El púlpito

El párroco de Sant Jordi: despedida y muchas gracias

Daniel Martín.

Daniel Martín. / Gerard Felip

Diario de Ibiza me brinda la oportunidad de dar las gracias y de despedirme de todos aquellos que habéis formado parte de mi vida durante tantos años. Cambio de lugar pero el cariño sigue entre vosotros. Como sabréis, mi familia decide volver a Sevilla después de 34 años de vida en Ibiza y aunque es un gran reto, vuelvo con mi madre a su tierra. Ibiza abrió un mundo nuevo para nosotros y sin ella no seríamos lo que somos. Infinitas gracias a tantas personas que confiaron en mi familia para darles trabajo y así hacerles prosperar. Doloroso también ha sido ver cómo aquí perdimos a nuestro padre y nuestro hermano y desde ese momento nuestro corazón ha quedado herido. Confiamos en el amor de Dios que los acoja en su reino de eterna Misericordia. Mi camino como sacerdote comenzó en Valencia, en el último año de derecho canónico y luego siendo párroco de Puig d’en Valls. Puedo decir que fueron los años más increíbles de mi vida sacerdotal. Uno sale del seminario con ganas de comerse el mundo y fue increíble ver la respuesta del pueblo de Dios que camina en esa parroquia. Fuimos testigos de innumerables bendiciones, fue algo precioso. Y el tiempo en Sa Real y en la Delegación de Juventud, con la gran experiencia de la JMJ en Cracovia. Gracias a todos los que habéis formado parte de todos esos momentos, para mí imborrables. De aquella época aún guardo grandes amigos que me acompañan en mi vida. De allí pasé a Roma, donde me licencié en Teología Dogmática, realizando la tesis de licencia ‘Sacerdotes en el único Sacerdocio de Cristo’. Fue increíble la experiencia de convivir con más de 70 sacerdotes de toda España. Pude ver la grandeza y la riqueza de sacerdotes que viven llenos de amor a nuestro Dios. De allí, por todo lo que ocurrió en Santa Cruz en tan poco tiempo, estuve en esa parroquia casi dos cursos ayudando a don Enrique y a Nando. En mi memoria quedará el recuerdo imborrable de un sacerdote increíble, gracioso, artesano, cocinero, inteligente y con muchísimo amor a la Iglesia. Gracias don Enrique por cómo me enseñó y cómo me animó en todo momento a seguir adelante. Y Nando, gracias por ser mi hermano y gran compañero de camino. La época de Santa Cruz los tres juntos, ha sido una de las experiencias más profundas de mi paso por Ibiza. Y de las más divertidas, porque difícilmente podré olvidar tantísimas anécdotas y bromas con las que los tres nos animábamos a seguir adelante. Finalmente he estado estos dos últimos cursos en las parroquias de Sant Jordi y Sant Francesc de Paula sintiendo el cariño y el calor de toda esa gente, especialmente de obreros, Catequistas, voluntarias de Cáritas, monaguillos, Manos Unidas, Coro, ENS… Reconozco públicamente el cariño que le tienen al sacerdote en estas parroquias. Tanto los que van a misa, como los que no, muestran un gran respeto al párroco. Especialmente lo sentí durante los tres meses en los que estuve recuperándome de la lesión en el tendón de Aquiles. Muchísima gente vino a verme, a darme ánimos, a mostrarme su afecto y ayuda. Muchísimos camareros, dependientes, trabajadores de todo tipo, el mecánico, miembros del club de fútbol de Sant Jordi, miembros de la colla… más todos los que forman parte de los grupos parroquiales. De corazón, gracias. Por supuesto un gracias con mayúsculas a don José Martínez Franco. En ese tiempo y durante todo este tiempo ha sido fundamental. No solo no me dejó solo ni un solo día hospitalizado, sino que ha tenido tiempo para pasar casi cada día por la casa parroquial para ver cómo me iba y si necesitaba algo, además de ayudarme con las misas de San Francisco. Un hermano sacerdote para mí y, como he podido comprobar, para todos los sacerdotes. Y con él gracias también a don Demetrio, don Vicente Tur y el padre Jesús, sacerdotes amigos y hermanos que también me han cuidado durante todo este tiempo. Necesitamos esos corazones de hermanos y amigos que van más allá de filias y fobias personales y ven en todo momento a un hermano sacerdote. Especialmente en los que peor momento pasábamos. Infinitas gracias.

No puedo olvidar tampoco los dos institutos en los que he estado este curso: Sant Agustí y Quartó del Rei. Mis compañeros profesores, personal no docente, alumnos… qué precioso ha sido todo este tiempo donde hemos podido compartir y aprender, yo mucho más de vosotros que vosotros de mí. En todo ese tiempo merece una palabra de cariño Lina Cardona Prats, que en todo momento me ha guiado para poder dar las clases y resolver tantas dudas con conselleria y papeleos varios. Mis pasos ahora seguirán caminando en Sevilla, en la parroquia de Nuestra Señora Virgen de las Nieves, en Villanueva del Ariscal y capellán de las Carmelitas Descalzas de Sanlucar la Mayor. Un regalazo de pueblo y un regalazo de comunidad. Desde que lo supe ya rezo por ellos. Recordemos siempre la grandeza de nuestra fe: ser católicos o lo que es lo mismo, ser universales. La Iglesia camina en todo el mundo, en medio de culturas distintas y gentes diversas. Me llena de serenidad esta verdad: el Señor está en su Iglesia y nunca nos fallará. La diócesis de Sevilla ha mostrado conmigo una gran generosidad y cariño recibiéndome con los brazos abiertos desde el primer momento. Tanto mi párroco de la Puebla de Cazalla como vicarios episcopales y Vicario General, don Teodoro, que después lo harían obispo auxiliar. Yo pensé que al hacerlo obispo mi marcha a Sevilla se pospondría para el siguiente curso, pero no fue así. No solo siguió teniendo tiempo para mí sino que además fue todo aún más rápido. Y por supuesto el arzobispo don Jose Ángel aceptándome y nombrándome párroco con tanta generosidad para conmigo. Siempre estaré agradecido a todos ellos. Dejo para el final a toda la gente que forma parte de nuestro obispado: gracias a S’Espurna, con Juanan a la cabeza y Marian siempre alegre. Gracias a Manos Unidas y la delegación de misiones que me ha permitido conocer Perú y la India. Gracias a la delegación de vocaciones, desde la que he podido acompañar a Ramón, Fabián y Yaser. Qué gran regalo y qué buenos y santos sacerdotes tendrá esta diócesis en ellos. Gracias a Sonia por tanta dedicación y a Inés por su eterna sonrisa para escuchar a todos. Gracias al portero Miguel Ángel, por sus ratos de charla y por supuesto a María Fernanda en todo lo que me ha ayudado tanto a mí como a la parroquia de Sant Jordi. En ellos, cada vez que he ido, he sentido el calor de una familia. Gracias Señor Obispo por aceptar mi decisión y dejarme marchar a Sevilla.

Que Dios nos ayude a todos a seguir, de día en día, cumpliendo su voluntad.

Daniel Martín | Sacerdote

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