Diario de Ibiza

Diario de Ibiza

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Begoña Pardos

Tribuna

Begoña Pardos

De profundis. Se acerca el otoño

He acabado de leer ‘El jardinero apasionado’ del escritor Rudolf Borchardt.

Entre otras muchas cosas, me ha llamado la atención la descripción de cientos de géneros de plantas que menciona en dicho libro.

Este hombre nació en 1877, por lo que la palabra wikipedia no estaba en los diccionarios.

Entiendo que no tiraría solo de su memoria y supongo que, como la incansable María Moliner hizo para crear su colosal obra “el diccionario del español”, recurriría a miles de fichas en papel.

Fichas, tablillas de arcilla o de cera, cajones alineados como en ciertos lugares de Oriente... etc. han sido medios, herramientas de gran ayuda para grabar el conocimiento y preservar la memoria.

Clasificar, guardar para conjurar el olvido.

Pero la intención de todo ello es el entusiasmo, la pasión que alimenta el alma del ser humano. Sin ese espíritu, creo que andaríamos aún sin nombrar lo que nos rodea y por tanto, sin reconocer ni reconocernos.

La obstinación que tanto elogiaba Hermann Hesse, esa obediencia a uno mismo, también es inseparable de la pasión y entre otras muchas cosas, nos abre el camino al pensamiento crítico, a que no nos manejen como marionetas y discernamos lo justo, lo bueno y lo bello . Cualidades que pareciera se han empeñado en desterrar a otro planeta.

Dice nuestro jardinero apasionado (ya casi me había olvidado de él) que cada flor contiene su paisaje y cada época su historia. Añado que también cada ser humano tiene su voz y somos muchas voces. Pero todo lo hacemos entre todos, este mismo escrito está hecho también por todos.

Hay muchas técnicas para que una flor crezca y pueda regalarnos su belleza y perfume. Incluso cerca de un frente de guerra..., en medio de una rotonda pueden medrar las rosas más rojas.

Así lo ha hecho Natalia en la plaza de Kramatorsk en Ucrania. Su entusiasmo le ayuda a mitigar su dolor y el de los demás. Porque las flores son vida, son esperanza y lo poco puede ser mucho. Para mí que deberían condecorarla y reconocer su gran regalo al entusiasmo con que lucha esta ciudadana, un canto a la vida en medio de un frente de guerra constituye un inmenso regalo para todos.

Somos lo que hacemos y la ética debería ser más un remedio que una imposición, por lo que vivir el presente reconociendo a todos los demás, puede ser un impulso que nos permita ser más felices nosotros mismos y quizás mitiguemos el sufrimiento de los demás, como seguro le sucede a Natalia.

Creo que esa bonhomía no llega por un duende chiflado, ni por una iluminación momentánea; más bien lo considero una carrera de largo recorrido, como el cultivo de esas flores y la creación de esos jardines. Necesitan transportar agua, mover tierras, plantar, abonar suelos...etc.

Pero esa obstinación, sin salvarnos de nada, nos quita de todo. Nos rescata del tedio o nos sacude el miedo, o simplemente nos hace vivir en el presente para ser los que somos, que mucho es. ¿No?.

Nada es una certeza, tampoco la memoria. Todo gravita en un caleidoscopio multicolor en el que no hay historias, ni rostros, que en algún momento no se hayan borrado desconociendo muchas veces, ni cuándo ni cómo sucedió.

Alguien dijo que la felicidad consistía en ‘elegir bien tu locura’, y si el aire que nos diera fuera de plantar rosales, o cuidar jardines en tiempos de paz o de guerra..., ahora mismo firmo mi locura.

Espero que nunca sea demasiado tarde y que no me pase como dijo J.L. Borges al final de su vida: «He cometido el peor pecado que un hombre puede cometer. No he sido feliz».

Y no te digo, si aún encima no he contribuido a hacer felices a otros...

Compartir el artículo

stats