‘Mariol·los’ y tortilla masiva en el 'dijous llarder' del Carnaval de Ibiza

El Carnaval arranca en Ibiza con dos actividades simultáneas en Vara de Rey: por un lado, el concurso infantil de ‘mariol·los’ y, por el otro, la degustación de una gran tortilla popular que dio de comer a 650 personas

Los niños participantes en el concurso de ‘mariol·los’ sobre el escenario instalado en la carpa de Vara de Rey.

David Ventura

David Ventura

David Ventura

Son las 18.50 de la tarde. Faltan 40 minutos para que se sirva la gigantesca tortilla de patatas típica del dijous llarder del Carnaval de Ibiza, y ya hay decenas de personas aguardando su turno, relamiéndose observando -como si fueran víctimas de un conjuro- la enorme sartén que contiene la tortilla que debe dar de comer a 650 personas, y que se ha instalado en un extremo del paseo de Vara de Rey.

«Le hemos echado 200 kilos de patatas. Lleva huevo en polvo pasteurizado que equivale a 500 huevos», explica Fernando Vivancos, el cocinero que supervisa la cocción de la tortilla: «Cuando se cocina en estas cantidades no se puede poner huevo natural». Vivancos tiene experiencia ya que su empresa, El Tirol, está especializada en comidas gigantes para eventos. El plato se ha empezado a preparar a las cinco de la tarde y la cocción se ha hecho muy lentamente y sobre un fuego de leña. «Y con cebolla», añade Vivancos, «treinta kilos, en total». Es un cebollista, sin duda.

Simultáneamente, en el otro extremo de Vara de Rey, la carpa acoge el concurso infantil de mariol·los. Una simultaneidad que pone a prueba la capacidad de este periodista de estar en dos lugares a la vez. Afortunadamente, el paseo es corto y la distancia se cubre en un santiamén.

«Voy de Cruella de Vil», explica Olivia Maria Ciccarelli, una niña de nueve años muy imbuida en su papel de villana. Mira altiva, ensaya una pose desmayada y nos dedica una tenue y misteriosa sonrisa. La niña tiene madera de actriz, sin duda. «El disfraz está hecho con ropa de casa reciclada», explica su madre, Isadora Gatti, que es italiana, pero que ha captado a la perfección el espíritu mariol·lo. «Ha sido muy divertido», sonríe Olivia, que ya no interpreta su papel.

Aunque a priori se trata de un concurso de mariol·los -es decir, de disfraces hechos con la ropa vieja y lo que uno encuentra por casa-, en la práctica apenas la mitad de los niños concursantes se emmariol·len, mientras que el resto opta por disfraces de otro estilo. El más espectacular es el que luce Paula Tur, de trece años, que va disfrazada de clown y que en su falda lleva un espectacular y colorista tiovivo hecho con figuritas de plástico, purpurina y papel brillante: «He estado cuatro días con mi madre para hacerme el vestido», explica.

A su lado, Alma Cardona, de diez años, se muestra más fiel al espíritu austero del mariol·lismo y lleva un vestido hecho con retales de bolsas de basura y collares con bolas de papel de aluminio que simulan perlas: «Soy Doña Reciclaje», aclara.

Uno por uno, los 26 niños concursantes van subiendo al escenario en una fiesta que conduce el payaso Cachirulo, que anima a los niños a realizar algunos pasos de baile. Sobre el escenario también está el concejal de Fiestas, Francisco José Torres, que parece disfrutar con el evento mientras que por la megafonía suenan canciones de Aitana y Vicco.

‘Mariol·los’ y tortilla masiva |

Inicio del reparto de la gigantesca tortilla de patatas. / Toni Escobar

A las 19.30 horas se inicia el reparto de tortilla y, a la vez, es la entrega de premios del concurso de mariol·los. El alcalde de Ibiza, Rafa Triguero, al igual que este periodista, querría partirse en dos mitades. Entrega el primer bocadillo junto con la segunda teniente de alcalde, Catiana Fuster, y el concejal de Medio Ambiente, Jordi Grivé, y después se dirige raudo hacia la carpa, donde también se ha añadido la concejala de Cultura, Carmen Domínguez. El actual equipo de gobierno municipal se está tomando muy en serio lo de estar presente en los eventos populares.

Tras arduas deliberaciones, el jurado se decanta por la ortodoxia y premia a la niña Martina Gómez, que va vestida no se sabe de qué, es decir, se ha puesto ropa colorista y estrambótica: por tanto, va de mariol·lo, que es de lo que se trata. La Cruella de Vil de Olivia Maria Ciccarelli se lleva el segundo premio.

‘Mariol·los’ y tortilla masiva |

La niña Olivia Ciccarelli ganó el segundo premio con esta caracterización como Cruella de Vil. / Toni Escobar

Toca probar la tortilla

Tras casi una hora de cola, es la hora de comer. «Yo vengo todos los años y está muy rica. ¡Hemos bajado de Sant Antoni solo para comerla!», dice una emocionada Dolores Muñoz, que se ha traído a dos amigos. «Vengo porque quiero tortilla. ¡La de casa no me sale igual!», admite Cristina Ferrer, que también hace cola. «Paseaba por aquí y vi que dan de comer, y si es gratis, pues me apunto», confiesa Marc Oliver.

Empieza el reparto, que consiste en un panecillo con dos porciones rectangulares muy generosas de tortilla, que rebosan el pan. Los cocineros la cortan, la meten en el pan y se la dan a los concejales Fuster y Grivé, que son quienes realizan la entrega. Las impresiones recogidas son positivas.

‘Mariol·los’ y tortilla masiva | FOTOS DE TONI ESCOBAR

La comida recibió el visto bueno de la mayoría de comensales. / Toni Escobar

«Está riquísima. ¡Me han dado un trozo enorme y no me cabe en la boca!», dice entre risas Ana Suñer. «Quizás está un poco subida de sal, pero muy buena», señala Patricia Vinaroz, otra comensal. «Está espectacular», remata Isabel Palomino.

Hacia el final de la entrega, uno de los cocineros se acerca con unos bocadillos y comenta, «venga, para los de la prensa también hay». Ha llegado el momento de comprobar en primera persona la calidad de la tortilla. Le doy un primer mordisco pero me puede el ansia, la tortilla está mucho más caliente de lo que creía, me abrasa el paladar y me lo deja insensible. Con la boca ardiendo, soy incapaz de distinguir si la tortilla está buena o no, pero si más de 600 comensales dicen que está buena, entonces será verdad.

‘Mariol·los’ y tortilla masiva

Cuatro vecinos posan sonrientes con sus bocadillos de tortilla / Toni Escobar

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