Bearn’, narradas por don Joan Mayol, capellán de la casa y posiblemente hijo suyo, se estructura en dos partes perfectamente contrastadas y equilibradas: en la primera, ‘Sota la influencia de Faust’, tenemos la pasión fáustica por la verdad, viciada por la desenfrenada pasión del señor de Bearn por su alocada sobrina Xina, encarnación del Mal, ángel y demonio; y en la segunda parte, ‘La pau regna a Bearn’, tenemos la vida reflexiva, nostálgica y plácida de don Toni y su mujer, Maria Antònia, que, al final tendrá un final de cruda verdad, desconcertante y desesperanzado.

Los contrastes

Cabe decir que Bearn tiene otros contrastes, el enfrentamiento de la Razón y la Fe, la oposición de la vida vivida bajo el dogma de la Iglesia que defiende el capellán de Bearn, torturado también por entender qué sentido tiene el existir y, por otra parte, la vida a vivida por el viejo señor, librepensador y volteriano, a la luz de la Enciclopediay la Ilustración, pero herido por la insuficiencia de la experiencia y el entendimiento. A Villalonga, desde la incertidumbre y la perplejidad, le tortura también el paso del tiempo. No sabemos, al final, si su muerte es por suicidio, ahogado por el sinsentido de una vida que abandona sin respuestas. El mundo de Bearn acaba en un grotesco carnaval que invade la casa con un baile de máscaras y gritos enloquecidos. Bearn es invadido por el Absurdo, por la cruel zarabanda y la locura de la vida. Y no sabemos qué misterio encierra esa habitación de Bearn en la que nadie podía entrar. El capellán de la casa, muerto don Toni, senyor de Bearn, no quiere abrirla, no se atreve, deja que un incendio se lleve sus secretos. Y la obra queda abierta a un futuro incierto y amenazador.

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