Arte&letras - 8M

Edurne Portela Maddi, la historia de una mujer excepcional

Edurne Portela nos trae con ‘Maddi y las fronteras’ la historia de una mujer que no quiso someterse a ningún hombre y que arriesgó su vida por salvar la de otros allí donde el Bidasoa divide a España y Francia

María Josefa Sansberro (Maddi), a la izquierda, y su prima Marie Jeanne Etcheverria.                                                                       Foto cedida por Angelique Bereau

María Josefa Sansberro (Maddi), a la izquierda, y su prima Marie Jeanne Etcheverria. Foto cedida por Angelique Bereau / Francisco Millet Alcoba

Francisco Millet Alcoba

Desde su primera novela, ‘Mejor la ausencia’, (2017) que indaga en las consecuencias de la violencia de ETA a través de los ojos de una niña en un País Vasco desmantelado tras la reconversión industrial, Edurne Portela ha venido edificando una sólida estructura narrativa que le está aupando a un lugar de reconocimiento y prestigio en la novelística española, con títulos como ‘Formas de estar lejos’ o ‘Los ojos cerrados’.

La indagación en la violencia que enfrente a las personas, unas veces oscura y soterrada, otras abiertamente brutal y violenta, es un elemento clave en las historias de Portela que trata siempre de explorar su génesis y sus consecuencias.

Lo es también, aunque concentrada en sus páginas finales, en su nueva novela de ‘Maddi y las fronteras’, la historia de los últimos años de una mujer, María Josefa Sansberro (Maddi), que sin necesidad de conocer ni atenerse a cánones feministas o de empoderamiento tuvo el coraje suficiente para vivir la vida que quiso teniendo claro que ningún hombre tenía derecho a decidir sobre su vida, a decirle lo que podía hacer y lo que no. Todo ello en unos años muy difíciles por la violencia generada por la Guerra Civil de España y la Segunda Guerra Mundial y en un escenario, la frontera vasco francesa, que marca el Bidasoa; un territorio que, pese a su belleza, es hostil para muchos al ser lugar propio de paso de contrabando de mercancías y personas.

Edurne Portela novela los últimos años de Maddi a partir de la documentación histórica aportada por Izarraitz Villaluce y Joxemari Mitxlena, que tiene muchos puntos vacíos que Portela llena con su coherente ficción. Donde no llega la documentación lo hace, con una fuerza terrible, la imaginación de Portela, y de ahí surge la voz en primera persona de Maddi.

Ella, Maddi, siempre supo que su destino no era quedarse malviviendo en el humilde caserío de los padres. Por eso decide divorciarse de Nico y ponerse al frente de un hotel a los pies del monte Larrún, un lugar de incipiente atractivo turístico para los franceses gracias a su tren de cremallera que sube hasta la cima. Lo hará con Louis, el barbero del pueblo, un buen hombre que no cree en Dios pero cree en los hombres, al contrario que ella, que mantiene entre sus contradicciones su ferviente fe católica. Maddi, más bien fea, hombruna y de gran carácter, también tenía claro que no quería atar su vida a la de un hombre ni someterse a sus deseos y caprichos.

Una noche aparece en su puerta una joven a punto de parir, le ayuda a nacer el niño y la chica desaparece. Decide quedarse con el bebé. Es Lucien al que cuidará siempre como un hijo.

Aprovechando la frontera empieza a negociar de estraperlo. Alimentos, medias y otras mercancías, pero se niega a hacerlo con preservativos; su moral católica lo rechaza, moral que es inquebrantable pese a que cada domingo en misa el cura le niega la comunión por ser divorciada.

La historia se hace fuerte, con la prosa austera pero soberbia de Edurne Portela, en el monólogo de ella ante el cadáver de Louis, cuando este muere de leucemia. Con aires de aquella Carmen (Menchu) Sotillo de ‘Cinco horas con Mario’, el soliloquio está lleno de reproches y de cariños; de recriminaciones y de elogios, de confesiones en las que le agradece también su amistad, su generosidad, el haber sido lo mejor que le había pasado en la vida. Pero le deja claro su filosofía, sobre la que ha levantado su espacio vital, al que no renuncia: «No me interesan los hombres, no me interesa el amor. Todo eso hace vulnerables a las mujeres, las somete, las atonta. Es el mayor engaño para dejar de actuar y pensar por nosotras misma .

Muerte en un campo nazi

Llega la Guerra Mundial, la ocupación del país y del hotel por los nazis. Ya entonces lleva años siendo pieza principal para el paso tanto de mercancías, de información y de personas al otro lado de la frontera. Para avisar del peligro se valían de las costumbres del día a día, por ejemplo con sábanas que dependiendo de cómo se tendían a secar decían si había peligro o policías rondando; también con animales, como dejar una vaca rubia separada del resto o llevarse las ovejas a otro pasto.

Finalmente, la detención por la Gestapo. Pasó por varios campos de concentración hasta el de Sachsenhausen donde murió y desapareció, todo ello según consta en el archivo de la Resistencia.

Gracias a las investigaciones posteriores de su hijo Lucien sabemos que trabajó para la Resistencia francesa y se le reconoció como «muerta por la patria» y que se le otorgaron de manera póstuma los títulos de subteniente y agente P2, que indicaba el mayor grado de compromiso; también se le reconoció su valor con una medalla a los servicios prestados y una carta de agradecimiento del presidente de EEUU Eisenhower.

Edurne Portela no hace de Maddi una heroína ni una feminista, sino que la retrata como una mujer excepcional porque «tomó sus decisiones, que no correspondían a su género, ni a su clase ni educación» , todo ello en una época en que las expectativas para las mujeres eran mínimas. Ella, por contra hizo lo que pensó que tenía que hacer, se arriesgó y quiso vivir la vida en coherencia con sus deseos y sus ideas y sin ataduras.

Mujer de gran fortaleza, obstinada, dura, exigente, pero que por detrás escondía una fragilidad que le hacía vulnerable y por eso la ocultaba, incluso a ella misma. Hubo, hay muchas Maddi anónimas aún por descubrir.

Suscríbete para seguir leyendo