Opinión | Tribuna

‘Leer para vivir’. De lecturas y libros

Veamos. Saber que los romanos en sus inscripciones escribían en mayúsculas por la sencilla razón de que aún no conocían las minúsculas. Que la palabra abalorio viene del árabe que la adaptó del griego “berilio”, o sea, vidrio, material con que se hacían esos abalorios o mostacillas, y ésta última proveniente de los granos de mostaza por su pequeño tamaño, etc.

Saber estas pequeñas cosas, ¿no es gratificante y mágico por sí mismo?

Las palabras buscan nombrar la vida y en este guirigay que tenemos montado, a mí me sitúa y sobre todo me enamora. Sí, claro que también me enamoro de los amaneceres, del milagro de estar vivos, de las personas, pero también me emocionan las palabras.

Ese pozo sin fondo lo vamos trasegando de las lecturas, que, entre otras muchas cosas, es un buen gimnasio para mi mollera y para pasar el tiempo conociendo otros mundos y otras muchas formas de recorrerlo.

No sobraría recordar que leer es beneficioso y entretenido, aunque sea un tópico, pero en estos tiempos que se cuestiona la esferidad de la tierra, no está mal hablar de sus bondades.

Entre otros beneficios que nos regala la lectura están el de la paciencia y la atención, bien escaso en estos tiempos, como dice José Antonio Marina.

Está claro que es más fácil que te atrape un video de Tiktok o una serie de Netflix, por lo que la competencia está servida, aunque en mi caso, reconozco que leer me sana de tanta tecnología que me desorienta y, sobre todo, me aburre sobremanera.

Entre otras cosas, leer sale mucho más económico y cómodo que organizar un viaje. Con poco dinero, te llevas para tu casa vidas vividas por otros; secretos desconocidos del mundo; formas distintas de enfocar la vida; nuevas esperanzas y todo esto y mucho más, nos lo regalan las buenas lecturas. ¿Quién da más?

Zambullirte en ese libro que has escogido e ir deshilvanando renglón a renglón, página a página, realmente es un regalo sobre todo cuando esa lectura palpita cerca de tu propio mundo y casi te olvidas de si habla el autor o eres tú misma.

Cuando entro en una librería siento un ligero desasosiego, tipo cosquilleo, como cuando entro en un templo. Es uno de los pocos espacios que nos quedan en dónde las personas que allí estamos nos observamos (a veces de reojo) y en ese silencio cada uno busca con fervor encontrar el grial, el propio. El milagro se obra cuando la pista seguida es la acertada. Hojear un libro en la librería, elegirlo y llevártelo (con mucho mimo) para tu casa, es ya en sí mismo un hallazgo.

Recuerdo el libro ‘84, Charing Cross Road’ de Helene Hanff, escritora estadounidense que relata la correspondencia mantenida durante veinte años con un librero inglés, al cual no deja de pedirle libros inencontrables y como no podía ser de otra manera, con el que llega a tener una relación casi familiar con el paciente librero. En una de esas cartas que ella le envía le dice: “va contra mis principios comprar un libro que no he conocido previamente. Sería como comprar un vestido sin probártelo”.

Es verdad que en las librerías puedes descubrir libros que prometen, pero como no puedes leerlos todos, ni comprarlos todos, ni dispones de tiempo para todo, yo sigo la pista de autores y temas que particularmente me atraen. Ya pasé esa etapa en que leías libros o veías películas como un deber personal, para estar en “la onda” y aunque no renuncio a esos años en el que también aprendí otras cosas, como por ejemplo pasar tiempo conmigo misma y confiar en que de uno en uno y mejor en grupo, podíamos cambiar el mundo... pues ahora, aceptando que puedo errar, elijo yo. Puro placer estético y un entretenido medio de seguir aprendiendo, porque a mí “me pone” la bondad (como dijo Irene Vallejo y otros muchos) y el aprender.

Leyendo vivo otras vidas y la curiosidad me revela hechos desconocidos que muchas veces me saca de mis inseguridades y dudas.

No tengo mucho interés en confrontar la lectura electrónica y los libros en papel. El libro digital lo utilizo para lecturas más de ficción y menos complejas, porque servidora es de papel y lápiz. Digamos que la tecnología es neutra (bueno, el ebook me puede dejar tirada por falta de batería) y el problema puede aparecer con el uso que le demos. O sea, como siempre, el problema somos nosotros.

Para terminar, recordaré que durante la pandemia covid y los confinamientos, hubo un auge de la lectura y amazon y otras cadenas hicieron su agosto, en vista de que no podíamos salir de casa. Pues vale.

Ahora que pasó ese tenebroso período, recuerdo que el día 23 de abril del 2020 (lo tengo anotado en un cuaderno) decidí ir a la ciudad y tentar comprar el periódico y buscar un libro en una de las dos librerías que estaban abiertas en Ibiza. Caminé temerosa por las calles y entré en la librería que estaba casi vacía. Llegar hasta allí sin altercados, guardando la distancia de seguridad, moverme por otros espacios que no fueran las calles de mi barrio y ¡comprarme un libro¡, fue una excitante celebración. Hojear con calma unos libros, deambular ante la materialidad de otros tantos, esa complicidad, etc. fue un día memorable y, además, me llevé a casa el libro “Sombras chinescas” de uno de mis autores favoritos, Simon Leys. No me lo podía creer.

Amigos, no concibo un mundo sin libros y sin librerías. Sin ellos, estoy segura, que todo sería peor y, sobre todo, menos divertido.

P.S. La frase “Leer para vivir” es de G. Flaubert.

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