Tribuna

El juicio de Salomón

Queridos lectores, a estas alturas de la película, no puedo negarles que el tema de la amnistía me quita el sueño. Y solo espero que el mío no sea uno de esos casos aislados, una enfermedad rara y poco común que solo afecta a uno de cada diez españoles, porque de ser así, añadiría una preocupación más al profundo desasosiego que me produce esta situación. Observo con inmensa tristeza cómo España sigue dividida y que los cimientos de la democracia que tantos esfuerzos y penurias nos ha costado construir entre todos, van desvaneciéndose y desdibujándose, porque el poder es adictivo y siempre tiene un alto precio, que ciertos individuos sin escrúpulos están dispuestos a pagar. Pero lo más curioso de todo ello, créanme, es observar cómo en los tiempos convulsos en que vivimos, aún es necesario defender lo obvio.

Les confesaré que hace días, que libro una lucha interna conmigo misma, sobre si abordar o no públicamente este tema. Y en este sentido, he tratado, infructuosamente, de pasar de puntillas sin pronunciarme al respecto, pero tengo claro que el silencio solo puede ser cómplice de esta injusticia. Por ello, en la vida, hay ocasiones en que hemos de salir de nuestra zona de confort y expresar, desde el respeto, nuestra libre opinión, aceptando la discrepancia constructiva, aunque ello pueda ser objeto de críticas gratuitas que puedan colocarnos en el ojo del huracán. He decidido pues, por responsabilidad social y por respeto a mis lectores y a mis firmes convicciones, que no puedo seguir fingiendo y hacer como si nada estuviera sucediendo. Más aún, cuando el respeto a la voz de la mayoría, la legalidad, la separación de poderes y los principios fundamentales y constitucionales que garantizan la paz social y la convivencia de nuestro país corren el peligro de quedar seriamente perjudicados. Porque aquellos que creemos en el principio de legalidad, igualdad, y en la observancia y el acatamiento a las reglas democráticas de la convivencia, tenemos el deber y la solemne obligación de garantizar que se respeta la voluntad de la mayoría del pueblo español. Tenemos también la obligación de recordar que siete votos de un prófugo de la justicia no deben determinar el futuro de todo un país, y que existe un evidente vicio del consentimiento nacido del engaño acerca del alcance del voto depositado en las urnas en las últimas elecciones. Y en este sentido, quiero pensar que la candidez de los ciudadanos españoles no nos impide ver con toda claridad y sin el menor atisbo de duda, que el actual presidente en funciones de nuestro país está engañando nuevamente a todos los españoles, al defender lo que antes despreciaba con total rotundidad: la amnistía en Cataluña, en nombre de España, en interés de España y en defensa de la convivencia entre los españoles. Todos conocemos ya lo que la verdad esconde, y que el único interés que persigue el sr. Sánchez es el suyo propio y su permanencia en el poder.

En cualquier caso, me permito aplicar metafóricamente a esta situación, el juicio del sabio Salomón, rey de Israel, que figura en el Antiguo Testamento, y donde se relata el enfrentamiento entre dos mujeres que afirman ser la madre de un mismo bebé. Salomón debe descubrir entonces cuál de las dos es la verdadera madre del niño, para lo cual propone partirlo por la mitad y dar una parte a cada una. La verdadera madre, que amaba sinceramente al niño, prefiere desprenderse de su hijo y cedérselo a la otra mujer para evitar que lo dañen. De forma que la sabiduría de Salomón consigue descubrir que la verdadera madre del bebé era la que acaba velando por la integridad del bebé y prefiere renunciar a él, antes que verlo morir al dividirlo en dos. Este mismo ejercicio de sabiduría es el que invito a practicar a nuestro clase política española. Porque, con los debidos respetos, si el sr. Pedro Sánchez respeta y ama verdaderamente a España y a sus ciudadanos, tiene dos opciones salomónicas muy claras y justas: pactar con partidos constitucionalistas como el PP, evitando pactar con proetarras, separatistas y prófugos de la justicia que solo anhelan la destrucción de España y de sus ciudadanos; o convocar de nuevo elecciones para que el pueblo se pronuncie sobre su futuro, con conocimiento de causa. Por otro lado, la misma teoría salomónica, podría aplicarse al sr. Alberto Núñez Feijóo, que tiene la oportunidad de demostrarnos si lo que realmente le preocupa es la integridad de España (el niño) o sus propias ansias de poder, cediéndole a Sánchez los votos que le harían falta para evitar que la gobernabilidad de España pueda descansar sobre el pacto indeseable del PSOE con los proetarras, la extrema izquierda, el separatismo y la caprichosa voluntad de un prófugo de la justicia que desea finiquitar España y la prosperidad que tanto sacrificio y esfuerzo nos ha costado construir entre todos los españoles. Mantengámonos pues todos especialmente atentos, y juzguemos observando los próximos acontecimientos que, sin duda, nos permitirán descubrir, con sabiduría, quién es la verdadera madre del niño, quién está al servicio del interés de general de España y de los españoles, y quién está orientado únicamente al poder y al servicio de sus propios intereses personales.

«La probabilidad de perder en la lucha no debe disuadirnos de apoyar una causa que creemos que es justa» (Abraham Lincoln).

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