Opinión | Para empezar

Tanit, Ibiza y la magia de la imbecilidad

El magnetismo de Ibiza para atraer a todo tipo de zumbados seguidores de las creencias más estrambóticas es digno de estudio. Ahora lo peta la diosa Tanit, y el santuario púnico de es Culleram se llena de basura cada semana por las «ofrendas» que abandonan sus supuestos «fieles». Se han inventado unos rituales sin sentido ni ninguna conexión con la historia, la arqueología ni el sentido común, que no son más que actos incívicos: ¿cómo se le ocurre a nadie en su sano juicio encender velas en un monte cubierto de pinos y matorrales? Ahí es donde está la cueva convertida en santuario que tuvo su apogeo en el siglo II y principios del I a. C., un yacimiento arqueológico excepcional que sin embargo es objeto de vandalismo por parte de quienes se declaran fervientes seguidores de esta diosa púnica de la fecundidad y el renacimiento. En lugar de dejar basura de todo tipo en ritos absurdos que pueden acabar en un incendio forestal en esta hermosa zona de Sant Joan, estos impulsores de grotescos misticismos podrían acercarse al Museo Arqueológico de Puig des Molins a ver la exposición sobre la plaquita que se encontró en es Culleram, y conocer mínimamente la historia del santuario, que nada tiene que ver con las bobadas salidas de su imaginación calenturienta. Sería más beneficioso para ellos, pues el conocimiento nunca estorba ni suele ser una amenaza, como sí lo es la imbecilidad de pensar que dejando manzanas, plátanos y velas se invoca a la «magia protectora» de una diosa ancestral. Tan real como la base de ovnis de es Vedrà.

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