El poder de la imaginación

El nuevo año nos abre tímidamente sus puertas dando paso a un mes de enero gélido, con la salud indecisa y la ausencia de algún ser querido, pero cargado también de esperanzas renovadas y de buenos propósitos. Algunos nos preguntamos qué nos deparará 2024. Si podremos, de alguna forma, ser dueños de nuestro destino, o si el azar nos conducirá inexorable y caprichosamente hacia caminos insospechados, no exentos de alguna que otra sorpresa. En este devenir del inicio de un nuevo capítulo en nuestras vidas, nos acompaña la certeza de la incertidumbre, porque lo único que es previsible es que esta va a ser nuestra firme compañera de viaje.

La incertidumbre, según la RAE, es la falta de certidumbre. Como sinónimos de incertidumbre la RAE destaca los siguientes sustantivos: inseguridad, inquietud, desasosiego, indecisión, vacilación, duda, recelo, sospecha e incerteza. Comúnmente suele relacionarse con el desconocimiento de lo que va a suceder en un futuro próximo o no. Y como todo lo que nos es desconocido, nos infunde miedo e inquietud. Un miedo y una inquietud que hemos de aprender a gestionar con buen juicio e ingenio.

En este sentido, hay que reconocer que la vida sería monótona, soporífera y tremendamente aburrida si pudiéramos predecir con total exactitud lo que va a suceder en cada momento. Por ello, Werner Heisenberg, científico alemán que logró el premio Nobel de Física en 1932, se encargó de demostrarnos científicamente a través de su «principio de incertidumbre» que no cabe lugar para el aburrimiento, que el tejido microscópico de las partículas cuánticas es intrínsicamente incierto, tanto o más que nuestra propia realidad, porque el mero hecho de observar altera lo que se observa.

Dicho lo cual, yo soy de las que considera que dentro de esta incertidumbre que nos envuelve, podemos ser capaces de vislumbrar algo de certidumbre a nuestro paso, de varias y muy diversas y genuinas formas. La primera, adelantándonos a la mayoría de las situaciones que se nos pueden dar. En el ámbito empresarial solemos jugar con tres tipos de escenarios, el pesimista, el conservador y el optimista. Y para cada uno de ellos, tenemos pensados una estrategia y un plan de acción, con el que salir airosos y, en algunos casos, hasta triunfantes. Pero la forma más ingeniosa y seductora de hacer previsible la incertidumbre, es usar la imaginación. La imaginación puede ser muy poderosa.

Y cuando hablamos de imaginación, es inevitable que la nostalgia nos conduzca a mí a mis queridos lectores, a través de la memoria y de todos nuestros sentidos a corear en silencio, la canción ‘Imagine’ con la que John Lennon nos invitó a imaginar un mundo mejor que hemos de construir unidos. Al hilo de esta maravillosa composición, yo hoy imagino un 2024 donde reine la paz, cesen las guerras y conflictos que existen en el mundo. Imagino un 2024 donde haya equidad fiscal y desaparezcan y reduzcan los impuestos injustos con los que nos tienen a todos asfixiados. Imagino un 2024 donde los políticos gestionen con transparencia y buen criterio los recursos y servicios públicos, además de cumplir sus promesas y velar por la igualdad, la separación de poderes y la justicia. Imagino un 2024 donde también podamos opinar sobre Tripadvisor en este mismo portal de reseñas donde solo se admitan opiniones constatablemente veraces. Imagino un 2024 donde el Govern balear cree una nueva ley turística más justa y consensuada entre todos que tenga en cuenta la realidad y las particularidades de las pymes. Imagino un 2024 donde todos nos tratemos con respeto y velemos por la educación y los valores que engrandecen el alma humana y donde la cultura del esfuerzo sea apreciada. Imagino un futuro con esperanza y oportunidades, donde todo sea posible con tenacidad, honradez y trabajo, y donde el alma sea inmortal.

«La imaginación, no la inteligencia, es lo que nos hace humanos». Terry Pratchett.

Alicia Reina Escandell | Doctora en Turismo

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