Señales

Me encanta la ciencia ficción. Las películas de mundos distópicos (ya saben, futuros catastróficos por culpa del ser humano, ese virus) me fascinan y el otro día pensaba que la causa más probable de esta filia es que me recuerdan mucho a Ibiza. Una isla en la que cada año vivimos dos realidades distintas cada vez más alejadas de la realidad y del buen camino por culpa de una globalización maravillosa para muchas cosas y catastrófica para otras. Brian Chesky, uno de los creadores de Airbnb, ese monstruo al que muchas administraciones quieren cortar la cabeza cual Medusa, eludía su responsabilidad en el problema de la vivienda que agobia a las ciudades en las que operan; que ya existía cuando ellos eran pobres y que la principal causa de que no haya pisos baratos, dignos, es que cada vez somos más... y el territorio más escaso. Por eso, cada vez que leo los análisis que de nuestra sociedad hacen desde Cáritas, Cruz Roja o el CES, por poner tres ejemplos cercanos, más me convenzo de que dentro de no demasiado tiempo tendremos que ir armados para salir a la calle. Las soluciones están en nuestras manos, aunque cueste imaginarlas ahora. El problema es que nuestros políticos son unos pésimos directores de cine...

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