El hombre de 34 años y nacionalidad holandesa que murió al ser tiroteado el lunes por el tío de su mujer, José Ribas Riera, había ido a la casa de este para hablar de una finca heredada por Ribas Riera y sus tres hermanos que el banco les iba a embargar en junio, según relató un vecino de la zona. «Iba a hablar con él para ver si se había pensado la oferta que le habían hecho [por su parte de la finca], porque si no renunciaba por las buenas [en favor de su sobrina, que se hacía cargo del terreno sobre el que pesaban varias deudas y a la que ya habían cedido sus partes otros hermanos], se la iba a quitar [el banco] por las malas», comentó el vecino.

Así, la víctima, Gerardus Johanes Buijur, padre de dos niños de cinco años, se dirigió el lunes, sobre las 15.30 horas, a la casa donde vivía José Ribas, en la finca de ses Eres, situada cerca de la zona del polvorín, en el municipio de Sant Josep. Al parecer, habían realizado alguna consulta con abogados acerca de esta herencia y la situación de los terrenos, pero la víctima quiso intentar personalmente un arreglo entre ellos.

Se desconoce si la víctima llegó a hablar o no con el homicida, quien, según una persona que lo conoce, «estaba entrampado por todos sitios y no tenía dinero, pero sí muchas deudas».

«Yo oí dos tiros»

«Yo oí dos tiros», explicó ayer a Diario de Ibiza un vecino de la zona, que insiste en que no escuchó los tres que según la Guardia Civil había disparado el autor confeso a Gerardus Johanes Buijur. Este vecino se dirigió inmediatamente al lugar del que partieron las detonaciones, para ver qué había ocurrido, y encontró a la víctima en el suelo. «Cuando llegué allí dije: hay un hombre acostado. Y estaba destrozado», relató. Un poco más adelante de donde cayó muerto estaba el vehículo en el que la víctima llegó a la casa.

En la mañana de ayer, la sangre continuaba en el camino de llegada a la vivienda y el todoterreno Nissan de Gerardus, en el que había también restos de sangre, se encontraba aparcado cerca de la vivienda en la que residía el agresor, que «no tiene luz, ni agua ni nada».

Tras cometer el crimen, José Ribas Riera, que vivía solo pues al parecer su mujer y sus cuatro hijos ya no conviven con él, se dirigió hasta la casa de un vecino y le dijo que le llevara al cuartel de la Guardia Civil, «porque había matado a uno».

Según ha trascendido, en su declaración ante la Guardia Civil, el autor confeso del crimen señaló que le había matado «por rencillas familiares».