«¡Ya se ven flores en es Vedrà!». Lo que tendría que haber sido normal cada primavera, este año ha sido una excepción en ese islote. Joan Rita, profesor de Botánica del departamento de Biología de la UIB, una eminencia en su campo y experto en las plantas que cubren es Vedrà, desembarcó allí el jueves y viernes pasados junto a la doctora Elena Baraza, profesora de Ecología, y dos alumnos de la UIB para iniciar un proyecto de investigación (cuyos fondos abona el Ministerio de Medio Ambiente) que, dentro de un plan nacional, analiza el efecto de las cabras en Balears: «Una parte corresponde a es Vedrà. También analizaremos las que hay en la sierra de Tramuntana para controlar los efectos en zonas con más o menos presión de herbivoría».

El panorama de es Vedrà -donde en una superficie de 63 hectáreas se han descrito 166 especies de plantas, 12 de las cuales son endémicas y 11 de gran interés- ha cambiado radicalmente desde que estuvo allí por última vez, a finales de abril del pasado año y, sobre todo, después de que a comienzos de 2016 fuera eliminado la mayor parte del voluminoso rebaño, que devastaba los endemismos. «Ahora, tras la visita, tengo una visión muy optimista de cómo se está recuperando», indica Rita. No obstante, advierte de que «el islote está machacado, es una ruina, no hay otras palabras que definan mejor cómo lo dejaron las cabras». Eso sí, «ya se puede percibir que la vegetación está reaccionando. Se ve cómo las plantas ya están creciendo y están en flor. ¡Ya se pueden ver flores en es Vedrà! Algo que era imposible hasta ahora. Cuando estaba lleno de rumiantes sólo florecían las que estaban en los acantilados».

«Vuelve a haber flores en es Vedrà», recalca, una noticia que casi hace saltar las lágrimas a los botánicos, que ya daban por perdida la biodiversidad de esa isla: «Hasta ahora -indica el científico de la UIB- era algo imposible. Las plantas empiezan a recuperarse, a crecer, sobre todo los arbustos. Se empieza a notar la transformación y la ausencia de herbívoros. Los síntomas son muy esperanzadores. Pero hay que darle tiempo para que esto se consolide y vuelva a ser lo que fue en su día. Le costará». Las chivas, abandonadas a su suerte por los vedraners, muertas de hambre, comían todo lo que encontraban a su paso, incluso especies «poco palatables» (gustosas y comestibles) como las matas y los brotes florales de las cebollas marinas.

Ya hay en el suelo

Por eso hasta ahora no había flores en la superficie de es Vedrà: «Hay plantas endémicas que ya se encuentran por el suelo, cuando antes sólo se localizaban allá donde no podían llegar las cabras, en los acantilados. Han empezado a crecer en las zonas de paso, algo hasta el momento inusual. Y esto ha ocurrido en un año que ha sido especialmente seco, en el que se nota que las plantas tienen mucha sed. Pero han agradecido mucho la ausencia de rumiantes».

La recuperación total será muy lenta. Al menos durará una década: «Hay que dejar que vayan a su ritmo. Las plantas no suelen ser muy rápidas en esa isla por la propia condición del islote, una roca con poco suelo y escasa lluvia. Pero hemos salido de allí contentos y esperanzados», señala Rita. Respecto a las cabras que supuestamente quedan, asegura que no han visto ninguna: «Podrían estar en una zona muy acotada. Pero en cualquier caso, en estos momentos su presión sobre las plantas es mínima».

La mata ya brota

El botánico ha notado que a la mata (el lentisco), que sobre todo cubre la ladera norte, ya le están empezando a crecer las ramas de la base: «Son arbustos que estaban completamente devorados, secos, con ramas muertas. Pero ahora empiezan a brotar. Solo ver sus hojas tiernas, jóvenes ya ha sido increíble. Ahora, sin cabras, podrán arrancar y crecer, y recuperar su tamaño normal».

Por el suelo ya se pueden ver endemismos como la Biscutella ebusitana: «Su población ha aumentado claramente. Son pequeñitas aún. Otra planta de la misma familia, la Diplotaxis ibicensis, vuelve a crecer, cuando antes era muy difícil ver en es Vedrà sus flores amarillas. Las pocas que quedaron ahora están en flor y producirán semillas, de manera que regenerarán el lugar», dice esperanzado.

La manzanilla gana terreno

También han visto otro milagro: cómo la manzanilla de es Vedrà (Santolina chamaecyparissus ssp. Vedranensis), única en el mundo, ya crece en el suelo, no sólo en los acantilados. «Confío -señala- en que vaya colonizando de nuevo los lugares donde estaba antes. Son pequeños indicios, pequeños síntomas de que la fase de recuperación ha empezado».

La Withania frutescens, una planta que «estaba totalmente comida, con las ramas superiores secas o muertas», y que poblaba sobre todo una de las laderas, «ahora tiene brotes en la base. Recuperará el tamaño que tenía antes», augura. «No hace ni cuatro meses que no hay cabras allí y ya se nota el cambio en plantas como esta. Hay brotes verdes en es Vedrà. Parece un eslogan político, pero es así», dice.

El proyecto de Rita y su equipo -que tiene un plazo de cuatro años pero que espera que luego prosiga- consiste en hacer el seguimiento de esa recuperación: «Hemos marcado nueve parcelas en el islote para comprobar cómo cambian a lo largo del tiempo. De esa manera podremos registrar y documentar cómo se produce esa evolución». De cada parcela (de 10 por 10 metros) analizan su diversidad florística y el recubrimiento de las especies, todos sus valores de biodiversidad. Cuando en 2015 visitó es Vedrà ya marcó cuatro parcelas: «Eso será valioso porque así sabremos cómo estaban esos terrenos antes de que fueran eliminadas las cabras», detalla Joan Rita.

Respecto a las sabinas, de las que quedan algunas de tamaño colosal, advierte de que su recuperación será mucho más complicada: «Tienen un crecimiento muy lento. Con ellas no se puede hablar de cinco o diez años, sino de plazos mucho más largos».

Como un laboratorio

Para Rita, es Vedrà es ahora «como un laboratorio» del que van a «aprender mucho», aunque no sea un escenario deseado: «Hemos marcado parcelas donde hay plantas propias de un corral [ortigas, arisaros, malvas] debido a la nitrificación del suelo [producida por los excrementos de las cabras]. Vamos a ver cómo evoluciona este exceso de nutrientes, que se tiene que ir lavando con las lluvias. Pero va a tardar porque llueve poco. Espero que haya un cambio de una flora propia de estos suelos tan llenos de excrementos a otra más propia del lugar», comenta el botánico.

Joan Rita valora la decisión que adoptó la conselleria balear de Medio Ambiente: «Fueron valientes. En su momento fue la decisión correcta, que tendría que haberse tomado muchísimos años antes. El patrimonio natural de Ibiza lo va a agradecer».