El PSOE aún no lo ha entendido

Es evidente que el PSOE no ha entendido o no ha querido entender la naturaleza del acuerdo que suscribió con Junts para garantizar la investidura. Fue el mismo president Puigdemont quien dejó muy claro que no era un acuerdo de legislatura, y que cada paso se miraría con el recelo propio de quien no confía en el socio. Pero como Pedro Sánchez es un superviviente nato y ha conseguido surfear por la política enredando a unos y a otros, debía de pensar que Puigdemont sería tan fácil de engatusar como lo había sido Junqueras. Al fin y cabo, las palabras y los hechos no siempre casan en política, y una vez suscrito un acuerdo acostumbra a ser muy difícil que se rompa.

Sin embargo, Puigdemont no es Junqueras, ni el acuerdo de Junts se basa en la complicidad ideológica -aquello del frente de izquierdas, donde ERC se mueve con comodidad-, sino en un documento de temas muy precisos que exigirán seriedad negociadora, que el PSOE no está acostumbrado a tener con sus socios eventuales. En este sentido, haber querido presentar tres paquetes legislativos donde, con la excusa de revalorizar las pensiones y otras cuestiones relevantes, se recortan competencias de la Generalitat, se agrava la magra financiación que sufre Catalunya y, encima, se introduce un artículo en la ley de enjuiciamiento civil -el 43 bis- que pone en peligro la amnistía, es intentar ganar un máster en trilerismo.

La amnistía es una piedra angular del acuerdo suscrito por Junts y, ciertamente, resulta sorprendente que a la primera oportunidad, el PSOE ya intente neutralizarla. Según ha avisado Gonzalo Boye, este artículo adecuadamente camuflado dentro de la macedonia de decretos daría instrumentos a la cúpula judicial española para dilatar la aplicación de la amnistía, dado que permitiría presentar cuestiones prejudiciales al TJUE y esperar la resolución. Dos años de demora, como mínimo. Ante esta evidencia, el portavoz Josep Rius ha avisado con sarcasmo que «si alguien necesita hacerse perdonar por la cúpula judicial, es su problema, pero no lo hará con los votos de Junts». Un voto que, en palabras de Jordi Turull es, a estas alturas, «un ‘no’ como una casa de payés», y por eso Junts pide retirar los tres decretos y que se vuelvan a presentar «separados, negociados y pactados con Junts».

La respuesta del PSOE ha sido la habitual: prepotencia y demagogia, a partes iguales. Por un lado, la ministra Montero ha rebajado la actitud de Junts a una simple reacción de «tacticismo y partidismo», para «hacer valer los votos y la marca», como si el PSOE no estuviera inmerso eternamente en el tacticismo y el partidismo. Por el otro, Santos Cerdán ha sacado el espantajo de los pensionistas, en el sentido de que no votar el decreto macedonia sería ir en su contra, cuando no hay ley universal que impida revalorizar las pensiones, haciendo los decretos de otro modo. Todo ello, la soberbia propia de quien cree tener el poder, sin entender que, en su caso, es un poder prestado. De momento, a pesar del tono de las declaraciones, Montero está intentando «explorar el perímetro», según peculiar expresión dicha en TVE, en la línea de ofrecer algún tipo de «contraprestaciones».

Pero, ¿qué contraprestación puede haber a la estafa de aplazar ‘sine die’ la amnistía? No parece que Junts lo pueda admitir, cuando se trata de un punto troncal del acuerdo y de su compromiso público. Además, saben bien que esta jugada del PSOE ni es casual -culpa de la UE, justifican-, ni es inocente. El hecho es que Pedro Sánchez puede permitirse aprobar la amnistía, pero hará todo el posible para que no haya amnistiados, especialmente el amnistiado más sonoro, no en vano la posibilidad de que Carles Puigdemont vuelva a Catalunya le da más miedo que a Feijóo. Este es el nudo gordiano del acuerdo suscrito: que Sánchez y Puigdemont sostienen la misma cuerda, pero la tensan en dirección contraria.

En este punto, saber cómo se resolverá este primer encontronazo, de los muchos que habrá, resulta muy difícil. Pero una cosa sí parece clara: el PSOE no podrá practicar el arte del trilerismo con la misma facilidad que lo ha hecho hasta ahora. Porque ahora no tiene unos socios acomodaticios, sino unos adversarios eventualmente aliados, que harán valer sus votos sin complejos. Ha cambiado la naturaleza del pacto. Quizás sería hora que el PSOE se diera cuenta.

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