Monoteísmo de Mercado

Qué tristes son los monoteísmos. Con lo divertido que es tener una miríada de dioses y diosas de peculiares nombres y habilidades, resulta triste y empobrecedor limitarse a una adoración única. Qué inteligencia la del catolicismo de integrar el paganismo y transformarlo en ese amplio abanico de vírgenes y santos donde, como en una colección de pokémons, cada uno tiene sus habilidades. El monoteísmo es una ley suprema que te paraliza por el terror, un muro infranqueable que nadie osa superar. Y esta perorata, ¿a santo de qué? Esta columna, aunque no se lo crean, habla del problema de la vivienda. Todas las recetas han sido inútiles. Las ayudas al alquiler del Gobierno central no son más que una transferencia de fondos a la clase rentista. ¿Ofrecer más suelo para urbanizar, como proponen los economistas neoliberales? Precisamente, cuando más suelo se puso para urbanizar y cuando más se construyó, más crecieron los precios. ¿Lo de crear zonas tensionadas y blablablá? Ya se ha intentado y ha fracasado. La única solución pasa por superar el último tabú que estrangula a esta sociedad: el Libre Mercado. La única solución a la falta de vivienda pasa por intervenir en el mercado. Ya sé que esta solución produce un miedo terrible, como lo tuvieron aquellos que plantaron cara a los iracundos dioses del Antiguo Testamento, pero ya es hora de derribar a ese dios.

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