En corto

Francisco la acaba armando

Lo último que puedes esperar de un jesuita es que, teniendo la posibilidad de hacerlo, no haga nada, pues su sentido heroico y misional de la existencia se lo impone. Tampoco puedes esperar que eso que haga no sea algo concreto y práctico, sin perderse en meandros ideológicos o teológicos. Tendrá que ver siempre con su concepción de la dignidad humana, que sin venir ni de lejos del catálogo de derechos del liberalismo pone en su centro al hombre concreto, no a una idea abstracta del hombre y de la humanidad. En este caso a hombres y mujeres concretos que, siendo hijos de Dios, tienen un modo distinto al más común de vivir y practicar su experiencia amorosa. Así es como Francisco, sin meterse en honduras teológicas o antropológicas, ha hecho dar a la Iglesia su mayor paso de apertura en mucho tiempo. ¿Quién nos mandaría poner en la Silla de Pedro a un jesuita?, pensará más de un mitrado.

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