Solidaridad en Ibiza: El poder de un corte de pelo

Alumnos del Ciclo medio de Peluquería del IES Algarb realizaron ayer un corte de pelo gratuito a 19 pacientes ingresados en el Hospital de Can Misses, gracias a una iniciativa que impulsa la asociación Nunca Solos con la colaboración del Área de Salud

David Ventura

David Ventura

Han llegado a la cuarta planta del Hospital de Can Misses. Nerviosas, concentradas. Hoy es un día importante. Hoy se estrenan. Al llegar, reciben los consejos de sus maestras: «Si no estáis seguras de algo, os esperáis. Sin estrés. Tranquilidad». Cada una lleva en su bolsa todo su instrumental, pero en el que no encontramos bisturís sino un material muy distinto: peines, tijeras, cepillos térmicos, pulverizadores, secadores, toallas desechables… Son las cinco alumnas del Ciclo medio de Peluquería del IES Algarb que, acompañadas de dos tutoras, llegan dispuestas a hacerle un corte de pelo a 19 pacientes de las unidades de Medicina Interna F, G y Traumatología de Can Misses.

«¿Si estoy nerviosa?, ¡mucho!», comenta Paula, una de las alumnas, «porque me da miedo que salga mal». «O puede que no les guste el resultado», completa Lucía, otra de las alumnas. «¡Es nuestra primera vez!», recalca Bea, otra de las cinco alumnas, «solo nos queda un mes para terminar el curso y esta es nuestra primera experiencia».

«Deben ir poco a poco. Están terminando el Ciclo pero necesitan soltarse, les falta confianza en ellas mismas», comenta María Montilla, una de las tutoras, «ellas tienen los conocimientos, pero hay que saber controlar los nervios. Esto convencida de que lo harán bien y, si necesitan ayuda, aquí estamos las tutoras para ayudarlas».

Acompañar y entretener

Este servicio de peluquería para los pacientes de Can Misses es una iniciativa de la asociación Nunca Solos, que se dedica a acompañar a los pacientes de enfermedades no oncológicas -ya que estos ya disponen de un servicio de acompañamiento que les proporcionan las asociaciones de familiares y de lucha contra el cáncer-. «Entretenemos a pacientes cardíacos, diabéticos, de traumatología… Algunos no tienen familia o tienen poco contacto con ella, y venimos a hablar con ellos, les pedimos que nos cuenten sus recuerdos. Intentamos que no se sientan solos», explica Rosario de la Heras, presidenta de la asociación, que admite que resulta inevitable encariñarse con algunos de los pacientes.

«Si no pueden ir a la sala de recreo, entonces les traemos a su habitación un carro con juegos, como dominó, parchís... Que ese rato sea un tiempo agradable», añade.

Hace tres años, desde Nunca Solos idearon la posibilidad de que alumnos de peluquería les hicieran un corte de pelo gratuito a los pacientes. Tanto la dirección del instituto Algarb como la del Área de Salud se mostraron entusiasmadas con la idea y firmaron un convenio de colaboración. La iniciativa tuvo que paralizarse a causa de la pandemia y ahora, por fin, puede ponerse en funcionamiento.

«Estos pacientes que están ingresados merecen un trato especial. Tener un buen aspecto, gustarse, mejora la autoestima. Es muy importante», señala Esther Rueda, otra de las tutoras de peluquería.

«Déjame guapa»

Enrique Fernández lleva 17 días ingresado en la planta F de Medicina Interna después de una operación de pulmón: «Me han quitado de fumar», se lamenta, pero no todo son malas noticias: «Si todo va bien, en una semana vuelvo a casa, y he pedido que me dejen guapo». Le ha pedido a Bea, la estudiante de peluquería, que se lo corte un poco por arriba y le haga un degradado a los lados. Ella está muy concentrada y pasa la maquinilla poco a poco, perfilando el contorno del cuero cabelludo: «Me gusta más la maquinilla que las tijeras porque es más fácil», reconoce la peluquera primeriza, «pero esto hay que hacerlo con mucho cuidado», y detalla que le ha cortado el pelo «al 2 por arriba, y ahora se lo rebajo al uno por los lados».

«Menuda cresta le están haciendo», comenta Selene, una enfermera que anima a Enrique: «¡Te están dejando guapo!». «Cuando me lo propusieron no lo dudé», comenta el paciente, que admite que la convalecencia se le hace larga: «Tenemos buena compañía. Las enfermeras nos ayudan, pero los días no pasan», explica mientras sueña con esa semana que le separa de su regreso a casa.

Bea, estudiante de peluquería, le pasa la maquinilla a Enrique Fernández. | J.A.RIERA

Paula le corta el pelo a Carmen, en presencia de su hija. / J.A.Riera

Tampoco dudó en ponerse en manos de las alumnas del IES Algarb Carmen Roldán, de 95 años, y que lleva cinco meses ingresada en Can Misses. «Todos me quieren mucho», dice la anciana, que tiene un carácter risueño y se ha ganado los corazones de todo el personal de la planta. «La tenemos adoptada, ya es como de la casa», bromea Selene, que va de habitación en habitación transmitiendo su optimismo vital a los pacientes.

Carmen llegó al hospital con la cabeza abierta y siete costillas y una vértebra fracturada. Durante este tiempo, su capacidad de resistencia y su sentido del humor han causado sensación en la planta F de Medicina Interna, que se ha convertido en su nuevo hogar. «El primer día que se pudo sentar en una silla, todos la aplaudieron y muchos incluso lloraban», explica Pepa López, su hija. Carmen, muy ufana, comenta orgullosa que «por la noche viene un enfermero que me da un beso. ¡Tendrías que ver cómo me tiende en la cama! Me agarra y me levanta como si fuera una pluma. ¡Es un primor!».

La anciana explica también que le han ofrecido el corte de pelo y que no lo ha dudado ni un momento: «Si es para ponerse guapa, ¡quién se va a negar!». Paula, alumna de peluquería, se esfuerza en cortar e igualar la melena de la mujer: «Le estoy haciendo un corte en diagonal. A ver si sale...». «No te preocupes», le dice Carmen, «que la guapura ya pasó», pero Selene no puede estar más en desacuerdo: «¡Quien tuvo, retuvo!».

Alto y todavía con una abundante cabellera, resulta fácil imaginar la apostura que debió atesorar Francisco Javier Fernández durante sus años de juventud. Ahora permanece ingresado en Medicina Interna desde no sabe ni cuántos días. «Quiero cambiar mi imagen, porque llevo demasiados días aquí y esto ya ha crecido mucho», dice con aire entre pensativo y ausente, mientras se deja hacer por Claudia, la alumna que con una tijera le va cortando las puntas de la melena: «Me gusta mucho la peluquería porque aprendes muchas cosas, como por ejemplo cambiarle el look a la gente. Es importante. Les puedes hacer sentir mejor. Hacer que se gusten», comenta con entusiasmo. Francisco la escucha y sonríe melancólico: «Antes, todas las chicas me miraban. Eran otros tiempos. Eso ya se acabó».

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