Tribuna

Los peligros del negacionismo climático

En los últimos años nuestra comunidad autónoma ha sido una de las pioneras en la construcción y configuración de un marco integral para hacer frente al cambio climático a nivel nacional y también a escala internacional. Ello ha generado una esfera que, a priori, incrementará la eficacia frente a esta grave situación denominada cambio climático.

El cambio climático se refiere a los cambios a largo plazo en los patrones climáticos de la Tierra, incluyendo temperaturas globales, precipitaciones, vientos y otros factores. Estos cambios son principalmente causados por actividades humanas, como la quema de combustibles fósiles, la deforestación y la liberación de gases de efecto invernadero a la atmósfera. La relación de causalidad entre la modificación de estos patrones y las actividades descritas está ampliamente respaldada por la comunidad científica. De esta forma podemos observar cómo el aumento de determinados gases atrapa el calor en la Tierra, lo que propicia el denominado calentamiento global y desencadena una serie de impactos en el medio.

Ante ello, ahora surge un movimiento -por denominarlo de alguna forma- vinculado a la politización de un problema real, con evidencia científica y empírica, que viene a negar o minimizar el cambio climático y sus efectos, en estos posicionamientos presentan problemas que debemos exponer.

En primer lugar, esta postura puede conducir a la inacción o a la demora en la adopción de medidas efectivas para abordar este problema global. Con lo que se agravarían los riesgos no solo para el medio ambiente sino también para la propia especie humana. A ello, y teniendo en cuenta el aspecto económico, este negacionismo puede llevar a la falta de inversión en las áreas impulsadas por las diferentes instituciones y Administración con lo que se verían afectadas las ventajas económicas que podrían derivarse de la transición hacia una economía baja en carbono.

Otra de las consecuencias de este negacionismo puede tener implicaciones para la seguridad y la estabilidad global. El aumento de eventos climáticos extremos, la escasez de recursos naturales y la migración forzada pueden contribuir a conflictos y desplazamientos de población. Al negar o minimizar estos riesgos, se dificulta la adopción de medidas para abordarlos de manera efectiva.

Por último, la negación del cambio climático puede llevar a la falta de protección y conservación de los ecosistemas y los recursos naturales. Esta cuestión puede conllevar una situación de irreversibilidad, como la pérdida de biodiversidad, la degradación de los ecosistemas y la destrucción de hábitats naturales.

Todo ello es de una gravedad que ha de ser tenida en cuenta por la ciudadanía, que debe alejarse de esa politización empleada por algunos sectores. En especial, debemos ser más críticos en las islas, al ser territorios de gran vulnerabilidad a este problema por su ubicación geográfica.

A consecuencia del calentamiento global, el hielo polar ha incrementado su proceso de deshielo, lo que supone una amenaza por el incremento del nivel del mar. Este hecho afectará a los archipiélagos más bajos al estar más expuestos estos territorios a la erosión costera, inundaciones e incluso la intrusión de agua salada en acuíferos, lo que afectará a la disponibilidad del agua potable.

No podemos obviar que nuestras islas están siendo afectadas por eventos que pueden causar daños sobre infraestructuras, como son tormentas intensas u otros fenómenos derivados del cambio climático. Todo ello tiene un efecto acumulativo pues afectará a los ecosistemas insulares y las especies endémicas de las islas, lo que puede afectar incluso a los sistemas de protección que de forma natural se establecen, como la Posidonia oceanica.

Esta pérdida de diversidad y afección sobre los recursos naturales afectará a las actividades y servicios ecosistémicos como puede ser la pesca y la agricultura. El cambio climático puede alterar los patrones de lluvia, la disponibilidad de agua dulce y afectar la productividad de los cultivos y los ecosistemas marinos, lo que puede llevar a la escasez de alimentos y recursos básicos.

Para hacer frente a esta situación de gran complejidad las Illes Balears impulsaron un cambio hace unos años que expuso la necesidad de combinar medidas de mitigación, como reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y adaptación, como la construcción de infraestructuras resilientes y la implementación de prácticas sostenibles.

Con este nuevo ciclo político hemos presenciado cómo la politización de una evidencia como es el cambio climático está siendo empleada de nuevo generando un clima que nada aportará en cuanto a eficacia. A lo anterior debemos tener en cuenta que, aunque las competencias de medio ambiente estén presentes, los mensajes son una clara muestra de las intenciones y por ello, no disponer de una conselleria propia, ya sugiere una intencionalidad, al entender este ciudadano que se tiende a minimizar un problema real, evidente y que debería estar en primera línea de las Administraciones a todos los niveles. La muestra de lo anterior se mostraría con una Vicepresidencia, por ejemplo, que aunara las áreas de cambio climático, medio ambiente, medio marino, transición energética y territorio.

Esteban Morelle-Hungría | Profesor universitario y doctor en Derecho ambiental 

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