Tribuna

Hombres jóvenes y repunte del machismo

Gemma Altell

Gemma Altell

Hace unas semanas leíamos los últimos datos del CIS que anunciaban -entre otras cosas- que el 44% de los hombres piensan que «las políticas de igualdad entre hombres y mujeres han ido demasiado lejos». Obviamente los datos escandalizaron a distintos sectores sociales, pero de lo que hubo un poco menos fue de cuestionar el titular y la pregunta. No entraré en esta ocasión en detalles, pero: ni la pregunta está bien formulada, porque induce esta respuesta, ni el titular periodístico se para a identificar un porcentaje mucho más grande de hombres que no lo piensan. En todo caso, la alarma está generada y me pregunto qué tipo de reacciones, decisiones, políticas alimenta esta alarma.

Estamos ante una realidad, que es la instrumentalización de la derecha y la ultraderecha de las redes sociales y los entornos virtuales para promover discursos misóginos, violentos y antifeministas. Es lo que llamamos la manosfera. Con apariencia de movimiento espontáneo y explicado como reivindicación de «los hombres que se sienten oprimidos» en realidad, detrás de cada una de estas iniciativas, encontramos movimientos ultraconservadores (y por cierto antiabortistas) altamente organizados, que pretenden el mantenimiento de la desigualdad y la perpetuación de las violencias machistas. La cuestión es cómo han conseguido penetrar en la cotidianidad de los jóvenes y estos han dado legitimidad a sus discursos. A mi modo de ver, han sabido ‘leer’ cuáles son los contextos actuales y buscar la brecha de influencia: Por una parte, jóvenes ante una importante dosis de desconcierto e inseguridad sobre el futuro a todos los niveles (profesional, personal, político, medioambiental, etc); por otra parte, una etapa del ciclo evolutivo -adolescencia y juventud- que se caracteriza por buscar la transgresión y la rebeldía respecto al modelo que encarnan las generaciones anteriores, también es altamente relevante el auge del feminismo y el cuestionamiento del orden establecido que este marco plantea y el consiguiente desconcierto y ‘puesta en guardia’ que el feminismo genera en los hombres (de esto hablaré más adelante). Estos elementos, puestos en relación -con algunos otros, por supuesto- han provocado que la ultraderecha haya jugado al ‘lobo con piel de cordero’, dibujándose a través de la manosfera como la solución a la confusión, miedo y agresividad de hombres jóvenes. Se han apropiado del concepto de la transgresión juvenil, alimentando la idea incierta y perversa de que el patriarcado y el machismo son una nueva realidad que debe resurgir ante la opresión feminista encarnada por las políticas institucionales. Lamentablemente, muchos jóvenes han comprado este relato porque, además, permite no cuestionarse ni repensarse.Hace unas semanas leíamos los últimos datos del CIS que anunciaban -entre otras cosas- que el 44% de los hombres piensan que «las políticas de igualdad entre hombres y mujeres han ido demasiado lejos». Obviamente los datos escandalizaron a distintos sectores sociales, pero de lo que hubo un poco menos fue de cuestionar el titular y la pregunta. No entraré en esta ocasión en detalles, pero: ni la pregunta está bien formulada, porque induce esta respuesta, ni el titular periodístico se para a identificar un porcentaje mucho más grande de hombres que no lo piensan. En todo caso, la alarma está generada y me pregunto qué tipo de reacciones, decisiones, políticas alimenta esta alarma.

Estamos ante una realidad, que es la instrumentalización de la derecha y la ultraderecha de las redes sociales y los entornos virtuales para promover discursos misóginos, violentos y antifeministas. Es lo que llamamos la manosfera. Con apariencia de movimiento espontáneo y explicado como reivindicación de «los hombres que se sienten oprimidos» en realidad, detrás de cada una de estas iniciativas, encontramos movimientos ultraconservadores (y por cierto antiabortistas) altamente organizados, que pretenden el mantenimiento de la desigualdad y la perpetuación de las violencias machistas. La cuestión es cómo han conseguido penetrar en la cotidianidad de los jóvenes y estos han dado legitimidad a sus discursos. A mi modo de ver, han sabido ‘leer’ cuáles son los contextos actuales y buscar la brecha de influencia: Por una parte, jóvenes ante una importante dosis de desconcierto e inseguridad sobre el futuro a todos los niveles (profesional, personal, político, medioambiental, etc); por otra parte, una etapa del ciclo evolutivo -adolescencia y juventud- que se caracteriza por buscar la transgresión y la rebeldía respecto al modelo que encarnan las generaciones anteriores, también es altamente relevante el auge del feminismo y el cuestionamiento del orden establecido que este marco plantea y el consiguiente desconcierto y ‘puesta en guardia’ que el feminismo genera en los hombres (de esto hablaré más adelante). Estos elementos, puestos en relación -con algunos otros, por supuesto- han provocado que la ultraderecha haya jugado al ‘lobo con piel de cordero’, dibujándose a través de la manosfera como la solución a la confusión, miedo y agresividad de hombres jóvenes. Se han apropiado del concepto de la transgresión juvenil, alimentando la idea incierta y perversa de que el patriarcado y el machismo son una nueva realidad que debe resurgir ante la opresión feminista encarnada por las políticas institucionales. Lamentablemente, muchos jóvenes han comprado este relato porque, además, permite no cuestionarse ni repensarse.

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