Desde la Mola

La quinta dimensión

Les aseguro (a mis lectores, si es que los hay) que no quería un quinto capítulo sobre el tema Consell de Formentera. Eso que en el argot taurino se dice que ‘no hay quinto malo’ fruto de la pericia de don Domingo Ortega con el estoque. A este buen torero siempre le tocaba el quinto astado y de ahí la oportunidad del dicho. Volviendo a lo nuestro, lo de aquí. Digamos que está en el límite de convertirse en un culebrón a la ‘venezolana’ y cada vez más enrevesado, con oscuras referencias a poderes fácticos. Influencias de algún lobby y otras insinuaciones que se deducen del comunicado del presidente (no adscrito e independiente de los partidos que lo elevaron a la cabecera de lista) y que ha revolucionado el panorama de la política local. El periodo de fiestas navideñas, de ausencias por vacaciones familiares, nos había regalado un tiempo de sosiego, de recogimiento personal de algunos que podía traducirse en una solución mágica del tema. No se han dado las condiciones para que de la chistera del mago saliera una paloma de la paz. Por el contrario, el domingo, una vez acabado el partido del Formentera en el Municipal, alguien publicó en las redes sociales un comunicado del señor Córdoba que viene a justificar lo justificable en aras de unos votos (los suyos) propiedad de quien encabeza cualquier lista electoral. Cuantificar cuántos votos, más allá de su familia, círculo de amigos (y no todos) e individuos identificados con la acción personal del candidato, no resulta fácil. ¿los tiene? Los tendrá a buen seguro (diré que, a mí, personas con DNI en vigor me lo han confirmado). De ahí al mayestático ‘el pueblo me ha votado’ hay una distancia ideológica y especialmente, una conjunción de intereses que pone en duda la propiedad exclusiva de los votos.

La lectura del comunicado tiene aspectos que me llevan a pensar en un juego temerario y peligroso por parte de su autor. Lanzar insinuaciones, acusaciones veladas, grupos con intereses torticeros, como se desprende de esa confesión íntima de acoso y derribo. Dejar toda esa clase de epítetos sobre ‘desconocidos’ al imaginario popular tiene riesgos de expandir rumores y sospechas que en nada favorecen al clima político. En política hay dos métodos de denuncia, el juzgado de guardia o nombre y apellidos de los aludidos. Lo otro, señor Córdoba, me huele a lo que el derecho romano proclama: «excusatio non petita, acusatio manifiesta». No digo que no esté usted en posesión de la verdad, pero me quedan dudas razonables.