En corto

Una enfermedad silenciosa

«Hablando se entiende la gente» es un buen refrán y «no hay con quien hablar» la constatación de su fracaso. Cabría pensar que en la sociedad de la comunicación se hablaría más, pero se habla menos, sobre todo en las relaciones de veras utilitarias. Nos envuelve una abrumadora cháchara sobre nada, pero hablar con un servicio público o privado, un banco o una Administración exige ímprobo esfuerzo, tras el que puede acabar uno como ha empezado, o sea, sin hablar. Como una nube tóxica de expansión lenta e inexorable, el autismo se ha acabado instalando en cada célula social en la que haya una mesa, un teléfono y alguien detrás para servirnos. Puesto que el contribuyente o contratante se cabrea al ver lo que hacen con lo suyo y se acerca ya con mal gesto, el cierre de la concha se hace más tenaz. Los que hacen lo que deben y por lo que les pagan son vistos como héroes.

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