El cumpleaños de Manel

Abro el correo antes de escribir este artículo, que ya no importa de qué iba, y Facebook me recuerda que «Manel Marí cumple 48 años». Un derechazo al corazón de la nostalgia. Las sillas que el poeta irrepetible, y amigo generoso, subió cinco pisos sin ascensor a casa para la presentación de ‘Tavernàrias’, en agosto de 2017, siguieron en la terraza hasta el año pasado, esperando otras cenas que ya no fueron. No le pude agradecer aquel maravilloso homenaje a Xicu (Lluy), entre vinos y tequilas. La inexcusable tortilla de patatas (aunque Xicu hubiera rezongado que no era tan buena como las suyas), la trajo Soldat y la celebración de la vida, la emoción, su poesía. Manel, tan desprendido que, tras años sin presentar libro en la isla, el primer día que lo hizo cedió el protagonismo al amigo desaparecido. Él, que nada acumuló porque todo lo compartía. Su voz magnífica y original de poeta vive, y lo hará, pero a menudo me pregunto qué hubiera escrito hoy el comentarista lúcido y agudo que asestaba hachazos como si fueran caricias, con talento y humor (porque, aun para los que no compramos dioses, el derecho al pataleo es «sagrado»), cuando volvemos a ver ondear banderas de odio que creíamos relegadas a las cloacas de nuestra historia. «No he mort del tot, no he diluït encara la veu entre les veus, la cendra entre les cendres, i mastego encenalls per escopir l’incendi: jo sóc la veu d’uns altres que frisa per cremar-se i per cremar els ignífugs fragments de morals fetes». Te echamos de menos, Manel.

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