Desvelando los secretos del ‘trull’ de Perella

Dos especialistas en fotografía arqueológica documentan al detalle esta histórica almazara del siglo XVIII para poder presentar un proyecto de conservación y recuperación

La jácena de la prensa con una fecha marcada. | VICENT MARÍ

La jácena de la prensa con una fecha marcada. | VICENT MARÍ / David Ventura

Llegar hasta el trull de sa Perella requiere cierta voluntad. Hay que tomar un desvío entre la carretera de Santa Eulària y Sant Carles, seguir por el camino de sa Perella, dejar el coche a en un arcén y continuar andando hasta la fuente del mismo nombre. A pesar de que la fuente atraerá poderosamente nuestra atención, hay que continuar hasta un antiguo edificio que amenaza ruina y que, por fuera, tiene un aspecto anodino, pero que en su interior guarda un tesoro.

Un fragmento de la techumbre del edificio. | DAVID VENTURA

Un fragmento de la techumbre del edificio. | DAVID VENTURA / David Ventura

El día en que se realizó este reportaje, el ambiente que se respiraba en el interior del trull de Perella parecía de sueño. Una parte del techo ha colapsado y por él entra una tenue luz de noviembre que incide directamente sobre la muela de piedra de la antigua almazara, casi como una luz cinematogáfica, gótica, tras un velo de hiedras. El resto de la techumbre se conserva prácticamente intacta, con maderas y capas de arena y alga. Las paredes húmedas y el suelo parecen albergar una cápsula en el tiempo donde el mundo y la historia están en suspenso. Si le añadimos que no hay cobertura, la sensación de aislamiento se acentúa.

Cristina Miguélez y José Latova junto al ‘trull’ de Perella. | VICENT MARÍ

Cristina Miguélez y José Latova junto al ‘trull’ de Perella. | VICENT MARÍ / David Ventura

En este espacio que es como una iglesia, encontramos a dos fotógrafos. Ella es Cristina Miguélez y él José Latova. Ella es una especialista en trulls ibicencos: durante los años 80 documentó estos instrumentos tradicionales que pervivían en la isla y en 1987 publicó un estudio sobre el tema. Latova es una referencia mundial en fotografía de patrimonio arqueológico, con una amplísima experiencia en yacimientos como Atapuerca o Altamira. Son dos primeros espadas, dos eminencias en lo suyo. ¿Cómo es que están en Ibiza fotografiando este trull?

Los trípodes de los
fotógrafos en el interior
del recinto del ‘trull’.  d.v.

Los trípodes de los fotógrafos en el interior del recinto del ‘trull’. d.v. / David Ventura

«Han venido por amistad», explica Núria Jaumà, arquitecta y redactora del proyecto básico y de ejecución de la recuperación del edificio del trull de Perella: «Ambos están jubilados y tienen vínculos con Ibiza, especialmente Cristina. Cuando les comenté el proyecto, se prestaron a venir para realizar la fotogrametría del edificio».

Y esto es exactamente lo que Latova y Miguélez están haciendo, en silencio, junto a sus trípodes que sostienen las cámaras que documentan hasta el último detalle de un edificio que esconde muchos secretos.

«La fotografía con infrarrojos nos permite delimitar dónde están las concentraciones de humedad, la presencia de líquenes. También nos permite distinguir los distintos materiales utilizados. Están los materiales históricos, los añadidos a posteriori, las reparaciones», explica Latova, «con toda esta información, la arquitecta y los restauradores hacen los mapas de daños y de conservación».

Es como hacer una recreación en tres dimensiones del edificio. Con las fotos del impresionante techo de madera se podrá individualizar, con un programa informático, todas y cada una de las piezas que lo conforman: «El tejado entero, pieza por pieza. Ya lo hemos hecho», dice Latova.

Miguélez observa deslumbrada la techumbre: «Es el techo original, precioso, con la construcción tradicional que también encontramos en las iglesias». La fotógrafa no disimula su entusiasmo y enumera los detalles que le llaman la atención: «Mira que marés más bonito», comenta refiriéndose a las piedras del umbral de entrada, y señala los goznes que hay a un lado y al otro: «Eso significa que era una puerta doble».

Molesto interludio

Mientras Latova y Miguélez me muestran los detalles de la instalación en un estado de arrobo casí místico, un griterío procedente del exterior interrumpe nuestra paz. Acaba de llegar un grupo de una veintena de excursionistas que realizan nordic walking por la zona. La guía del grupo nos pide permiso para entrar un momento y echar un vistazo. «Solo sacar la cabeza, ver el lugar y ya está».

Convencido de la importancia de dar a conocer el patrimonio, comento: «Vale, pero que no pasen de la entrada y que no toquen nada, por favor». Cristina Miguélez me reprende con la mirada. Pronto compruebo que me equivocado. La promesa de ‘no pasar de la entrada’ y ‘no tocar nada’ se convierte en papel mojado y los excursionistas entran como elefantes en cacharrería, fotografiando, manoseando e invadiendo todo el espacio. Al minuto les tenemos que echar del lugar con cajas destempladas. Una vez recuperada la tranquilidad, Miguélez me explica por qué es mejor que no entre nadie: «Es un sitio delicado, hay cosas que no se pueden tocar y, aunque lo expliques, hay gente que no lo entiende. El Ayuntamiento debería poner aquí una barrera que impida el acceso».

Un espacio de trabajo

La fotógrafa comenta que el estado de conservación de la prensa es «bastante bueno porque la madera es de muy buena calidad». En la jácena, la viga que se usaba para prensar el aceite, se conserva una fecha marcada en la madera: 1726. Bajo la viga se conserva también el recipiente sobre el que caía el aceite del primer prensado, y al lado el espacio que se calentaba para separar el agua del aceite: «Este trull se utilizaba hasta hace poco, lo que explica también su buena conservación. Tengo documentado de que en 1989 todavía funcionaba».

Su principal preocupación es la degradación del edificio, que presenta diversas grietas -que ya han sido convenientemente documentadas- y que requerirá una consolidación de la estructura y una desinsectación de la madera, además de la limpieza y la excavación arqueológica del suelo. En una esquina, todavía permanecen unas largas hojas de palmeras, ahora cubiertas de polvo, que en su día se usaron para limpiar a fondo el techo.

«Este edificio es utilitarista al 100%. Tiene un uso industrial. Las paredes están encaladas y el techo sin telarañas porque este sitio debía estar limpio, que no entrara porquería en el aceite. Se limpiaba todos los años», explica Latova, quien señala unas marcas en forma de velero en una pared: «Me pregunto el motivo de ese dibujo». «Fíjate que pulidas están las piedras del suelo», observa Miguélez, «se nota que la gente lo ha pisado durante mucho tiempo», y al hablar, es como si invocara a todas las personas que pasaron por esta estancia.

Tras las explicaciones, prosiguen con su labor: «La fotografía es un documento, no solo una ilustración. Gracias a ella, podemos ver cosas que no veríamos a simple vista», resume Miguélez. El edificio del trull de Perella todavía conserva muchos secretos, y su trabajo es desvelarlos.

La redacción del estudio de conservación ya está en marcha

Al Ayuntamiento le ha costado casi diez años acordar con la propiedad la cesión del ‘trull’. El pasado mes de febrero, el Ayuntamiento de Santa Eulària anunció que había alcanzado un acuerdo con la propiedad del trull de Perella y que, por fin, el Consistorio recibía este viejo molino aceitero en cesión perpetua para restaurarlo. Termina así casi una década de negociaciones, en los que la administración tuvo que intentar poner de acuerdo a las diversas familias que comparten la propiedad de este edificio.

«Era de máxima urgencia poder intervenir porque, aunque el aparataje está en buen estado, el edificio se está cayendo y teníamos miedo a llegar demasiado tarde», explica Núria Jaumà, directora del proyecto de recuperación del edificio, quien admite que las negociaciones han sido difíciles.

Una vez lograda la cesión del edificio, el siguiente paso en el estudio histórico y arqueológico, que cuenta con un plazo de tres meses. Los arqueólogos contarán con toda la documentación que han obtenido los fotógrafos José Latova y Cristina Miguélez. Una vez se cuente con este estudio completo, ya se podrá redactar el proyecto de recuperación.

Jaumà es una enamorada de este espacio y está convencida de que tiene muchísimas posibilidades, pero ahora la prioridad es «una actuación urgente de consolidación de las paredes y el techo». «Depende de lo que nos indiquen los informes, se decidirá qué hacer con el techo, que es muy antiguo pero que en algunos puntos se ha desprendido. Qué se desmonta, qué se conserva», explica.

Una de las primeras decisiones que se adoptará, antes incluso de la aprobación del plan de recuperación, es la instalación de un vallado que impida el acceso al interior del edificio. «Por ese camino pasan muchos grupos de excursionistas, la mayoría extranjeros. Muchos curiosean en el interior y puede ser peligroso, ya que hay el riesgo de que se produzcan desprendimientos», advierte.

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