El tocomocho formenterano

Tras el órdago del presidente del Consell de Formentera, Llorenç Córdoba, replanteándose públicamente su “apoyo incondicional” en el Parlament a la presidenta del Govern, Margalida Prohens, cometí el error de pensar que tal vez estábamos ante la eclosión de un sucedáneo de Antoni Marí Calbet. Un independiente al frente de la primera institución formenterana, con libertad para dar un puñetazo sobre la mesa en Mallorca, cuando la situación lo requiriese.

Lo de Marí Calbet, en todo caso, tenía más mérito porque se enfrentaba a su mismo partido y, además, lo hacía de corazón, buscando el beneficio de los pitiusos. Sin embargo, en el mejor de los supuestos, ahora tenemos a un político que ha dinamitado toda su credibilidad por echar dicho pulso sobre políticas de Formentera mientras negociaba en paralelo y sin transparencia cuestiones económicas en su propio beneficio. Y en el peor, que ha desplegado esta estrategia rupturista exclusivamente en favor de unos intereses personales, mientras a todos nos dejaba creer lo contrario. Hace una semana, ¿quién podía sospechar, salvo los involucrados, que este monumental lío era para que le concedieran un sobresueldo?

La alucinante situación que se está viviendo en la isla constituye una terrible decepción; otro espectáculo bochornoso de cierta clase política que parece únicamente capacitada para la astracanada, la hipérbole y el sobresalto de sus pobres votantes. Éstos, mientras asisten incrédulos al delirante sainete, donde Córdoba no es, ni mucho menos, el único actor principal, observan el errático rumbo del Consell, que parece precipitarse hacia el abismo de la ingobernabilidad. Con el agravante de que, ahora mismo, únicamente puede corregirlo quien encendió la mecha, marchándose voluntariamente a casa.

Es lunes por la mañana y, tal vez, mientras escribo estas líneas, Córdoba esté a punto de dimitir de sus cargos de presidente del Consell y diputado en el Parlament balear, o al menos del primero. Pero también es posible que se aferre a ellos porque le va la estabilidad de la economía familiar en dicho movimiento y, si las acusaciones son mínimamente ciertas, ya se ha visto hasta qué extremo es capaz de defenderla. La nula elegancia y previsión demostradas por sus compañeros de Sa Unió (PP y Compromís), al aludir de una forma tan descarnada a su situación personal en términos de que “está arruinado” –para, a continuación, pedirle el favor de que dimita–, sí permite sacar tres conclusiones difícilmente rebatibles.

La primera, que el Consell Insular ha estado en manos de una persona incapaz de administrar su propia economía. Él ha dicho que pasar apuros económicos no es incompatible con gobernar, pero el hecho de no explicar las causas que le han conducido a dicha circunstancia tampoco ayuda, precisamente, a que el votante pueda depositar una mínima confianza en su capacidad de gestión. Dicha situación económica, además, probablemente le someta a una presión difícilmente compatible con la dedicación intensa, exclusiva y exigente que requiere el cargo. Segundo corolario: la falta de visión e incapacidad manifiesta de los líderes de PP y Compromís para elegir a un líder adecuado. Si Córdoba se va, los máximos responsables de los dos partidos que conforman Sa Unió probablemente deberían seguirle, por su penosa gestión de la crisis y por no investigar mínimamente a la persona que han aupado. Y tercera conclusión: se confirma la maldición en la derecha en esta isla. De una manera u otra, cada vez que alcanza el sillón de mando, le acaba prendiendo fuego.

Cuando Córdoba lanzó su movimiento

de presión, creímos que lo hacía porque Prohens le había ninguneado, dándole plantón, y por otros asuntos que no parecían avanzar con la celeridad convenida, como la cuestión del deslinde, la triple insularidad, la gestión de los amarres de s’Estany des Peix, etcétera. Luego, de pronto, sus socios de gobierno lo acusaron de presionar por el citado sobresueldo, de entre 3.000 y 4.000 euros al mes, que se sumarían a los más de 80.000 que ya percibe.

Uno nunca sabe a qué atenerse, pero recientemente salió a la luz un detalle que definitivamente declina la balanza de la credibilidad en contra del presidente de Formentera. El líder del PP y vicepresidente tercero del Consell, José Manuel Alcaraz, declaró que Córdoba le había pedido que dicho incremento salarial se abonara con los “fondos reservados” del Govern balear, que, en realidad, ni existen. Hay que tener una mente muy berlanguiana para concebir un pasaje tan surrealista y desesperado, y al señor Alcaraz seguro que le acompañan unas cuantas virtudes, pero no la cátedra de comediante.

El mayor perjudicado en el tocomocho formenterano, en todo caso, es el atónito ciudadano, al que en elecciones le repartieron una colección de estampitas con los rostros sonrientes de unos políticos supuestamente competentes, y al final eran esto. Ah, por cierto, qué bien le ha venido a Antoni Costa esta cortina de humo.

@xescuprats

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