Tribuna

A veces es no, Alberto

«El mayor de los riesgos es dar todo por hecho, ganas pero no lo suficiente, y entiendes que el grupo de corifeos que te alentaba en el contra todos, se equivocaba»

No te quieren, a veces ni siquiera como algo personal, a veces las circunstancias ajenas a ti determinan que pasas de ser el deseado al que despachan con una sonrisa displicente, que casi es el peor de los desprecios.

Aprender a no ser querido lleva casi toda una vida, Alberto, y por mucho que tú lleves más de treinta años en política institucional, sabes que la fortuna en política a veces se tuerce bruscamente. Aunque uno haga el camino esperado, aceptando los destinos que la dirección del partido encomienda, alcanzando la capacidad de decisión propia cuando llevas cuatro mayorías absolutas en tu tierra y el halo de líder eficaz y moderado, entonces cuando ya se daba todo por hecho, el destino se tuerce.

El ascenso que suponía emigrar a Madrid por llamamiento unánime después de la defenestración de Pablo Casado se está volviendo una carrera serpenteante con un final para ti inesperado. Con los sondeos aupándote, la victoria sobre el PSOE en municipales y autonómicas, el poder institucional gracias a los pactos con Vox, sólo te faltaba la última meta.

Y ahí, cuando la confianza te juega una mala pasada, porque el mayor de los riesgos es dar todo por hecho, ganas pero no lo suficiente, y entiendes que el grupo de corifeos que te alentaba en el contra todos, se equivocaba. Lo malo de los corifeos es que no te cuentan la realidad, pero por otra parte te mantienen la autoestima elevada, sin la que pelear en política o en la comunidad de vecinos es difícilmente soportable.

Es que es quedarte a un peldaño, concretamente a seis y con la mayoría absoluta en el Senado, y no encontrar a nadie que se sume cuando vienes de las victorias continuadas, entiendo la insistencia en llamar a todas las puertas, incluso las que demonizabas. Los acercamientos con Junts o el PNV, que Vox participe en la ayuda haciendo como que no existe porque prefiere la invisibilidad con el PP que la irrelevancia con PSOE, Sumar y el resto. Que las líneas rojas de los nacionalismos vuelvan a decaer e incluso sean los más constitucionalistas y los mejores defensores de la unidad de España. La perseverancia es una gran virtud, pero la elección estratégica de socios con proyección de futuro, también.

Pedro Sánchez recurrió a una repetición electoral porque no podría dormir con un pacto con Podemos, durmió poco durante un tiempo y consiguió que ya no estén, que lo que cubre ese espacio sea una coalición bien distinta en el fondo y la forma. No sé si en la derecha ocurrirá eso, porque los vientos aquí son internacionales y el apoyo económico mucho mayor, y mientras eso ocurra, me temo, Alberto, que seguirá siendo no.

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